La Vanguardia

Estirpe ganadera de bravura y nobleza

FERNANDO DOMECQ SOLÍS Criador de toros de lidia (1946-2019)

- PACO MARCH

Ni el torero mata al toro, ni el toro mata al torero, los dos se juegan la vida al mismo azaroso juego

José Bergamín

La informació­n genética que aporta el toro de lidia a través del cromosoma hace a esta raza única en el mundo”. Esa era una de las conclusion­es de un estudio encargado por las universida­des de Sevilla y Córdoba hecho público en el 2015.

A la crianza, cuidado, estudio y selección de tan singular raza bovina, para gloria de la tauromaqui­a, dedicó más de cuarenta años Fernando Domecq Solís, que ha fallecido a los 73 años de edad víctima de un cáncer que le apartó de su actividad taurina hace ya un tiempo, transcurri­do desde la discreción que, junto a su trato siempre afable, fue su divisa por la vida.

Nieto, hijo y hermano (Juan Pedro y Borja Domecq Solís) de ganaderos fundaciona­les de distintos hierros sin los que no se explica la historia del toreo en las última décadas, Fernando Domecq inició su andadura primero en Jandilla para luego adquirir Zalduendo, hierro histórico al que sumó el lote que, por reparto, le

correspond­ía de Jandilla. Ya al frente de la ganadería de Zalduendo, la primera corrida la lidió en 1992 iniciando así una larga singladura que la llevó a lugares de privilegio tanto en las preferenci­as de los toreros como de los aficionado­s, coincidenc­ia no muy habitual, por cierto. Toros definidos desde unas hechuras armónicas y en las que bravura y nobleza se daban la mano. Y es que Fernando Domecq tenía una idea del toreo que se propiciaba con mayor grado de fiabilidad desde las mencionada­s caracterís­ticas.

Dos hitos lo confirman. El toro Jarabito, lidiado por Emilio Muñoz en la Feria de Abril de 1999 y la corrida de la Semana Grande de Bilbao del 2006, premiada como la más completa y con un triunfo memorable de Enrique Ponce.

Jarabito, paradigma de toro bravo y noble, se iba tras la muleta que, planchá y frontal, le presentaba el torero de Triana con la mano izquierda para que surgieran naturales largos, hondos y arremataos y la Maestranza toda olvidó sus solemnes silencios para ser una explosión de júbilo, ese que provoca la emoción del toreo verdadero, tan raro de ver y que cuando surge, como con Jarabito y Emilio Muñoz, se queda en el alma para los restos.

En el 2014, Fernando Domecq vendió la ganadería a Alberto Bailleres,

Nieto, hijo y hermano de ganaderos de distintos hierros, estuvo en los de Jandilla y Zalduendo

La lidia del toro Jarabito en la feria de Abril de 1999 fue uno de los hitos de su carrera como criador

magnate mexicano, al tiempo que se empezaba a echar en falta su presencia en los callejones y los tendidos de las plazas de toros. Ahora ese adiós es definitivo pero queda su huella humana y , en la historia de la tauromaqui­a, la de quien supo enaltecerl­a a través de lo que la justifica y la hace y seguirá haciendo perdurar en el tiempo: el toro bravo.

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JERO MORALES / EFE Fernando Domecq junto al matador Morante de la Puebla

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