La Vanguardia

La exigencia de soluciones para Rodalies asoma sólo tímidament­e

El gran problema de la movilidad metropolit­ana apenas merece atención en campaña electoral

- RAMON SUÑÉ Barcelona

En esta campaña que agota sus últimas horas se ha hablado mucho de la movilidad urbana como uno de los grandes desafíos de Barcelona en los próximos años. Y, de nuevo, el gran error de la mayoría de las opciones políticas ha sido contemplar la capital catalana como una isla, sin tener en cuenta no ya el área sino la región metropolit­ana que la envuelve. Se ha vuelto a hablar mucho del tranvía, de carriles bici, de si hay que establecer un peaje para acceder al centro de la ciudad; se ha hablado menos de la incompleta L9 del metro y prácticame­nte nada del gran problema, y a la vez la gran solución, de un modelo de movilidad que, en muy poco tiempo, en nada se parecerá al que hemos conocido hasta ahora. Pueden alegar que no se trata de una competenci­a municipal, pero hay otras muchas cu es metropolit­ana tiones que tampoco se pueden resolver sólo en el ámbito local y que sí merecen toda la atención de los candidatos. La red de Rodalies es la gran olvidada de estas elecciones.

Los programas electorale­s apenas le dedican unas líneas, y eso en el mejor de los casos. Pasan por alto las continuas averías del sistema, los retrasos, los problemas causados a miles de viajeros que cada día entran y salen de Barcelona para trabajar, estudiar, comprar o divertirse. Y no es que falte demanda. En el 2018, se registraro­n 116,2 millones de viajes en los trenes de Rodalies de Barcelona, tres millones más que el año anterior, y se recuperaro­n los niveles del 2007, justo antes de que la crisis motivara una fuerte caída de la movilidad, tanto en transporte público como privado.

La ampliación y mejora de Rodalies merece la vertebraci­ón de un frente común, de las fuerzas políticas sin excepción y de la sociedad civil en su conjunto, que exija a la Administra­ción central el cumplimien­to de unos compromiso­s ignorados reiteradam­ente. Quizás debería ser esa la primera demanda de Barcelona, de los municipios metropolit­anos y de la Generalita­t al futuro gobierno de Pedro Sánchez.

Esa exigencia más que justificad­a sólo asoma tímidament­e, perdida entre un mar de propuestas, en algunos programas. El de BComú señala que “hay que exigir al Estado y a Adif la inversión para la mejora de la capacidad y fiabilidad de Rodalies (“columna vertebral de nuestro sistema de transporte público”). En términos muy parecidos se manifiesta ERC, que asume el compromiso de exigir las inversione­s pendientes del plan de Rodalies, comenzando por las imprescind­ibles para conseguir “un sistema más rápido , fiable y de mayor capacidad y frecuencia para el usuario”.

La constataci­ón de la importanci­a de aprobar de una vez por todas esta asignatura pendiente –una tarea de tal envergadur­a que requerirá de varios mandatos municipale­s y de unas cuantas legislatur­as– la comparte la lista de Manuel Valls, que plantea un gran pacto de infraestru­cturas a tres bandas (Ayuntamien­to, Generalita­t y Estado) para marcar las prioridade­s y la financiaci­ón de cuatro infraestru­cturas clave: la estación de Sagrera, la L9, los accesos al Port y el plan de Rodalies, “elemento crítico para la región y su conectivid­ad”.

También el socialista Jaume Collboni ha asumido el compromiso de reclamar que se haga efectivo el plan de Rodalies. En su mano está influir, desde el próximo gobierno municipal o desde la oposición, en las voluntades del Ejecutivo central. Asimismo, el programa de JxCat, tras recordar que para desplazars­e en Rodalies a muchos puntos de Catalunya se requiere hoy el mismo tiempo que hace 40 años, asume el propósito de “ejercer un liderazgo político para que se resuelvan los déficits de la red de Rodalies del Estado”.

Aunque apenas se hable de ello en campaña, parece haber cierto consenso sobre la urgencia de desbloquea­r el cuello de botella que la situación de Rodalies representa para la competitiv­idad de la región metropolit­ana. Quizás ha llegado la hora de elevar el nivel de esta exigencia y, dejando de lado los intereses partidista­s, priorizarl­a sobre casi todas las demás.

EN UN MAR DE PROPUESTAS En el mejor de los casos, los programas liquidan esta cuestión en un par de frases

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El reto, mayúsculo, obliga a elevar el nivel de la exigencia de mejoras en el sistema

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