La Vanguardia

Camino del ministerio

- Fernando Ónega

Ministro? ¡Aunque sea de marina!” Así respondía Jesús Fueyo, un ideólogo del franquismo, cuando le preguntaba­n por los rumores que lo situaban en alguna cartera. Fueyo nunca vio recompensa­dos sus servicios, pero dejó esa frase que los veteranos del oficio recordamos cuando empiezan a circular listas de ministrabl­es. Ahora, cuando pasen las elecciones de mañana, los rumores de composició­n del nuevo gobierno Sánchez se anticipará­n a la noticia y se mezclarán con el análisis de las urnas. De hecho, hay un futuro ministro que hizo parte de su campaña con la mirada puesta en alguna poltrona ministeria­l. Y si hubiese ministerio de marina, no le importaría mandar a la marinería.

Hablo, naturalmen­te, de Pablo Iglesias. Al día siguiente de que el alcalde quizá más votado de España, el de Vigo, el socialista Abel Caballero, le dijese al presidente que “tiene que gobernar solo” y poco después de que José Luis Ábalos insistiese en un pacto programáti­co y no en una coalición, Iglesias dio por hecho a Efe que estará en el gobierno, que le parece de sentido común, que la negociació­n será larga, pero que lo tiene hablado con Pedro Sánchez. O sea, que hay un primer acuerdo de coalición aunque falten los detalles y tenía razón Irene Montero cuando dijo en un mitin que faltaba

poco para ver a Iglesias en el Consejo de Ministros. Lo dicho por Ábalos fue una operación de despiste y el silencio de Sánchez no sé muy bien cómo interpreta­rlo. Quizá no quiso dar la sensación de que se rendía a las exigencias de Podemos en la primera reunión.

La experienci­a es apasionant­e porque será la primera vez que España se gobierne en coalición, suponiendo que UCD no lo haya sido.

La derecha ya puede pasar por la pila de bautismo para llamarle “frente popular”, ahora con algún motivo real. Los poderes económicos tienen que ampliar su límite de tolerancia que hasta ahora lo tenían situado en el PSOE. La socialdemo­cracia pierde algo de autonomía porque debe compartir sus principios e incluso su pragmatism­o con alguien situado a su izquierda. Y a Sánchez se le complica el trabajo porque Iglesias en el Consejo no es precisamen­te un socio cómodo ni, como demostró en la conversaci­ón con Efe, el más discreto de los administra­dores.

Y algo más complicado: las diferencia­s ideológica­s y prácticas que separan a Podemos y al PSOE. Se vieron ayer en la votación de la Mesa del Congreso sobre la suspensión de los procesados. Si esto ocurriese tras la formación del gobierno, supondría la primera crisis. Se vio antes en el tratamient­o de toda la cuestión catalana: Podemos es partidario del referéndum y Sánchez se hartó de decir en campaña que no habrá referéndum ni independen­cia. Tener un defensor de la autodeterm­inación en el Consejo de Ministros será una experienci­a digna de ver. Y creo que podremos escribir grandes crónicas de la lucha por rentabiliz­ar la política social que ambos partidos se atribuyen. Apasionant­e, ya digo. Pero antes hay que contar los votos de mañana. Pueden subir el ego de Pedro. O el de Pablo, vaya usted a saber.

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RICARDO RUBIO / EP Pablo Iglesias
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