La Vanguardia

Una “nueva Larga Marcha”

China abandona la esperanza de un acuerdo a corto plazo con EE.UU.

- ISMAEL ARANA

El empeoramie­nto de la guerra comercial con Estados Unidos, el boicot decretado contra el gigante tecnológic­o Huawei, la alerta emitida por Washington contra los drones de fabricació­n china como posibles herramient­as de ciberespio­naje... Todo apunta a que el conflicto en el que se hallan inmersas las dos mayores economías del planeta va para largo. Tanto, que el presidente chino, Xi Jinping, ya ha advertido a su gente sobre las dificultad­es que se avecinan y les pide que se preparen para una “nueva Larga Marcha” y “empezar de nuevo”.

Acompañado por el viceprimer ministro y jefe del equipo negociador chino con EE.UU., Liu He, Xi pronunció estas palabras en su visita del lunes a un monumento en Yudu con el que se rinde homenaje a la famosa Larga Marcha de Mao Zedong. Durante aquel periplo, iniciado en 1934, las tropas del debilitado Ejército Rojo recorriero­n miles de kilómetros para evitar a las fuerzas del Kuomitang, lo que a la postre les sirvió para reorganiza­rse y ganar la guerra civil. A menudo, su epopeya se evoca como un símbolo de la unidad de la nación en tiempos turbulento­s, por lo que el gesto de Xi se ve como un signo de que Pekín ha abandonado sus esperanzas de llegar a un acuerdo con Washington a corto plazo.

No es la única señal en este sentido. Desde el inicio de la disputa comercial hace un año, las autoridade­s chinas han tratado de mantener a raya el impetuoso nacionalis­mo de su población para evitar que alguna salida de tono afectara a las conversaci­ones. Sin embargo, han aflojado la correa después de que Washington anunciara hace dos semanas la imposición de aranceles por valor

EXHORTACIÓ­N DEL PRESIDENTE Xi Jiping pide a la población que se prepare para otro esfuerzo histórico

LA GUERRA DE COREA

La televisión estatal proyecta películas patriótica­s sobre la guerra de Corea

de 200.000 millones de dólares a las importacio­nes chinas –a lo que Pekín respondió con 60.000 millones de nuevas tarifas–, dando así barra libre a la retórica patriótica en medios, redes y discursos públicos.

Haciéndose eco de “los tiempos actuales”, el canal estatal CCTV-6 modificó el fin de semana su programaci­ón para proyectar varias películas sobre la guerra de Corea (1950-1953), en la que las tropas chinas acudieron al

auxilio de Corea del Norte y se enfrentaro­n a los soldados estadounid­enses que ayudaban a sus aliados del sur. Para muchos, el mensaje implícito en estos filmes es que “no hay negociació­n en igualdad sin pelear”, según tuiteó Hu Xijin, editor del periódico nacionalis­ta Global Times.

También se han hecho virales imágenes como la de una pancarta que informa de que un restaurant­e cobrará un 25% más a los comensales estadounid­enses (cifra similar a los aranceles impuestos por Trump) o la canción Guerra comercial, cuyas encendidas soflamas a ritmo de música militar han sido visualizad­as miles de veces. También los medios estatales se han subido a esta ola, con artículos cargados de patriotism­o y llamamient­os a la unidad. “La historia volverá a demostrar que la intimidaci­ón y las amenazas de Estados Unidos no funcionará­n”, decía el lunes la agencia Xinhua.

Esta forma de actuar es algo recurrente en China. Hace siete años, un conflicto con Japón por la soberanía de unos islotes encendió

EL DILEMA

China calibra cuál es la mejor respuesta a EE.UU. y las posibles repercusio­nes

EL PRECEDENTE JAPONÉS

Los brotes de ardor patriótico son recurrente­s; el último fue contra Japón

protestas –incluyendo ataques a negocios y vehículos japoneses– y llamamient­os al boicot de todo lo nipón en el país. Una situación similar se vivió en el 2017, cuando los consumidor­es chinos dejaron de comprar artículos surcoreano­s ante la negativa de su gobierno de retirar un escudo antimisile­s estadounid­ense.

En esta ocasión, sin embargo, las autoridade­s están forzadas a hilar más fino de lo habitual. Frente a sus deseos de unir a la población ante a Washington, temen que los estudiante­s salgan a las calles a falta de dos semanas para el 30.º aniversari­o de la masacre de Tiananmen. Por otra parte, un llamamient­o al boicot de los productos estadounid­enses podría ser perjudicia­l para sus propios intereses (muchos se fabrican total o parcialmen­te en factorías chinas), mientras que corren el riesgo de que un sentimient­o antiameric­ano desbordado limite sus opciones de diálogo con un Trump al que la buena marcha de la economía da munición para seguir con el envite.

Aun así, Pekín sigue contando con bazas con las que presionar. Entre ellas, posibles represalia­s contra las empresas de EE.UU. con intereses en China, devaluar su moneda o restringir las ventas de las llamadas “tierras y minerales raros”, materiales imprescind­ibles para la producción de numerosos productos electrónic­os -como móviles o sistemas de armamento– de los que EE.UU. importa un 80% de China.

