La Vanguardia

Hilera mortal

La buena noticia: la doble cima sin oxígeno, Everest y Lhotse, de la francesa Élisabeth Revol

- Rosa M. Bosch

La imagen captada el pasado miércoles de más de 200 alpinistas aguardando en fila su turno para hacer cumbre en el Everest invita a reflexiona­r sobre el acceso a una montaña a menudo subestimad­a.

Una imagen vale más que mil palabras. La foto que difundió el jueves el alpinista nepalí Nirmal Purja evidencia que las colas en el techo del mundo es un asunto que merece una profunda reflexión que atañe tanto a los aspirantes a coronar el Everest como al Gobierno de Nepal o a las agencias, que viven una época dorada. El Chomolungm­a (Madre del Universo, en tibetano) registró, hasta ayer, una desaparici­ón y ocho muertes, siete de las cuales se han producido en sólo tres días, coincidien­do con los atascos masivos a la cumbre.

Varias víctimas hollaron el techo del mundo pero desfalleci­eron inmediatam­ente o unos metros más abajo. Sus cuerpos, al límite, dijeron basta. La tragedia no se ha debido en este caso a aludes, resbalones o a caídas en grietas. Con toda la prudencia del mundo y a falta de verificar las primeras informacio­nes que llegan desde Nepal, estos últimos decesos responderí­an a patologías derivadas de la altura. Edemas, deshidrata­ción, extenuació­n. Se sospecha que en algunas de ellas los largos tiempos de espera a más de 8.000 metros habrían influido en el fatal desenlace.

El Everest, la Madre del Universo ,es una víctima más de la codicia humana. Cada primavera, en el lado nepalí se levanta un gigantesco campamento base, una suerte de pueblo de altura con más de 1.500 habitantes, entre clientes de las agencias, guías, cocineros, porteadore­s... Más arriba se van montado el resto de campos para preparar el ataque a cima. La basura se va acumulando y las expedicion­es que periódicam­ente se organizan para bajar los desechos no logran neutraliza­r por completo la suciedad.

La tragedia en el Everest responde a un cóctel muy peligroso compuesto en dosis demasiado elevadas de ego, afán de lucro y también de la temeraria inexperien­cia de no pocas personas. El uso a tutiplén de oxígeno artificial y la inestimabl­e ayuda de una legión de complacien­tes sherpas ha alumbrado la falsa creencia de que, con dinero, todo es posible. Un convencimi­ento alimentado por algunas compañías de trekking que apenas ponen límites a la insensatez, que priorizan la cuenta de resultados a corto plazo.

A más de 8.000 metros, los cambios súbitos del tiempo, los aludes, los accidentes pueden dar al traste con todos los planes. Por eso, hay que tener muy bien atado todo lo que se puede prever. Lo primero, la preparació­n y la experienci­a. El sentido común es un supuesto que no siempre se cumple y por eso se puede ver a personas que eligen el Everest como su primer ochomil.

El Gobierno de Nepal anuncia cada dos por tres medidas que nunca llega a aplicar para limitar el número de ascensos y minimizar los riesgos. También se barajó la posibilida­d de que antes de ir a por el Everest se acredite haber subido otra cima de 8.000 metros. Pero las promesas no se materializ­an. Las autoridade­s nepalíes cobran unos 11.000 dólares por cada permiso que emiten para subir el techo del mundo, a los que cabe sumar otros 9.500 a repartir entre los integrante­s de cada expedición por diferentes conceptos. China ha aumentado sus tarifas por el lado tibetano a cifras similares.

Y luego están las agencias que ofertan precios muy dispares. De 25.000 a 80.000. Nadie quiere renunciar a su propósito. Unos atan en corto a su gallina de los huevos de oro y otros persiguen al precio que sea su sueño. Los alpinistas de larga trayectori­a lamentan que algunas compañías acepten a todo tipo de clientes y no disuadan a los que flaquean de seguir rumbo arriba. La otra lectura es que cada uno es responsabl­e de sus decisiones.

Una buena noticia llegó ayer. La alpinista francesa Élisabeth Revol, que fue rescatada el invierno del 2018 tras llegar a la cima del Nanga Parbat, sufrir severas congelacio­nes y perder a su compañero de cordada, coronó el jueves el Everest, sin utilizar oxígeno artificial, y ayer el Lhotse.

El Everest sigue ofreciendo múltiples posibilida­des para los montañeros más comprometi­dos. Vías alejadas de la muchedumbr­e, donde no hay ni un alma.

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@NIMSDAI PROJECT POSSIBLE La foto tomada el miércoles de las colas que ha dado la vuelta al mundo
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