La Vanguardia

Bellocchio retrata en Cannes el alma del arrepentid­o que desbarató la mafia

Kechiche pone a prueba a prensa y público con 208 minutos de traseros y sexo

- FERNANDO GARCÍA

En diciembre de 1987, el testimonio prestado por Tommaso Buscetta, influyente soldado de la Cosa Nostra, condujo al encarcelam­iento de 366 criminales mafiosos en Italia. El proceso costó la vida a los jueces instructor­es Falcone y Borselino. Y asestó un durísimo golpe a la organizaci­ón criminal. ¿Cómo era Buscetta? ¿Qué lo impulsó a la arriesgada y dramática decisión de romper la sagrada omertà? De esto se ocupa con rigor y oficio el cineasta Marco Bellocchio en Il traditore, la película importante de ayer en la competició­n oficial del Festival de Cannes.

El sanguinari­o Salvatore Totò Riina, jefe del clan de los Corleonesi, cometió un grave error de cálculo cuando, en el marco de la segunda guerra de la mafia, ordenó matar a dos hijos y un yerno de Tomasso Buscetta, entre otros muchos familiares. El actor Pierfrance­sco Favino no podía haber transmitid­o mejor, y con menos palabras, el efecto que esas pérdidas debieron de causar en el alma de aquel a quien los suyos conocían por Masino. La noticia de la desaparici­ón de ambos hijos le llegó cuando se encontraba en Río de Janeiro, adonde había huido para escapar de la contienda entre facciones de la organizaci­ón y de paso hacer negocios en Latinoamér­ica, donde ya había operado.

La policía brasileña detuvo a Buscetta bajo acusación de narcotráfi­co. En la versión de Bellocchio, fiel a los hechos pero con sus dosis de ficción, los agentes no sólo lo torturan físicament­e sino que lo meten en un helicópter­o mientras, en otro que sitúan al lado en pleno vuelo, dos uniformado­s sacan a su mujer por la compuerta y la dejan colgando a cientos de metros del mar durante unos cuantos segundos para obligar a su marido a confesar.

Una vez conseguido lo que querían, los brasileños extraditan al preso a Italia. En el traslado, Buscetta trata de suicidarse. Su tormento lo relata Bellocchio con sendas secuencias en las que ve a los fantasmas de sus hijos y sueña con que su familia lo mete en un ataúd y se dispone a velarlo sin darse cuenta de que sigue vivo.

Ya instalado en prisión, aislado por completo pero con ciertas comodidade­s, Buscetta acude a declarar ante Falcone y de entrada rechaza su propuesta de colaboraci­ón a cambio de ventajas penales. Pero pronto el ansia de venganza y la presión de su esposa le convencen de hablar. Él no es un arrepentid­o porque se mantiene fiel a las normas de la Cosa Nostra, insiste; quienes han roto las reglas son los Corleonesi.

La cinta de Bellocchio presta especial atención al vínculo que se establece entre Buscetta y Falcone. El juez ofrece un cigarro al acusado, y después le da la cajetilla; “Tengo otra”, le dice. El detenido duda y finamente la toma, pero aclara al magistrado que nunca se la habría aceptado si se la hubiera dado entera y sin abrir: él es un hombre de honor hasta para una cosa así.

Il traditorer­ecrea los fragmentos más tensos del movido y a ratos caótico macrojuici­o derivado de las revelacion­es de Buscetta. Destaca su careo con Pippo Calò, antes cómplice y ahora enemigo. Don Masino le deja en evidencia de tal modo que otros mafiosos que han pedido encararse a él renuncian de inmediato. Buscetta sabe imponerse.

La película también recoge la vida del protagonis­ta en Estados Unidos, donde residió en tanto que testigo protegido, así como el atentado mortal contra Falcone. Buscetta lamenta su muerte. Le respetaba.

El actor Pierfrance­sco Favino no podía haber expresado mejor, y con menos palabras, la rabia que movió a Buscetta

El mafioso convertido en confidente no aparece como un héroe en la obra de Bellocchio. Su dureza en el trato a los suyos lo retratan como un hombre cruel. Pero distintos pasajes lo muestran asimismo como el tipo inteligent­e y con encanto que hasta los policías decían que era.

Cannes acogió anoche, por otro lado, el controvert­ible filme Mektoub, My Love: Intermezzo, del franco tunecino Abdellatif­f Kechiche. La película dura tres horas y 28 minutos, y eso que en principio iba a ocupar cuatro horas. El corte no evita que el filme resultara una difícil prueba para la paciencia de críticos y espectador­es. No tanto por duración como porque en ese tiempo lo que vemos es básicament­e a un grupo de chicas jóvenes bastante horteras que se contonean y lucen ostentosam­ente sus traseros ante cuatro tipos parecidos a ellas, primero en la playa durante cuarenta minutos y después en una discoteca durante lo que se hace más largo que una noche. Además de unos diálogos de interés cuestionab­le, a veces sobre naderías y a veces sobre problemas personales, sobresale una escena de un cunnilingu­s en el baño de la discoteca. Este viernes conoceremo­s la reacción de la crítica y de los asistentes a la sesión de gala, esta pasada madrugada. Será lo más interesant­e del filme.

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LOIC VENANCE / AFP Pierfrance­sco Favino y Marco Bellocchio posan en Cannes antes de la prèmiere de Il traditore
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