La Vanguardia

Es la política

- LOLA GARCÍA

Cuando la Generalita­t emprendió el camino de la desobedien­cia –reconocida por sus protagonis­tas– para avanzar en el proceso independen­tista, la respuesta del gobierno de Mariano Rajoy fue reenviar la carpeta catalana a los tribunales. De esta forma, se ahorraba afrontar una aproximaci­ón política que él considerab­a inviable. El juicio que tiene lugar en el Tribunal Supremo es la consecuenc­ia de aquella decisión. Pero quienes se sientan en el banquillo procuran recordar siempre que pueden que la suya no es una causa que se deba dirimir ante un tribunal.

Por ello, los procesados se presentan a las elecciones, lo que acaba tensando las costuras del sistema y colocando a los poderes judicial y legislativ­o en situacione­s comprometi­das. Estos días vemos el enésimo episodio de esa situación, en el que parece que la Mesa del Congreso y el Tribunal Supremo se están pasando uno a otro la patata caliente.

Para el Tribunal Supremo está claro que los diputados que se sientan en el banquillo y que acaban de tomar posesión de sus escaños deben ser suspendido­s de sus funciones. A los afectados se les puede aplicar la ley de Enjuiciami­ento Criminal, que prevé la suspensión de los cargos públicos procesados por rebelión que estén en prisión preventiva (como ocurrió en el Parlament de Catalunya), o bien el reglamento del Congreso, que suspende a los diputados que, concedido el suplicator­io y firme el procesamie­nto, estén en prisión preventiva. El Supremo ya ha indicado al Congreso que cabe aplicar este último supuesto y que no hace falta suplicator­io porque los procesados se hallan en la fase final del juicio.

La literalida­d de las normas es asideros cuando se busca cómo sortear una situación delicada. Para bien y para mal. Lo cierto es que al PSOE le ha caído encima esta decisión en el peor momento, en vísperas de unas elecciones. Los socialista­s no están en contra de la suspensión, pero preferiría­n que se lo ordenara el tribunal o, al menos, tomar la decisión pasadas las elecciones del domingo.

Para el PSOE, suspender a los diputados en este momento es situarse junto a la derecha y, sobre todo, insuflar oxígeno a los independen­tistas en plena recta final de la campaña. La semana se ha saldado con imágenes icónicas para ERC y JxCat, que han protagoniz­ado la constituci­ón de las Cortes. Una suspensión apoyada por el PSOE permite al independen­tismo argumentar que el diálogo que pregona Pedro Sánchez es una farsa. Y podría provocar los primeros roces entre los socialista­s y sus socios de Unidas Podemos. Una orden inequívoca del Supremo de suspenderl­os ahorraría problemas con los de Pablo Iglesias. En Catalunya, los comunes votaron en contra de la resolución del instructor Pablo Llarena a modo de declaració­n política, aunque luego apoyaron en la práctica la sustitució­n de los diputados presos como se pedía en la orden judicial.

Desde el punto de vista del PSOE, lo ideal sería que el Supremo hiciera como el juez Llarena, o sea, que diera una instrucció­n explícita. Pero el Supremo estima que no estamos en el mismo supuesto: para empezar, en el Parlament no había suplicator­io que pedir porque sus diputados no cuentan con esa protección y, sobre todo, se estaba en plena instrucció­n, no al final del juicio.

Para el Supremo, es importante que los diputados sean suspendido­s, ya que esa decisión es coherente con la que tomó Llarena, pero si hay algo que preocupa a la sala que está juzgando a los líderes del procés es que se le atribuya haber perturbado el ejercicio del la actividad parlamenta­ria cuando este caso llegue a instancias judiciales

El PSOE no quiere suspender a los presos antes de las elecciones para no dar alas al independen­tismo

europeas. Una intervenci­ón que pueda considerar­se invasiva de las competenci­as de las Cortes y que, para colmo, puede alterar las mayorías, ya que la absoluta quedaría en 174 escaños en lugar de 176, es un riesgo que el magistrado Manuel Marchena y los otros miembros del tribunal tienen claro que no se van a permitir. Así que tendrá que decidir la Mesa del Congreso, antes o después del 26-M. El conflicto se obstina en regresar una y otra vez a su ámbito original: la política.

Para el TS es clave que no se le atribuya haber perturbado la acción parlamenta­ria cuando el caso llegue a Europa

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EFE Parte del tribunal que juzga a los líderes del procés
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