‘Superkid’
Dirección: David Yarovesky Intérpretes: Elizabeth Banks, Jackson A. Dunn, David Denman, Jennifer Holland Producción: EE.UU., 2019. 91 min. Terror El hijo no viene a inventar nada ni a ponerse medallas artísticas. No tiene otra pretensión que la de ofrecernos un producto de consumo eficaz y bien confeccionado. En el género en que se inscribe, el terror con altas dosis de suspense, es un filme tan logrado como el que firmaban, allá por los años ochenta, Fred Walton, Jack Sholder o Wes Craven, pero, ojo, sin guiños, sin enarbolar ese revisionismo ochentero a menudo molesto que tanto se lleva estas últimas temporadas. Su premisa es un disparate, pero si la aceptas te lo pasas la mar de bien. Todo gira alrededor de un niño malo, malísimo, una auténtica amenaza para la humanidad, exactamente como el Damien de La profecía o, mejor, de La profecía 2, que era una obra menos seria y más dada al pasatiempo sin coartadas, como ésta. El caso es que esta referencia enlaza con otra, la serie Smallville, sobre la infancia y juventud de Clark Kent, pues el pequeño diablo tiene similar origen, cayó literalmente del cielo y fue adoptado por un matrimonio de granjeros que no podían tener hijos. ¿Hace falta añadir que el mocoso está dotado de superpoderes?
La película está hecha, por así decirlo, en familia. Los guionistas son Brian y Mark Gunn, hermanos de James Gunn, que ejerce de productor y es el director de Guardianes de la galaxia y
Guardianes de la galaxia 2 (y de la 3, prevista para 2021) y productor ejecutivo de los dos últimos episodios de Los Vengadores; vamos, un titán del blockbuster a quien le apetece financiar productos de menor presupuesto. El director, David Yarovesky, tuvo como actor un pequeño papel en Guardianes de la galaxia y en 2014 ya había dirigido otro largometraje de terror, The hive,
protagonizado por Sean Gunn, otro hermano de la dinastía. Su trabajo es sólido y funcional, sin concesiones sentimentales. Y va directo al grano: te atrapa desde el principio y ya no te suelta.
¿Quién puede matar a un niño?,
preguntaba el título del clásico de Chicho Ibáñez Serrador; viendo El hijo, la respuesta es inmediata: “Yo mismo”.