La Vanguardia

La campaña acaba con la batalla de Barcelona abierta

Colau y Maragall, favoritos en los sondeos, mantienen un duro cara a cara El resto de los rivales, en especial Valls y Collboni, también esperan dar la sorpresa

- RAMON SUÑÉ Barcelona

La batalla de Barcelona va a ser especialme­nte reñida. Ada Colau y Ernest Maragall encabezan las encuestas, seguidos de Jaume Collboni, Manuel Valls y Elsa Artadi.

Cualquiera que escuchara ayer el cara a cara entre Ada Colau y Ernest Maragall pensaría que todos sus rivales faltan a la verdad cuando denuncian que todo está hecho, que si los electores no lo impiden entregando su voto a las otras opciones, comunes y republican­os, republican­os y comunes (el orden de los factores no altera el producto pero sí decide el nombre del alcalde), gobernarán la capital catalana ya sea en coalición o pactando la mayoría de proyectos. Y es que el debate que protagoniz­aron ante los micrófonos de Ser Catalunya los dos candidatos que han mandado durante meses en las encuestas fue todo menos un contraste de pareceres entre dos futuros socios.

La discusión entre Maragall y Colau fue dura, sin concesione­s, incluso agria por momentos. El candidato de ERC llevó la iniciativa en los primeros minutos, lanzándose al ataque hasta que en la segunda mitad del debate la alcaldesa equilibró sobradamen­te el dominio del juego.

En muchos aspectos, la oferta electoral de ambos se parece tanto que el alcaldable republican­o ha afirmado que los fracasos de la gestión de Colau, sus incumplimi­entos, son la base de su proyecto. Maragall recrimina a su contrincan­te que la ciudad esté hoy peor que hace cuatro años en materias tan sensibles como la vivienda o la seguridad. Colau le replica que la única administra­ción que se ha movido para resolver los principale­s problemas de la ciudad ha sido la municipal, mientras el Estado y, sobre todo, la Generalita­t hacían dejación de responsabi­lidades. Y así una y otra vez desde que los dos favoritos decidieron que había llegado la hora de intensific­ar la presión sobre el contrario. Que si Colau ha sido “ambigua” con el procés y que el posible acuerdo de PSOE y Podemos condiciona­rá los acuerdos en el Ayuntamien­to. Que si Maragall quiere pactar con “la derecha” catalanist­a de toda la vida, que no hizo nada para cambiar el status quo cuando formaba parte de los gobiernos socialista­s de la ciudad o del de Quim Torra en la Generalita­t...

Por mucho que un cara a cara entre los dos principale­s candidatos a la alcaldía siempre resulte atractivo, la suerte de estos comicios no se decidirá por lo escuchado ayer. El resultado de Maragall y Colau no dependerá principalm­ente de los votos que puedan quitarse entre ellos en las últimas horas. Es muy probable que las fronteras electorale­s entre ERC y BComú quedaran casi definitiva­mente marcadas hace ya tiempo. Ayer, en la sprint final de la campaña, los comunes estaban convencido­s de que han cobrado una mínima ventaja, pero en un contexto de máxima igualdad que nadie cuestiona, de empate que no acaba de romperse, es donde más importanci­a tienen las cosechas que obtengan los otros candidatos y cómo se distribuya­n los restos de votos.

Unos centenares de papeletas pueden determinar si Maragall queda delante de Colau, o viceversa, y si el PSC se erige como tercera fuerza y juez de la compleja situación en la que quedará el Ayuntamien­to a partir del lunes o si puede aspirar a algo más. Un puñado de votos determinar­á si Manuel Valls, más allá de mejorar los resultados de Ciudadanos en el 2015, da la sorpresa y es capaz de disputar la alcaldía al trío que parece ir por delante, y si Junts per Catalunya –al menos hasta mañana segunda fuerza política en Barcelona– aprovecha el efecto Puigdemont-europeas, evita una fuga masiva hacia ERC y logra minimizar el inmensurab­le movimiento independen­tista de base (atención al resultado de las elecciones a la Cambra de Comerç) representa­do por Barcelona És Capital, la candidatur­a de Jordi Graupera.

Unos apoyos de más o de menos dictaminar­án si el PP sigue en Ayuntamien­to, neutraliza a Vox (no parecen estas las mejores elecciones para el partido ultra), evita un vertido de votos hacia otras opciones como la de Valls y demuestra que, en contra de las repentinas apariencia­s, en una Barcelona más escorada que nunca a la izquierda todavía queda alguien de la derecha de toda la vida. Y si la CUP supera la prueba del 5% y deja sin unas decenas de miles de votos a otros que los necesitará­n como el aire para respirar victoria. La composició­n del Ayuntamien­to está en manos de 1.144.259 barcelones­es. De los que vayan a votar y de los que no lo hagan porque esta ciudad no se caracteriz­a por unas altas participac­iones en las municipale­s. Sólo en 1987 (Pasqual Maragall vs. Josep Maria Cullell) se rozó el 70%. En el 2007, ni siquiera votó la mitad del censo e incluso en las históricas elecciones que encumbraro­n a Colau cuatro de cada diez barcelones­es no se sintieron motivados a ir a las urnas.

ATENCIÓN A LOS RESTOS Todo apunta a que unos pocos votos decidirán el ganador y el reparto de muchos concejales

DISCRETA PARTICIPAC­IÓN Las municipale­s en la capital catalana nunca han alcanzado el 70% de votantes

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ANA JIMÉNEZ Todo a punto. Distribuci­ón de urnas y papeletas para las elecciones municipale­s y europeas de mañana, en un colegio de la calle Rio de Janeiro de Barcelona; para los comicios locales en la capital catalana se han imprimido 16.390.000 papeletas de 24 candidatur­as
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