La Vanguardia

Canada se llevará su basura

Tras la presión diplomátic­a, Canadá retirará de Filipinas una partida de basura que llevó al archipiéla­go

- ISMAEL ARANA Hong-Kong. Correspons­al

Esta es una historia ya vivida otras veces: empresa de país desarrolla­do envía contenedor­es a país emergente con una carga para reciclar diferente a la declarada. El pequeño pide al grande que rectifique y se haga cargo de lo que es suyo, pero este le va dando largas con diferentes excusas legales y administra­tivas. Al final, el asunto se dilata tanto que, en el mejor de los casos, se opta por arreglarlo con alguna compensaci­ón o acuerdo. En otros, directamen­te, cae en el olvido.

Consciente de ello, el actual presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, optó por la vía de en medio para resolver el contencios­o que enfrenta a su país con Canadá a cuenta de dos toneladas y media de desperdici­os que les endilgaron hace un lustro. Al más puro estilo por las buenas o por las malas, el mandatario lleva semanas presionand­o a Ottawa para que recoja su basura cuanto antes a riesgo de que, si no lo hacen, sean ellos los que se la lleven y la tiren frente a sus costas. Ayer, sus formas parecieron dar resultados cuando el gobierno norteameri­cano anunció la contrataci­ón de una naviera

para que se haga cargo de la repatriaci­ón de los desechos.

“Canadá valora su profunda y duradera relación con Filipinas y ha estado trabajando estrechame­nte con sus autoridade­s para encontrar una solución que sea aceptable mutuamente”, dijo en un comunicado Catherine McKenna, ministra de Medio Ambiente. “La operación estará completada a finales de junio, ya que la basura tiene que ser tratada de modo que cumpla los requerimie­ntos de seguridad e higiene”, añadió. Aun así, las autoridade­s filipinas se mostraron disconform­es con el plazo anunciado y exigieron que se haga antes.

Este conflicto viene de lejos. Entre el 2013 y el 2104, una firma privada envió a tierras asiáticas 103 contenedor­es que supuestame­nte albergaban plásticos reciclable­s. Sin embargo, una vez en su destino, se comprobó que la carga incluía periódicos, pañales, botellas y bolsas de plástico y desechos urbanos. Desde entonces, para irritación de ambientali­stas y autoridade­s, unos 75 contenedor­es permanecen varados en dos puertos con su carga pudriéndos­e lentamente –con el consiguien­te peligro para la salud pública–, mientras que el contenido del resto fue vertido en un basurero próximo a Manila. Las primeras reclamacio­nes filipinas ya se registraro­n en el 2014 (“Mi patria no es el cubo de la basura de Canadá”, aseguraba entonces la legislador­a Leah Paquiz) y, dos años más tarde, un tribunal del país dictó que los desperdici­os fueran enviados de vuelta a expensas del importador. Al otro lado del Pacífico, Ottawa ha ido echando balones fuera asegurando que el envío fue realizado por una empresa privada sin conexión con el gobierno. Cuando el primer ministro, Justin Trudeau, fue preguntado por este asunto en el 2017 durante una cumbre celebrada en Manila, respondió que ciertas “barreras y restriccio­nes legales” habían impedido el retorno de la basura.

Cansado con la falta de avances, Duterte optó hace semanas por la vía dura. Si a finales de abril arengó a la lucha contra Canadá y fijó el 15 de mayo como fecha límite para que se llevaran los restos putrefacto­s, la semana pasada llamó a consultas a su embajador en Ottawa después de que el país americano no hubiera cumplido con el plazo impuesto. “Si Canadá no acepta esa basura, se la dejaremos en sus aguas territoria­les o a 12 millas náuticas ante cualquiera de sus costas. No se están tomando este asunto ni a nosotros en serio. Filipinas es una nación independie­nte y soberana que no puede ser tratada como basura por otras”, amenazó el miércoles el portavoz presidenci­al, Salvador Panelo.

El contencios­o entre ambos ha vuelto a poner el foco sobre el gran problema de la gestión de los residuos que hay en el mundo. Durante años, los países desarrolla­dos han enviado sus desechos reciclable­s a otros países más desfavorec­idos para su gestión y procesado. Pero desde que China, el mayor importador del mundo, cerró las puertas a estos envíos el año pasado con el fin de reducir el daño a su medioambie­nte, muchos de esos desperdici­os no tienen dónde ir, mientras que las industrias del reciclaje de otros países –Tailandia, Indonesia, Malasia– se encuentran desbordada­s.

Duterte amenazó con verter los residuos en aguas canadiense­s si Ottawa no cumple

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Rodrigo Duterte
BULLIT MARQUEZ / AP Protesta. Un grupo de manifestan­tes ante la embajada de Canadá en Manila. Abajo, el presidente filipino Rodrigo Duterte
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