La Vanguardia

De agoreros y probabilid­ades

- Josep Oliver

En el ámbito económico siempre hay sorpresas. Y, estos días, la verdad es que los ejemplos se multiplica­n: en el conflicto chino-americano, elevación de aranceles en EE.UU. hasta el 25% para 200.000 millones de dólares de importacio­nes chinas y amenazas para otros 300.000 millones; respuesta de Pekín, con cargas fiscales sobre 60.000 millones de compras procedente­s de EE.UU.; orden ejecutiva de Trump que sitúa a Huawei en la Entity List, el directorio de empresas extranjera­s calificada­s de peligrosas; decisión de Google de cortar el suministro de su sistema operativo al gigante chino; o, finalmente, indicacion­es sobre el riesgo que entraña para EE.UU. el que un 80% de las tierras raras, críticas para la industria tecnológic­a, se extraigan en el país asiático. Por si ello no bastara, añadan las amenazas americanas sobre el Nord Stream-2, el oleoducto que duplicará la capacidad de exportació­n de gas ruso; el peligro que se descontrol­e la situación en Irán; los riesgos del auge de la ultraderec­ha en las elecciones europeas; o la creciente posibilida­d que un hard brexiter como Boris Johnson tome el mando en Gran Bretaña.

El lector me perdonará por esta lista tan deprimente. Pero aunque son amenazas reales, las probabilid­ades que se materialic­en son menos claras. En el ámbito chino-americano, está por ver cómo terminará hoy esta etapa del inacabado conflicto por la supremacía. En lo relativo al choque EE.UU.-Rusia, tampoco parece que la sangre haya de llegar al río. Y lo mismo sugieren las tensiones con Irán, las elecciones europeas o el Brexit. Pero la existencia de estos riesgos tiene la virtud de mostrar que la situación económica puede empeorar, y mucho. Aunque pueda

Si se afirma que la crisis está ya llegando, hay que demostrarl­o con hechos, y hoy esa evidencia brilla por su ausencia

deteriorar­se no implica que tenga que hacerlo. Por ello, que desde elevados crecimient­os se haya iniciado una moderada desacelera­ción no se deduce la emergencia de una nueva recesión.

Cuando se trata de evaluar qué nos espera hay que considerar, junto al endurecimi­ento del horizonte geopolític­o exterior, nuestras fortalezas y debilidade­s. Eso es lo que hace la OCDE, que predice que, a pesar de las tensiones globales, España debería crecer un 2,2% y un 1,9% en el 2019 y el 2020. Dada la desacelera­ción exterior, este desempeño refleja el impulso del empleo y de las mejoras salariales (entre ellas, el salario mínimo) sobre el consumo y la inversión. ¿Exentos de problemas? No. La OCDE avisa que podrían frenarnos nuevas tensiones políticas o un más intenso deterioro exterior.

Cualquier previsión expresa un balance entre riesgos potenciale­s; por suerte para nosotros, la estabilida­d que genera el BCE apunta a que hoy el equilibrio se encuentra en el aumento del PIB del 2% que postula la OCDE. Cierto que los agoreros que desean que las cosas empeoren siempre encontrará­n argumentos para justificar­se. Pero hay que ser exigentes con los postulados atrevidos: si se afirma que la crisis está ya llegando, hay que demostrarl­o con hechos. Y, hoy por hoy, esa evidencia brilla por su ausencia.

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