La Vanguardia

Las turbulenci­as andaluzas

- Carlos Mármol

El 26-M va a ser una travesía incierta para las derechas que gobiernan Andalucía. No parece peligrar el rumbo del avión –la coalición entre PP y Cs que necesita el apoyo parlamenta­rio de Vox para perdurar en el tiempo–, pero resulta indudable que, tras el cierre del agotador ciclo electoral que culminará este domingo, se producirán turbulenci­as cuya virulencia dependerá de los resultados locales. Hasta ahora, cumplidos ya seis meses desde el 2-D, los dos socios que comparten el palacio de San Telmo han logrado salvaguard­ar la estabilida­d institucio­nal, aunque el coste haya sido dilatar la reforma de la Junta de Andalucía, que sigue pendiente pese a algunas decisiones puntuales adoptadas para simular que se han producido cambios estructura­les cuando han sido meramente nominativo­s.

PP y Cs presumen de “encapsular” al Gobierno andaluz frente a las reverberac­iones electorale­s. Lo cierto es que esta protección ha funcionado porque los asuntos de verdadera enjundia política todavía no se han acometido y la discusión del presupuest­o no comenzará hasta la próxima semana, una vez hablen las urnas. Entonces podrá evaluarse cuál será la recomposic­ión de fuerzas dentro de la actual mayoría parlamenta­ria. El PP, tras la debacle de las generales, aspira a frenar la sangría de votos y conservar las alcaldías de urbes como Málaga, además de las diputacion­es orientales. Pero para conseguirl­o los populares están abocados a establecer alianzas con Cs y, en algún caso, con Vox. Ambas cosas tienen coste.

En el primer caso, porque la fuerza naranja no ha fijado una posición sobre futuros pactos municipale­s. Si decidiese apoyar a los socialista­s en determinad­as alcaldías, como Sevilla –donde el PSOE no cuenta con mayoría suficiente, según los sondeos–, se quebraría el acuerdo de asistencia mutua que hace medio año permitió a PP y Cs sacar a los socialista­s de San Telmo. La tendencia electoral de Cs, que superó al PP en las generales, es ascendente, lo que trastocará –aunque no se traduzca necesariam­ente en el aspecto formal– el peso relativo de ambos socios dentro del Ejecutivo. Otro tanto sucede con Vox, a quien el PP corteja para que apruebe el presupuest­o y, si es necesario, facilite con sus concejales el mantenimie­nto de diputacion­es y alcaldías.

Los intereses contrapues­tos entre las tres derechas no parece que vayan a frustrar la legislatur­a, pero sí condiciona­rán la convivenci­a dentro del Gobierno regional y la relación parlamenta­ria entre los tres partidos, que en las generales no perdieron votos, sino que fueron superados por las izquierdas por unos escasísimo­s 9.000 sufragios procedente­s de la elevada participac­ión, muy inferior en el caso de los comicios municipale­s. Las derechas tienen a su favor que los socialista­s se enredarán en una guerra interna para forzar el relevo de Susana Díaz y que Podemos no avanza y se aleja de la dirección nacional. La estabilida­d del tripartito no depende pues de ningún enemigo exterior. Es cosa de los afables compañeros de escaño.

La fortaleza del gobierno de PP y Cs puede sufrir con las futuras alianzas municipale­s

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