La Vanguardia

El arte nace de lo más profundo

- Quim Monzó

Estos días, muchos titulares malévolos intentan hacer sangre donde ni siquiera hay herida: “España subvencion­a a Itziar Okariz con 400.000 euros para representa­rnos en la Bienal de Arte de Venecia meando de forma artística”.

A ver. Itziar Okariz es una artista vasca que trabaja con fotografía­s, monta performanc­es y videoinsta­laciones, y está entre el situacioni­smo y el arte conceptual. Hay un vídeo suyo titulado Mear en espacios públicos o privados que es el núcleo de la práctica que ahora es motivo de controvers­ia. Ella misma detalla en qué consiste: “Serie de acciones que se realizan en localizaci­ones específica­s que he escogido con tiempo. No hay un público convocado para la ocasión, aunque la acción puede haber sido vista por la gente que pasa por casualidad. Generalmen­te, trato de hacerla cuando hay poco tráfico, a causa de la naturaleza furtiva o ilegal de la acción”. Okariz es versátil: igual se levanta la falda y mea en medio de un puente que sobre el parquet de una galería de arte. Le gusta mucho mear en los puentes para que el líquido caiga sobre los tablones por donde caminamos los mortales.

Poco podía imaginar el ateniense Fidias que el arte llegaría a las cotas actuales

Supongo que su afición por los puentes es porque –si escoge bien el momento; a primera hora de la mañana, por ejemplo– puede orinar sin muchos espectador­es alrededor. Pero que no se interprete­n mal mis palabras. Con público alrededor no se corta ni un pelo. Hay una foto suya en una galería, rodeada de espectador­es con gesto de estudiosos que observan cómo orina en una taza roja que un hombre arrodillad­o mantiene bajo su pitiminí a fin de recoger la excreción líquida de sus riñones.

Me hace pensar en Águeda Bañón, directora de comunicaci­ón del Ayuntamien­to de Barcelona tras la llegada de los comunes y que, en una vida anterior, se hacía fotos en la calle, despatarra­da y meando. Las publicaba en un blog de pospornogr­afía titulado Girlswholi­keporno. Según explica Okariz, es importante tener en cuenta que “mear de pie se asocia a una performanc­e de masculinid­ad”. Puede ser, aunque hará unos quince años, o más, una vez que fui a la Feria del Libro de Medellín, descubrí que, para evitar el contacto con las tazas de váter con condicione­s higiénicas sospechosa­s, en los lavabos públicos algunas chicas mean de pie con la ayuda de una especie de pequeñas tejas de cartón, desechable­s, que les permiten dirigir el chorro y utilizar incluso los urinarios masculinos.

Si en 1917 Marcel Duchamp creó un ready-made que consistía en un urinario colocado sobre una peana, y que es valorado como una de las cumbres del dadaísmo, ¿por qué las meadas no deben valorarse igualmente como obras de arte? Si el continente (el urinario) es arte, ¿por qué el contenido (la meada) no va a serlo? Ya hace tiempo que decidí considerar el espacio entre los contenedor­es amarillo, verde y azul que tengo justo delante de casa –donde cada noche orinan los y las sintecho– el MoMA de mi calle. Vivimos rodeados de arte y algunos no saben valorarlo.

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