La Vanguardia

“El nacionalpo­pulismo reduce la democracia a votar”

- MANÉ ESPINOSA LLUÍS AMIGUET

Me doctoré en Oxford como politólogo, porque mi padre y mi abuelo lucharon en las dos guerras mundiales y creo que la política puede evitar la tercera. Soy profesor, pero si mi trabajo no incide en el debate público, no sirve. Avergonzad­o por el caos del Brexit, no he votado ni a conservado­res ni a laboristas

Pondría usted algún límite a la libertad de expresión? Tenemos dos modelos para defender la democracia: el estadounid­ense y el alemán federal de posguerra. ¿Cuál le gusta más? En EE.UU. la primera enmienda de la Constituci­ón ampara a cualquiera que diga casi cualquier cosa.

¿Dónde se acaba ese casi?

En el abuso de esa libertad que convierte la expresión en provocació­n y odio, como una charla antisemita y, además, en un barrio judío.

¿Los alemanes son más restrictiv­os?

Tienen un modelo defensivo proactivo.

Con razón, en vista de su historia.

Y su famosa Oficina de Defensa de la Constituci­ón ha prohibido libros, como el Mein Kampf,

manifestac­iones y partidos. Y la propia Constituci­ón alemana se autodefien­de.

La Constituci­ón española copia, en su artículo 155, el artículo 37 de la alemana.

Pero la gran pregunta es qué consideram­os antidemocr­ático: ¿Dónde está la línea roja?

¿Y en qué la cruza el nacionalpo­pulismo?

La cruza, porque la trampa nacional populista es reducir la democracia a votar para utilizar el

poder de ese voto para degradar la democracia.

Si son los más votados... ¿No pueden?

La democracia es mucho más que votar. Y el nacionalpo­pulismo utiliza las urnas para después, desde el poder, desvirtuar la democracia para poder perpetuars­e en él.

Ponga usted la línea de lo incorrecto.

Orbán gana elecciones, pero expulsa a una universida­d de Hungría, porque amenaza su hegemonía cultural. Y liquida la independen­cia del poder judicial y restringe otros derechos para mandar más... Y acaba de empezar.

¿Es electorali­sm onode mocrático?

El mismo que abrazan todo un elenco de líderes electos, pero no democrátic­os, como Putin, Erdogan, Salvini, Bolsonaro y otros que se preparan para serlo como Le Pen.

¿Hay un criterio claro para definir quién cae en ese populismo?

Karl Popper lo puso con acierto en la tolerancia: quien no tolera la diferencia y la diversidad en el adversario no es demócrata. Por mucho que lo voten.

¿Quién es demócrata pues?

Además de votar, la democracia consiste en un debate de lo público respetuoso e informado que genere consensos y esto se consigue con educación. Y, de nuevo, con tolerancia y reconocimi­ento del otro y del respeto a la diversidad como fundamento de la convivenci­a.

Eso no siempre da votos.

Por eso el nacionalpo­pulista quiere reducir la realidad diversa de su país a la idea uniforme que tiene de él y que conduce a obedecerle.

¿Cómo evitar esa reducción a un ideal?

El mejor modo de evitar ser reducidos a nacionalpo­pulistas obedientes es participar en la democracia más allá del voto.

¿Quién tiene tiempo y ganas?

Tenemos que abrir vías para facilitar la participac­ión. Son interesant­es iniciativa­s como la irlandesa y su asamblea de 99 miembros elegidos al azar, que, con ayuda de expertos, han conseguido enriquecer la reflexión pública sobre asuntos, de entrada muy divisivos, como el aborto. Ha sido todo un acierto.

¿Se ha intentado en algún otro país?

En la Columbia Británica se inició así un proceso de reforma constituci­onal y en Suecia se afrontan temas delicados de forma participat­iva. Es un camino inclusivo a recorrer para que la gente se sienta representa­da en democracia .

Hay que mostrarse firmes frente al populismo, pero también frente a sus causas.

Eso está bien visto. El populismo apunta lo que no funciona en nuestras democracia­s, pero después hay que distinguir entre sus críticas, que pueden tener fundamento, y sus soluciones, que suelen ser muy discutible­s.

¿Cuál es su principal causa?

En casi toda Europa aparece como primer catalizado­r la inmigració­n. Hay que gestionarl­a mejor de lo que hacemos.

¿Ese casi toda Europa dónde acaba?

El populismo suele ser reactivo y en España no ha sido la inmigració­n, sino el independen­tismo catalán el que ha convertido en fuerza política relevante a Vox.

¿Le ve futuro a Vox?

Lo curioso es que eso en parte depende del pasado, porque un indicador de su auge es si la mayoría de españoles asume el legado de Franco, como Vox. En Italia, sería el de Mussolini.

Quien escribe la historia gana el futuro.

No me refiero a un riguroso debate entre historiado­res sobre Franco, porque son expertos. Y el populismo no quiere escuchar a expertos.

¿Aunque les dieran la razón?

El nacionalpo­pulismo no quiere tener la razón, sino los sentimient­os de la mayoría.

¿Por qué rehúyen el debate técnico?

Porque se alimentan de las grandes causas y se pierden en los detalles complejos. Quieren que creamos que los problemas inabarcabl­es pueden ser reducidos a una causa, un culpable y una solución simple y definitiva que liquidaría a los expertos y a la élite.

¿Cómo incluir a la mayoría?

Con educación de calidad para todos, claro, para comprender la complejida­d y abriendo nuevas vías a la participac­ión. La democracia no es que una elite acierte, sino que todos se sientan partícipes de las decisiones.

 ??  ??
 ?? VÍCTOR-M. AMELA
IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET ??
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain