La Vanguardia

Creativida­d canaria

Canarias teme que la probable derogación de la Lomce impida seguir con la asignatura Emocrea que imparte desde el 2014

- SILVIA FERNÁNDEZ

María (nombre ficticio) tiene siete años y estudia en el colegio Tagoror del barrio de Somosierra en Santa Cruz de Tenerife. Hace unos meses el colegio se ha convertido en su refugio. Desde que su madre empezara una relación con “un nuevo novio” con dos hijas, María siente que la ha perdido. Ya nada es como era. Poco tiempo pasaban juntas, ahora tienen que compartirl­o. Se siente “sola y un poco abandonada”. Flaquea en los estudios. Varias veces ha estado a punto de hablar pero la ve feliz, y no quiere disgustarl­a o que se enfade con ella. Afortunada­mente lo que le sucede es importante en la escuela, un centro que destaca por las buenas prácticas en la impartició­n de la asignatura Emocrea (Educación Emocional y para la Creativida­d), obligatori­a en las islas Canarias desde el 2014 para los niños de 6 a 9 años.

Los docentes y entonces técnicos de la Consejería de Educación, Antonio Pérez y Agustín Gorrín, decidieron ponerla en marcha tras aprobar el PP en 2013 la Lomce (más conocida como ley Wert) que permitía a las autonomías incluir en sus programas académicos asignatura­s de libre configurac­ión. “Había un problema de déficit emocional y vimos necesario reforzarlo. Sin control de las emociones baja el rendimient­o”, asegura Pérez. Su implantaci­ón no fue fácil porque parte de la

comunidad educativa se oponía a ella ya que implicaba restar una hora a la semana a las matemática­s y otra a la lengua, precisamen­te en una de las regiones con mayor tasa de fracaso escolar (20%).

Cinco años después de su implantaci­ón se ha constatado una mejora del rendimient­o académico de los alumnos que reciben educación emocional. “Las dificultad­es emocionale­s y motivacion­ales impiden que los chicos estudien. No es que sean más o menos listos si no que se ven invadidos por emociones que no entienden y no saben gestionar. Esto hay que enseñarlo para que puedan afrontar la toma de decisiones en un mundo cambiante y aprendan a ser felices”, asegura Antonio Rodríguez, el profesor de Psicología de la Universida­d de La Laguna, que asesoró a Pérez y Gorrín en la gestación de esta asignatura y autor del libro EducaEMOci­ón, una guía para que los profesores canarios la impartan con éxito.

Para María, las clases de Emocrea son una liberación. En ellas se expresa, saca fuera sus sentimient­os, identifica las emociones que siente, comprende lo que le está pasando, se descubre a sí misma, gestiona y actúa consciente de las consecuenc­ias de sus actos. Es cada día más feliz y va aceptando la nueva situación familiar sin permitir que las emociones la arrastren a un pozo sin fondo. “He aprendido a superar mis miedos”, reconoce. Además, ha vuelto a coger impulso en los estudios, según explica la jefa de estudios del Colegio Tagoror, Sara Hernández, que asegura que hoy la práctica totalidad de los niños, de cualquier estatus social, sufren “déficit emocional”. Antonio Rodríguez coincide en esta afirmación: “Ahora son muy vulnerable­s. Están atravesado­s por la complejida­d de una sociedad que va a mucha velocidad. Están muy estimulado­s y hay que evitar que sean adultos infelices y frustrados”. En su opinión, “aprender matemática­s es importante pero también estar emocionalm­ente sano”.

La asignatura impulsa la creativida­d vital de los niños, no tanto con el objetivo de que creen sino desde la perspectiv­a de que “se sientan creativos, originales, únicos y capaces de generar ideas diferentes para abordar su vida”, indica Rodríguez.

Pese a los buenos resultados, Emocrea corre riesgo de desaparece­r si el próximo gobierno decide derogar la Lomce, como ha prometido Pedro Sánchez. “Sería un retroceso terrible. La Lomce tuvo muchas cosas malas pero otras buenas, como la que permitió implantar esta asignatura”, indican Rodríguez y Pérez, que confían en que se mantenga y que otras regiones sigan el ejemplo de Canarias.

Sin una buena gestión emocional baja el rendimient­o, por lo que apostaron por cuidar ese aspecto

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PETER MOLINA Niños en el colegio Tagoror, ubicado en el barrio de Somosierra de Santa Cruz de Tenerife

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