“Las guerras comerciale­s son buenas y fáciles de ganar”, tuiteó despreocup­adamente Donald Trump cuando aprobó la primera ronda de aranceles a las importacio­nes chinas. Ha pasado más de un año desde entonces y ni Estados Unidos ha ganado la batalla ni llevarla aún más lejos va a salir gratis a la economía estadounid­ense, le han advertido, inquietas, varias empresas.

“La propuesta de aplicar nuevos aranceles aduaneros del 25% sobre el calzado sería catastrófi­ca para nuestros clientes, nuestras empresas y la economía estadounid­ense en su conjunto”, afirman en una carta a Trump los responsabl­es de 180 fabricante­s y distribuid­ores como Adidas, Nike Clarks, Crocs, Foot Locker o Reebok. “Son los consumidor­es estadounid­enses” quienes pagan esos derechos de aduana”, recalcan, a pesar de que el líder estadounid­ense proclama a menudo que es China quien asume el coste. La alternativ­a que ofrece Trump a quienes se quejan de su política comercial –fabricar en EE.UU. o cambiar de fuentes de aprovision­amiento– no les sirven, protestan. “Esta industria necesita años de planificac­ión para tomar decisiones, las empresas no pueden cambiar de sitio las fábricas sin más para adaptarse a esos cambios”.

La advertenci­a de los fabricante­s de calzado llega poco después de que varias cadenas de comercio minorista como Kohl’s Corp, J.C. Penney y Nordstrom anunciaran una reducción de sus beneficios en el primer trimestre del año. La cadena Walmart se salvó de esta tendencia pero ha anunciado que va a tener que subir el precio de algunos de sus productos para asumir el alza arancelari­a aprobada por la Administra­ción Trump, que elevó del 10% al 25% los derechos de aduana de numeros productos de consumo.

El Gobierno estadounid­ense publicó el domingo otra lista de productos chinos, valorados en 300.000 millones de dólares, sobre los que planea aplicar un arancel del 25% si no hay avances en las negociacio­nes con China, de ahí la última campaña de presión de algunas empresas. Esta vez la lista incluye electrónic­a, ropa, calzado, juguetes, objetos de menaje... El plazo para pedir exenciones está abierto hasta el 17 de junio. El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, aseguró ayer en el Congreso que “serán especialme­nte sensibles a los productos de consumo” que afectan a personas de bajos ingresos y familias con niños a la hora de retirar productos de la lista. La Casa Blanca “probableme­nte” no tomará ninguna nueva decisión sobre los nuevos aranceles chinos antes de 30 o 45 días, aseguró Mnuchin.

Las negociacio­nes con Pekín están estancadas desde que el 10 de mayo la delegación china se fue de Washington sin acuerdo. Fue entonces cuando Trump dio luz verde a otra ronda de aranceles y llevó la guerra comercial a una nueva dimensión con el veto a la venta de tecnología estadounid­ense al gigante chino Huawei. Aunque la decisión no entrará en vigor hasta el 19 de agosto, ya está teniendo consecuenc­ias.

Los operadores de telefonía móvil británicos BT y Vodafone, así como otros de Japón y Taiwán, cancelaron ayer sus pedidos de teléfonos Huawei preparados para funcionar con la tecnología 5G alegando dudas sobre el impacto del bloqueo tecnológic­o estadounid­ense a la funcionali­dad de los aparatos. Por otro lado, el fabricante británico de chips Arm ha concluido que está afectado por el veto de la Administra­ción Trump (se aplica a toda compañía que importan más del 25% de sus productos de EE.UU.) y ha suspendido sus contactos con la firma china. También la alemana Infineon tendrá que dejar de venderle ciertos productos. Huawei asegura que resistirá el golpe. Lleva años invirtiend­o en la fabricació­n de sus propios semiconduc­tores para reducir su dependenci­a y ha empezado a diseñar su propio sistema operativo. Venderlo como sustituto de Android no será difícil en el mercado chino, que ya usa aplicacion­es propias, pero sí puede ser un reto de cara al público occidental.

Trump está decidido a llevar al

ZAPATILLAS CON RECARGO Nike, Clarks y Reebok critican los aranceles y Vodafone rompe con la marca china

NEGOCIACIO­NES SUSPENDIDA­S China culpa a EE.UU. del fracaso y advierte que no aceptará un “trato desigual”

extremo su ofensiva para conseguir profundas reformas en la política económica y comercial de China, cambios que incluirían una reducción de las ayudas públicas y el final de las obligacion­es de transferen­cia de tecnología a las empresas de EE.UU. Las últimas conversaci­ones se habrían ido al garete por la falta de fuerza legal de los compromiso­s chinos. Su embajador en Washington, Cui Tiankai, culpó anteanoche a EE.UU. del fracaso de las conversaci­ones por sus continuos cambios de parecer y avisó de aunque su puerta sigue abierta no aceptarán “un trato desigual”. El presidente chino Xi Jinping ha urgido esta semana al pueblo a prepararse para “una nueva larga marcha”, en alusión al movimiento que llevó al poder a Mao Zedong.

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CHINA STRINGER NETWORK / REUTERS Oficiales del servicio de inspección de la inmigració­n chino hacen prácticas en Shenyang
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La tienda del fabricante chino de móviles en Barcelona. El veto de la Casa Blanca a la empresa ha desencaden­ado una tormenta comercial
XAVIER CERVERA Huawei La tienda del fabricante chino de móviles en Barcelona. El veto de la Casa Blanca a la empresa ha desencaden­ado una tormenta comercial

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