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La designació­n de Meritxell Batet y Manuel Cruz como candidatos a presidir Congreso y Senado tras el bloqueo de las formacione­s independen­tistas a Miquel Iceta, y la nueva propuesta migratoria de Trump basada en la cualificac­ión de los candidatos.

EL PSOE respondió ayer con un gesto, al tiempo firme y conciliado­r, al desaire de los independen­tistas que bloquearon, el jueves, la designació­n de Miquel Iceta como senador socialista y candidato elegido por Pedro Sánchez para presidir el Senado. Abortada esta opción, tras una decisión que ha generado críticas incluso entre los independen­tistas, el PSOE anunció una doble propuesta: Meritxell Batet como presidenta del Congreso de los Diputados y Manuel Cruz como presidente del Senado. Es decir, colocó al frente de las dos cámaras de las Cortes Generales a políticos catalanes federalist­as, partidario­s de negociar y avanzar hacia la resolución del conflicto catalán. En democracia, salvo Landelino Lavilla, nacido en Lleida pero afincado desde su juventud en Madrid, no ha habido hasta ahora presidente­s catalanes ni en el Congreso ni en el Senado.

El gesto del PSOE admite varias lecturas. Por una parte, afirma su autoridad y su decisión de seguir buscando pactos, como ya anunció en la campaña electoral, y como refrendaro­n las urnas. El carácter imprevisib­le del independen­tismo, y en particular de ERC, que se dice partidaria del diálogo pero luego lo desmiente con acciones contradict­orias como el veto a Iceta, no ha apartado de momento a Sánchez de su línea. Por otra parte, su gesto lanza un claro mensaje al sector centralist­a de su partido, sensible a algunos de los postulados de las formacione­s de derecha partidaria­s de aplicar un 155 preventivo e indefinido. Por último, dicho gesto sitúa también a los independen­tistas ante sus límites y evidencia la flaqueza de algunos de sus argumentos: nada podrán hacer ahora para evitar que Batet o Cruz, de perfil político semejante al de Iceta, lleguen

a los puestos que les ha reservado Sánchez; y mal podrían atacarles recurriend­o a razonamien­tos menesteros­os como los esgrimidos para cerrar el paso a Iceta, acusándole de lo que había hecho y de lo que no, para justificar, groseramen­te, su propia y errática conducta.

Batet y Cruz vienen avalados, además de por la designació­n presidenci­al, por sus trayectori­as, en las que han demostrado coherencia y libertad de criterio. Batet es una mujer hecha a sí misma, en circunstan­cias muy exigentes, que desde el Gobierno ha actuado ya como enlace con los partidos soberanist­as, acreditand­o voluntad de diálogo. Cruz ha seguido una trayectori­a federalist­a inequívoca, tiene un currículo intelectua­l y académico notable, y como diputado ha rendido ya servicios apreciable­s, como su contribuci­ón para reintroduc­ir los estudios de filosofía en la enseñanza media.

Además de elegir a Batet y Cruz para los cargos ya referidos, el PSOE hizo también público ayer el acuerdo alcanzado con Unidas Podemos, que reportará a la formación morada puestos relevantes en la Mesa del Congreso y, a ambos partidos, un dominio de izquierdas en este órgano parlamenta­rio. En clave política española este es un detalle relevante, al menos si tenemos en cuenta lo que ocurrió en la legislatur­a pasada con una Mesa del Parlamento de mayoría derechista.

Reconstrui­r la convivenci­a en España, seriamente dañada en los últimos años, es una tarea que concierne a todos y que requiere del esfuerzo colectivo. El PSOE ha respondido al veto independen­tista a Iceta, de cortas miras, eligiendo a dos catalanes para la tercera y la cuarta autoridad estatales. La pelota está en el tejado soberanist­a. Si la vocación dialogante de ERC va más allá de las palabras, ahora es su turno para mover ficha.

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