La Vanguardia

Bizet nominado

Les pêcheurs de perles

- JORDI MADDALENO

Intérprete­s: : E. Bakanova (Léïla), J. Osborn (Nadir), M. Adams (Zurga), F. Radó (Nourabad)

Dirección musical: Yves Abel

Dirección de escena: Lotte de Beer. Prod. del Theater an der Wien

Lugar y fecha: Liceu (13/V/2019)

Perplejida­d y sensación agridulce la del estreno de Les pêcheurs de perles, título que no se veía en el Liceu desde 1964. La producción firmada por la joven directora Lotte de Beer promete pero fracasa. La idea de base de trasladar una trama amorosa poco afortunada de ambiente naïf, a la grabación de un programa de televisión estilo Supervivie­ntes es audaz, el problema es que la delicada música de Bizet se resiente.

El público aturdido ante la escena, en una ópera que es poco conocida, se pierde con el ruido visual, un horror vacui que eclipsa los hits de la ópera: aria de Nadir y dúo con Zurga. Para colmo, la atractiva resolución del coro transforma­dos en espectador­es del reality, situados en una especie de colmena en un edifico detrás de la escena, dificulta sobremaner­a su trabajo, separados en 15 apartament­os. Se perdió presencia vocal y fuerza musical pese a la buena labor de Conxita García, que aquí no puede lograr milagros.

Yves Abel planteó el exotismo musical de la ópera con laboriosa finura en las envolvente­s texturas sonoras en contraste con el horterismo de la estética de la producción. La orquesta sonó solvente, buen trabajo del oboe, el arpa o el cuerno inglés pese a las irregulare­s trompas. Al clima etéreo de la partitura le acabó por faltar mordente, perdida la batuta en la búsqueda de un preciosism­o musical que la producción ahoga.

Los cantantes tampoco pudieron reflotar la sensación de mejora con un John Osborn que acusó el debutar Nadir en estas lides. El estilo es ideal pero la voz sonó apagada, distante y con una proyección más que mejorable, muy lejos del Osborn que maravilló aquí en 2015 con Benvenutto Cellini. El debut de Ekaterina Bakanova fue lo mejor, a pesar de un aria inicial con problemas en las coloratura­s y sobreagudo­s, la voz se templó y regaló el canto más pulido, de irisado color, en su aria final y su dúo con Nadir. Al Zurga del barítono Michael Adams le faltó calidez y expresivid­ad, no ayudó un timbre claro que contrastó poco con Osborn. Seguro y sonoro el Nourabad del bajo-barítono argentino Fernando Rodó, quien lució caracteriz­ación actoral con fluidez y credibilid­ad. Es la primera vez que esta hermosa partitura de Bizet se canta en su idioma original francés en el Liceu, por desgracia, la producción emborrona una música a reivindica­r, paradoja: Bizet nominado.

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