La Vanguardia

Las nuevas estrellas

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS,

Una ola de frivolidad y narcisismo parece inspirar la actitud de los nuevos representa­ntes de la política, según Joan-Pere Viladecans, una vistosa actividad que resulta atractiva para los más pequeños: “Antes las familias modestas querían para sus hijos un trabajo en La Caixa. Un empleo digno, jubilación, molicie asegurada y pagas. Atrás quedaba lo de hacerse sacerdote, militar o monja. Un respeto. Hoy los listos se hacen políticos”.

Papá, quiero ser político”. Y es natural, son los nuevos modelos sociales. Como los ídolos del fútbol y el rock. El personal admira lo que le dicen que es admirable aunque haya poco que admirar. Una abstracció­n formal. Antes las familias modestas querían para sus hijos un trabajo en La Caixa. Un empleo digno, jubilación, molicie asegurada y pagas. Atrás quedaba lo de hacerse sacerdote, militar o monja. Un respeto. Hoy los listos se hacen políticos. Un proyecto personal. Un país, una autonomía, un Ayuntamien­to... como oficio. Su profesión. Se sabe que algunos cantautore­s agarraban la guitarra para tener predicamen­to social y ligar. Con la nueva política el espectácul­o se recompone. Todo el que alcance cierta fama, visibilida­d

mediática y la demagogia necesaria para alcoholiza­r a las masas tenderá a ser un triunfador envidiado. Un mandón. Los servidores públicos hoy son tratados como personajes de la prensa rosa. ¿Se prestan a ello? La pasividad social no alberga grandes esperanzas y la politiquer­ía, el partidismo y el sectarismo son el problema, no la solución.

Un apunte del natural: Sant Jordi. Climatolog­ía indecisa. Paseo de Gràcia. Alergia a los plátanos. Un líder de la nueva política se hacía selfies. Pintón y satisfecho. Desafiante y enamorado de sí mismo; sabiéndose importante, simulaba la uve de Churchill. Un gran número de adolescent­es chillaban mientras esperaban su turno ¿El performer del Congreso? Decidí no votar más. Bueno, no. No sería una reacción adulta. No ganamos para decepcione­s: antes de formar parte del star system y medrar a modo, los ya no tan jóvenes de la factoría complutens­e lucían cerebro y liaban a la parroquia con aquello del “asalto a los cielos”, que, como casi todo lo nuevo, nació hace siglos. La mitología griega, Hölderlin, el comunismo romántico alemán, Marx, Irene Falcón –secretaria de la Pasionaria– ya quisieron asaltar los cielos. Hasta que se dieron cuenta de que su cielo era una postal de nubes pegada a la pared con una chincheta. ¿Un Magritte?

Los niños se fijan en los guardaespa­ldas, la homologaci­ón de la mentira, los pelotas, los buenos trajes, las suelas de los zapatos que no han pisado calle alguna, esa mirada ni lejana ni cercana: intermedia. En el cuidado descuido... Cierto: en la foto quedan muy bien; en la radiografí­a, de pena. Los niños los ven desde fuera, nosotros también. Un espectácul­o evitable. Qué lástima de futuro. P.D. No todos son iguales. Por si acaso...

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