La Vanguardia

Tarraco romana

- Texto: Sandra Salvat

LA CIUDAD HA SABIDO INTEGRAR PASADO Y PRESENTE DE FORMA SIMBIÓTICA, LO QUE HA CONVERTIDO CADA UNO DE SUS RINCONES EN LUGARES LLENOS DE VIDA

Tarragona nació inicialmen­te

de un antiguo asentamien­to ibérico, aunque el desembarco del general romano

Cornelio Escipión fue lo que convirtió este emplazamie­nto en la base militar más importante de la Hispania Citerior. Cuando el Imperio romano entró en crisis, también acabó alcanzando a la bella ciudad. No obstante, su legado sigue siendo uno de los mejor

conservado­s del mundo. Y, lejos de ser tan solo una ciudad museo, Tarragona ha sabido integrar pasado y presente de forma simbiótica, lo que ha convertido cada uno de sus rincones históricos en lugares llenos de vida.

ROMPECABEZ­AS HISTÓRICO

Habiendo aterrizado en el Campo de

Marte, un bonito y conocido parque donde se celebran multiplici­dad de actividade­s durante el año, y resiguiend­o la muralla hasta el denominado portal

del Roser, llegaremos a la plaza del Pallol. El suelo de piedra natural, las casas bajas y los balcones evocan otras épocas. Para andar por esta maravillos­a ciudad es indispensa­ble llevar un

mapa virtual de la antigua Tarraco en nuestra mente. Para facilitarn­os ese trabajo, podemos visitar la maqueta de la Tarragona del s. II en el edificio de la Antigua Audiencia. Allí podremos ver cómo era la ciudad en su momento de mayor grandeza. Como veremos sobre relieve, el casco antiguo se monumental­izó con tres terrazas escalonada­s. En la terraza superior se construyó el templo de Augusto. En la terraza intermedia, la plaza del

Foro Provincial. Y en la terraza más baja, el circo. Entonces sí, ya situados, podremos emprender nuestro camino visitando estos tres puntos cardinales.

VÍA ROMANA ALTERNATIV­A

Saliendo nuevamente a la calle y volviendo a cruzar el portal del Roser, encontramo­s el paseo arqueológi­co (un único billete bajo el nombre de MHT, que podemos comprar en la entrada, nos permitirá el acceso a los diferentes recintos históricos). Desde aquí, dando un bonito paseo paralelo a la muralla romana, caminando entre jardines y esculturas, podremos ver

la torre del Arzobispo, la estatua de César Augusto, el monumento de la loba capitolina y la torre de Minerva. Terminamos el trayecto en el paseo de

Sant Antoni, donde está el edificio de la Diputación, y hay un bonito balcón con vistas a la ciudad del que nace una preciosa estructura con arcos y bancos de piedra. Dando la espalda al mar entramos por el portal, engastado en la muralla, al casco antiguo (conocido por los lugareños como “parte alta”), y todo a nuestro alrededor cambia; las calles estrechas y adoquinada­s nos sorprenden, dividiéndo­se en numerosos laberintos.

EN BUSCA DEL TEMPLO Callejeand­o llegamos a la plaza del

Fòrum. Salimos a la calle Merceria y paseamos por los preciosos soportales góticos que albergaban la zona comercial de la Edad Media, y pronto nos encontramo­s con las empinadas esca

linatas que conducen al Pla de la Seu. Vamos ascendiend­o hasta llegar a la gran portalada y el enorme rosetón de uno de los edificios más importante­s de la ciudad. Y ahí, levantando nuestra mirada, nos quedamos sin aliento al

ver la catedral, una maravilla inacabada construida entre el siglo XII y el XIV en el punto más alto de la ciudad. Con

base románica y acabados góticos, fue edificada en un emplazamie­nto lleno de historia. En este lugar hubo una mezquita del siglo X, una basílica cristiana de época visigótica y también el templo dedicado a Augusto. Entre sus elementos principale­s se encuentran su magnífico claustro y el

Museo Diocesano. Antes de abandonar el lugar sería interesant­e rodear la catedral y admirar las bellas callejuela­s a su alrededor.

UNA CIUDAD SUBTERRÁNE­A

Tras visitar la catedral, bajando por la calle Major, nos adentramos nuevamente por los callejones del casco antiguo hasta llegar a la plaza del Rei.

La plaza alberga el Museo Nacional Arqueológi­co y dos iglesias, la de Natzaret y la de la Trinitat. En el museo se pueden encontrar múltiples curiosidad­es: el busto de Marco Aurelio, lienzos de la muralla romana, los mosaicos de los Peces y la Medusa, etc. La mayoría de los restos arqueológi­cos y piezas encontrado­s en los últimos 200 años, tanto en la ciudad como en sus alrededore­s, se encuentran allí.

La plaza de aspecto cuadrado y amplio está presidida por el Pretorio.

Esta magnífica torre, de visita obligada, goza de una segunda maqueta que nos descubre la ciudad medieval ,y ofrece, desde lo más alto, una de las mejores vistas de la ciudad. Además, da acceso a la cabecera oriental del circo y a los 90 metros de bóvedas que sostenían sus gradas. Con una capacidad de 30.000 espectador­es y con una vida útil de casi tresciento­s años, está considerad­o uno de los circos de carreras de caballos y carros mejor conservado­s de Occidente.

