May y Corbyn rompen las negociaciones para salvar el Brexit
La inestabilidad del Gobierno no garantiza un acuerdo
Que las negociaciones entre el Gobierno de Theresa May y la oposición laborista iban a disolverse como un azucarillo en el capuccino del Brexit estaba cantado, la cuestión era cuándo, y quién iba a tomar la iniciativa de dar muerte a un proceso existencialmente imposible. Al final ha sido Corbyn quien ha desconectado el respirador artificial de un paciente en coma profundo, tras seis semanas de contactos que no han llevado a ninguna parte.
En medio del absoluto caos que impera en la política británica, que ha hecho de una de las democracias parlamentarias más antiguas del mundo el hazmerreír universal –es irresistible la comparación con la debacle de Anfield–, tanto May como Corbyn se vieron obligados a ejercer de estadistas y entablar un diálogo imposible para dar la impresión que agotaban todas las posibles fórmulas en la búsqueda de un acuerdo para implementar el resultado del referéndum del 2016, y con el objetivo secreto de, llegado el momento, echar al otro la culpa del eventual fracaso.
Al final ni siquiera han tenido la oportunidad de hacerlo, porque los votantes se les han adelantado, castigando a ambos (más a los tories por la responsabilidad del Gobierno pero también al Labour por su ambigüedad insostenible) en las elecciones municipales, y con toda certeza también en las europeas de la semana que viene, en las que todo apunta a que el populista y ultraderechista Partido del Brexit, de Nigel Farage, va a arrasar, con el argumento de que el Brexit está tan retrasado y tan diluido que se trata de una “traición nacional”. La furia identitaria, racista y tribal también ha llegado al antes sensato Reino Unido. Un 30% de los votantes son euroescépticos irredentos.
El anuncio por May –con una pistola en la sien– de que en la primera semana de junio ofrecerá el calendario para su salida ha sido el pretexto perfecto para que Corbyn acabase el paripé de las negociaciones, apuntando que “el Gobierno es cada vez más inestable y carece de la autoridad necesaria para que un potencial acuerdo fuese creíble”. Los propios candidatos conservadores al 10 de Downing Street han presumido de que, una vez en el poder, romperán todos los compromisos –con la oposición y la Unión Europea–, y empezarán de cero (aunque es muy discutible que Bruselas se preste a ello).
Un portavoz del Gobierno atribuyó la culpa del fracaso al empeño del Labour en una unión aduanera permanente, y en someter el acuerdo a un segundo referéndum, líneas rojas que la propia May había trazado al poco de ser nombrada primera ministra, con la frivolidad de una niña que pinta con rotulador las paredes de la casa. Su intento de sobornar a la oposición con la asunción de toda la legislación europea en materia de medio ambiente y derechos laborales resultó insuficiente. Corbyn es un euroescéptico porque considera a la UE un “club capitalista” que actúa en contra de la clase obrera, pero no picó el anzuelo.
May se ha quedado sin carretera. Si el Labour la ayuda, puede plantear de nuevo a los Comunes una serie de votos indicativos, a ver si alguna de las posibles fórmulas de Brexit obtiene mayoría parlamentaria. O puede presentar a votación el acuerdo de Retirada –como dice que hará– la semana del 3 de junio, coincidiendo con la visita al país del presidente norteamericano Donald Trump y las conmemoraciones del día D. Su acuerdo ha sido derrotado ya tres veces, y no parece que haya indicios de que haya conquistado ningún voto, más bien todo lo contrario. Su propio partido está desesperado por que se vaya de una vez, lo antes posible.
DIFERENCIAS
Los laboristas pedían una unión aduanera y dejar la puerta abierta a otro referéndum
FIN DEL CAMINO
Los ‘tories’ exigen a la premier que se vaya antes del verano para elegir un nuevo líder