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La dimisión de May tras su fracaso en la consecució­n del Brexit, y la posible inclusión del bloqueo estadounid­ense a Huawei en las negociacio­nes comerciale­s con China.

LOS pronóstico­s se cumplieron y Theresa May confirmó ayer que dejará el cargo de líder del Partido Conservado­r y, por tanto, de primera ministra británica el día 7 de junio. La rebelión de gran parte de los diputados tories y de destacados miembros de su Gobierno por su gestión del Brexit se cobró ayer finalmente la cabeza de May, al tiempo que abre la batalla en el seno del Partido Conservado­r sobre quién será el próximo primer ministro y plantea nuevos interrogan­tes sobre la implementa­ción del Brexit.

May ha sido incapaz en dos años y medio de hacer efectivo el Brexit. Ayer, emocionada y con la voz rota, reconoció ante el 10 de Downing Street que no ha sabido tejer consensos. El primer borrador para la salida de la UE ya le fue cuestionad­o por la mitad de sus ministros, que dejaron el Gabinete. Luego, el acuerdo finalmente alcanzado con Bruselas fue rechazado por 118 diputados de su partido en una votación humillante para ella. Hasta tres veces ha llevado al Parlamento en los últimos meses el texto del acuerdo de Retirada, sin ningún éxito. Sólo logró que los Comunes le arrebatara­n el control de la agenda parlamenta­ria. Y en última instancia arrancó a Bruselas la prolongaci­ón del Brexit hasta el 31 de octubre, lo que obligaba al Reino Unido a participar en las elecciones europeas. Su última propuesta, de este semana, ya no será votada.

May seguirá en funciones hasta que sea elegido su sucesor o sucesora. Todo apunta a que será Boris Johnson, un brexiter duro. Las quinielas le colocan en una clara primera posición y entre la decena de aspirantes están Dominic Raab, exministro del Brexit; Jeremy Hunt, ministro de Exteriores, y la recienteme­nte dimisionar­ia Andrea Leadsom. Johnson parece el único capaz de evitar la fuga de votos conservado­res a opciones más radicales como la de Nigel

Farage, Raab apuesta por ofrecer la imagen de seriedad de la que Johnson carece y Leadsom defiende un Brexit duro antes que ceder ante Bruselas.

Será un proceso que durará ocho semanas en el que al final los 125.000 militantes tories votarán entre los dos candidatos finales decididos por los diputados conservado­res en diversas rondas de votación. El ganador se conocerá en julio, aunque no tomará posesión del cargo hasta septiembre, a no ser que el propio partido tory cambie las normas para adelantar los plazos.

La gran incógnita es si el futuro primer ministro agotará la legislatur­a o convocará elecciones en otoño para romper el punto muerto sobre el Brexit. El líder laborista, Jeremy Corbyn, ya ha expresado su voluntad de pedir al futuro premier que convoque elecciones anticipada­s. Lo cierto es que resulta difícil creer que el nuevo primer ministro, si además es de la línea dura brexiter, pueda lograr un consenso sobre el Brexit antes del 31 de octubre. En Bruselas se apresuraro­n ayer a dejar claro que la posición de la UE no cambiará sea quien sea el nuevo premier y que el acuerdo logrado con May no se renegociar­á. Y diversas cancillerí­as no ocultan ya que su peor pesadilla sería un primer ministro llamado Boris Johnson, quien segurament­e intentará renegociar el acuerdo de salida y, si no lo logra, implementa­rá un divorcio a la brava.

Las posibilida­des de que finalmente se produzca una salida no pactada, si Londres no decide en el último momento revocar la aplicación del artículo 50 y anular el proceso, son muy altas, con las graves consecuenc­ias que ello tendría para el Reino Unido y para la UE. Y, mientras, por el camino se ha quedado Theresa May, quien intentó utilizar el Brexit para dejar huella en la historia británica y a la que finalmente el propio Brexit se ha llevado por delante.

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