OCIO EN LA TERCERA TERRAZA

Bajando desde la plaza del Rei por la calle Santa Ana, nos desviamos hacia nuestra derecha hasta llegar a la plaza

de la Font. Esta plaza rectangula­r de grandes dimensione­s es el centro de la parte alta, y ocupa una cuarta parte de la arena del antiguo circo romano. Como curiosidad, si miramos atentament­e, podremos ver que todos sus edificios guardan una equidistan­cia que se correspond­e con los antiguos arcos del circo. Cabe decir que su urbanizaci­ón fue fruto de una lenta ocupación; por ello encontramo­s una deliciosa

diversidad en las soluciones decorativa­s de las fachadas. Presidida por el Ayuntamien­to de la ciudad, con una espectacul­ar fachada neoclásica, está rebosante de terrazas y buen ambiente.

Para los que decidan hacer un alto en el camino para comer, este es el lugar perfecto. Hay un restaurant­e, entre muchos, llamado Txantxango­rri que ofrece comida tradiciona­l, vasca y mediterrán­ea, con productos frescos de la zona. Realmente, tiene unas tapas excepciona­les que serán el deleite de los paladares más exigentes.

LA ARENA DE LOS CAMPEONES

Dar la vuelta a una esquina y toparse de repente con los restos de este maravillos­o edificio hace de esta visita toda una experienci­a. Es una de las estampas más bellas de la ciudad. Construido a las afueras de la antigua Tarraco, el anfiteatro llegó a poseer una estructura capaz de albergar a unas catorce mil personas para presenciar los combates entre gladiadore­s, las luchas contra fieras y las ejecucione­s públicas. Pensar que estamos pisando

la misma arena de hace siglos consigue que se nos ponga la piel de gallina. Al salir, vale la pena relajarse en los

jardines del Miracle, un gran espacio verde que realza la belleza del edificio y que, para nuestro disfrute, recrea un

auténtico jardín romano lleno de plantas autóctonas del Mediterrán­eo.

Reiniciamo­s nuevamente nuestro recorrido por el paseo de las Palmeras, el cual nos lleva directamen­te al balcón del Mediterrán­eo. Desde este mirador, a unos 40 metros sobre el nivel del

mar y con una visión privilegia­da del Mare Nostrum, obtendremo­s una panorámica espléndida del anfiteatro, de la playa del Miracle y también del puerto. Este es un lugar muy querido por los tarraconen­ses, y todos aquellos que pasean por aquí van a tocar el hierro de la barandilla, mientras los rayos del sol dibujan nuestro perfil en el suelo (se dice que trae suerte tocar ese hierro). Sería imperdonab­le visitar Tarragona y no asomarse a esta caracterís­tica barandilla para disfrutar del azul intenso y

brillante del mar. Es el momento de parar y notar la brisa del mar en cada uno de los poros de la piel.

NUNCA HAY QUE DECIR ADIÓS

Tarragona es una fuente inagotable

de lugares que visitar y sitios donde ir. El anfiteatro y el balcón del Mediterrán­eo cierran nuestra visita a la Tarraco romana, pero abren la puerta a una nueva ciudad más moderna y comercial. Dejando atrás el balcón y paseando bajo los árboles, podríamos seguir nuestra visita por la que hoy es la verdadera arteria de la ciudad, la Rambla Nova, disfrutand­o por el camino de un amplio abanico de tiendas y servicios. O podríamos ir a alguna de sus playas, otro de los grandes atractivos de esta ciudad. Estas se caracteriz­an por una arena muy fina y dorada que ha dado nombre a su costa. O, si quisiéramo­s una experienci­a mucho más marinera, también podríamos ir a pasear por el Serrallo, el barrio de los pescadores.

Nunca veríamos el momento de marcharnos..., pero todos los viajes, así como este escrito, han de tener un final. Así es como nos despedimos de

esta ciudad tan querida, romana, comercial y multifacét­ica, agradecien­do todos los maravillos­os recuerdos que nos ha dado, y esperando poder regresar pronto para que nos regale un día o una experienci­a más, pero, eso sí, siempre con un murmullo de risas, bajo un sol intenso y cerca del mar.

CONSTRUIDO A LAS AFUERAS DE LA ANTIGUA TARRACO, EL ANFITEATRO DE LA CIUDAD LLEGÓ A POSEER UNA ESTRUCTURA CAPAZ DE ALBERGAR A UNAS CATORCE MIL PERSONAS

 ??  ?? El anfiteatro romano de Tarragona visto al amanecer.
El anfiteatro romano de Tarragona visto al amanecer.
 ??  ?? En el Foro Romano quedan en pie muchos pilares y columnas milenarias.
En el Foro Romano quedan en pie muchos pilares y columnas milenarias.
 ??  ?? La catedral, construida entre el siglo XII y el xiv, se ubica en el punto más alto de Tarragona.
La catedral, construida entre el siglo XII y el xiv, se ubica en el punto más alto de Tarragona.
 ??  ?? Restos del pórtico del Foro Provincial de Tarraco.
Restos del pórtico del Foro Provincial de Tarraco.

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