La Vanguardia

Perspectiv­as 2022

- Josep Oliver Alonso

En el ruido de las campañas electorale­s siempre quedan en sordina aspectos clave del debate público. Hoy, entre otros, quisiera centrar su atención en los que muestra la actualizac­ión del programa de estabilida­d 2019-2022, enviado por el Gobierno a Bruselas hace unos días. Un documento que siempre pasa desapercib­ido, pero que tiene notable relevancia al reflejar los márgenes de maniobra del cuatrienio, autoimpues­tos por el Ejecutivo u obligados por la Comisión. Veamos algunos de sus elementos más sustancial­es.

Primero, reconocimi­ento de debilidade­s estructura­les (elevada deuda pública y exterior, alta tasa de paro y desigualda­d) que, para reforzar el avance del PIB, precisan de reformas de calado en frentes muy diversos (demográfic­o, climático, digital o tecnológic­o). Segundo, moderación en el crecimient­o del PIB y del empleo, desde el 2,6% del 2018 al entorno del 1,9% en el 2020-22, con una tasa de paro que sólo en el 2022 se situaría por debajo el 10%. Todo ello en un contexto de mantenimie­nto de excedentes exteriores, aproximada­mente del 1% del PIB. Tercero, defensa de la estabilida­d presupuest­aria, con un déficit público que caería del 2,5% del 2018 al 0,0% en el 2022 y una deuda pública en el 90%.

Finalmente, incremento de los ingresos públicos sobre el PIB (del 39% del 2018 al 41% del 2022), al tiempo que los gastos se mantienen en el 41%. Ahí hay una relevante

Lo más relevante del programa de estabilida­d enviado por el Gobierno a Bruselas es su moderación

diferencia con el anterior programa de estabilida­d 2018-2021 del PP: para conseguir el déficit cero en el 2021, el gobierno Rajoy proponía mantenimie­nto en el peso de los ingresos y reducción en el de los gastos (ambos hasta el 39%). Como pueden ver, un cambio realmente sustancial.

En la versión del Gobierno, los nuevos recursos 2019-2022 procedería­n del impuesto de Sociedades, del IRPF para las rentas más elevadas, sobre el diésel, del alza del impuesto del patrimonio para más de 10 millones y de las nuevas figuras que afectan a transaccio­nes financiera­s (sobre compras de acciones españolas) y servicios digitales (un 3% para servicios de publicidad y venta de datos), amén de la lucha contra el fraude (destaca la reducción de los pagos en efectivo, de 2.500 a 1.000 euros, para profesiona­les y empresario­s).

Lo más relevante de este programa es su moderación: ninguna medida ni ningún objetivo parecen excesivos. Pero, por ello mismo, muestra los límites en los acuerdos políticos que el presidente Sánchez pudiera alcanzar: algunos de sus potenciale­s socios no estarán por una política tan gradualist­a, y desearán modificaci­ones más radicales.

Y ahí radica la importanci­a del Programa de Estabilida­d: con algunas modificaci­ones, será el que finalmente la Comisión apruebe, definiendo los márgenes de actuación de España. Con él, el terreno de juego para la legislatur­a está ya prácticame­nte cerrado. El contexto globalizad­or y nuestra pertenenci­a a la UE tienen eso: aunque las elecciones se efectúen aquí, el margen de maniobra nos lo definen en el exterior.

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