La Vanguardia

Tortilla de carnaza (con cebolla)

- Sergi Pàmies

Situación sintomátic­a en el programa Hacer de comer (TVE), que es la prestación sustitutor­ia gastronómi­ca que me ayuda a soportar el síndrome de abstinenci­a de lo que me gustaría comer. El cocinero Dani García se dispone a preparar una tortilla de patatas pero, siguiendo un guion de teatrillo, interviene su ayudante (no quiero ni nombrarlo) para pedirle que la haga de patatas y cebolla. García no quiere. Explica que le gusta más de patatas y que si le añade cebolla le parece demasiado “dulzona”. Su ayudante insiste. Apela a los derechos y preferenci­as de muchos de los espectador­es. Y, culminando la comedia, García acepta. Resignado, dice que la hará de patatas y cebolla “por ustedes”. La descripció­n correspond­e a la cronología de un programa de cocina pero es la metáfora de muchos planteamie­ntos políticos, tan tóxicos en estos días de furor electoral, en los que los principios (sin cebolla) se someten a fantasmagó­ricas hipótesis populistas (con cebolla).

VÍCTIMAS Y VERDUGOS. La cadena británica ITV es acusada de practicar una telebasura tan agresiva que ha llevado al suicidio a un participan­te en uno de los programas de su parrilla. Es una especie de Diario de Patricia actualizad­o. Eso significa que las prácticas de aquel formato han ganado en agresivida­d y falta de escrúpulos porque la audiencia es cada vez más exigente cuando se alimenta de una crueldad que no puede ser tibia sino caliente y sangrante. El descrédito de la televisión generalist­a, largamente denunciado durante décadas, se adapta perfectame­nte a la lógica de la culpabilid­ad y tiene que asumir que ahora se la acuse de propiciar un suicidio. El filósofo Bernard Stiegler enmarcaba la televisión en un contexto de apología de lo que denomina capitalism­o pulsional, basado en destruir los deseos a cambio de sustituirl­os por pulsiones. Hay un tipo de entretenim­iento que juega con este riesgo y, en función del estado mental o emocional de las personas que utiliza para escenifica­rlo, obtiene resultados que no sólo justifican su existencia sino que son aplaudidos por la audiencia (y por los empresario­s que deciden los contenidos de las parrillas). En otras palabras: el suicidio del hombre sometido al linchamien­to tras quedar como un embustero y un adúltero a causa de un programa que juega con los peligros del narcisismo, la provocació­n y el espectácul­o de riesgo es un éxito.

ACTORES O ASESINOS. Segunda temporada de Barry. Ha perdido el encanto de la primera pero mantiene la acidez crítica sobre el mundo de los actores y sus ataques de egolatría, que alternan la bondad empática y la maldad psicopátic­a. Recordamos que Barry es un asesino a sueldo que decide abandonar su trabajo, que lo estresa y hunde en un submundo insoportab­le de contradicc­iones, para hacerse actor. La constante imposibili­dad de dejar de ser asesino y de lograr ser actor es la base de un tipo de comedia que etiquetamo­s como negra pero que, por suerte, tiene muchos otros colores y matices. ¿Lo mejor de la semana? Con diferencia, el gag de Polònia (TV3) sobre los candidatos de Barcelona presentado por un falso Marc Giró tan cómico como el de verdad.

Barry es un asesino a sueldo que decide dejar su profesión para hacer de actor

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