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La creciente presión sobre Theresa May para facilitar su relevo al frente del Gobierno, y la ausencia de propuestas sobre Rodalies en la campaña electoral del 26-M.

MIENTRAS más de 40 millones de británicos estaban llamados ayer a las urnas en unas elecciones al Parlamento Europeo en las que creían que ya no iban a participar, Theresa May quizá estaba viviendo sus últimas horas como primera ministra del Reino Unido.

Esta vez podría ser la definitiva. Hasta ahora la premier ha aguantado carros y carretas pero su trayectori­a al frente del Gobierno parece haber llegado a su punto final. May ya no puede soportar más presiones ni humillacio­nes de su propio partido. La gota que habría colmado el vaso sería la reunión el miércoles del Comité 1922, el órgano de gobierno del Partido Conservado­r en los Comunes, que reúne a los diputados tories sin cargo en el Gobierno que no están obligados a mantener la disciplina de voto. Estos parlamenta­rios consideran intolerabl­es las concesione­s que, a su juicio, May habría hecho a la oposición laborista para que apoyara su propuesta de acuerdo a votar el 7 de junio, entre las que figuran el ofrecimien­to de un segundo referéndum y una unión aduanera temporal con la UE.

No sólo han criticado a May sus diputados de base. La ministra de Relaciones con los Comunes presentó su dimisión y otros miembros del Gobierno amenazaron con renunciar criticando duramente los términos de la nueva propuesta de la premier. Un total de 36 cargos han abandonado el Gabinete en desacuerdo por el modo en que la primera ministra ha gestionado el divorcio con la UE.

La escasa autoridad que May pudiera tener todavía ha saltado por los aires y los tories han acelerado su sustitució­n en un intento de aprovechar el calendario hasta el 31 de octubre, última fecha del Brexit concedida por Bruselas, para tratar de revertir la actual situación y recuperar parte del respaldo electoral perdido. La última muestra de

la debilidad política de May ha sido que ayer retiró hasta nuevo aviso la presentaci­ón ante el Parlamento de su última propuesta sobre el Brexit que ha motivado la revuelta tory, incluido un motín dentro del propio Gabinete.

Los intensos rumores sobre la dimisión de May coincidier­on con la jornada electoral europea en la que el partido pro Brexit de Nigel Farage aparece como el claro ganador y el Partido Conservado­r sufriría un descalabro. Una humillante derrota, la segunda en pocas semanas tras el batacazo en las municipale­s, podría acelerar también la dimisión de May, que hoy se reunirá con el presidente del poderoso Comité 1922 quien le exigirá su renuncia antes del 10 de junio o, en caso contrario, el comité podría cambiar sus normas internas y presentar una moción de censura inmediata contra May pese a que esta en diciembre pasado sobrevivió a una moción de confianza que en principio la protegía en el cargo durante un año.

May se comprometi­ó en su día a dimitir después de que su acuerdo del Brexit fuera aprobado por los Comunes. No lo ha logrado y si se va no será por propia voluntad sino porque su partido la echa, aunque seguiría en funciones unas semanas hasta que la dirección y los diputados tories elijan a su sucesor. La premier pretendía lograr la aprobación del Parlamento a su acuerdo sobre el Brexit al cuarto intento antes del 2 de julio para que los 73 nuevos eurodiputa­dos elegidos ayer no tuvieran ni siquiera que ocupar sus escaños. Pero todo hace prever que ejercerán el cargo al menos hasta el 31 de octubre, fecha en la que, si finalmente May presenta su dimisión, el país ya tendrá un nuevo primer ministro, probableme­nte partidario de un Brexit duro.

Y, mientras, seguiremos sin saber cómo y cuándo saldrá Gran Bretaña de la Unión Europea o incluso si finalmente abandonará el club comunitari­o.

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