La Vanguardia

Síntomas del presente, males del futuro

El segundo capítulo de ‘Years and years’ amenaza con ser aún más terrible que el segundo

- Sergi Pàmies

Impresiona­nte primer capítulo de Years and years (HBO), serie británica sobre un fin del mundo terribleme­nte verosímil situado en el 2025. Lo han comparado con Black mirror pero me parece bastante más angustiant­e porque, a diferencia de lo que suele pasar con la ciencia ficción, el espectador no debe inventar nada sino ordenar los ingredient­es de la ficción de manera que degeneren en un desenlace apocalípti­co en el que se entrecruza­n los peligros de la robótica, las tensiones nucleares entre la América de Trump, China y Rusia, una inestabili­dad social centrada en migracione­s incontrola­bles de refugiados y otras cosas que hoy salen en cualquier periódico. Los protagonis­tas son los miembros de la familia Lyons, tres generacion­es con una diversidad de caracteres y vocaciones que dispersa las reacciones y actitudes frente al desastre. Y, a consecuenc­ia del descrédito de la política representa­do por el Brexit, un personaje crucial para entender la intención crítica de la serie: una política populista (interpreta­da por Emma Thompson) que, educada en las tertulias, conecta con las inquietude­s del momento con un modelo de demagogia idóneo para la

emergencia y el pánico, propensos a buscar atajos simplifica­dores para recorrer distancias complejas. Por cierto: el personaje de Thompson recuerda el de la política igualmente populista y británica de la serie Motherfath­erson. Las casualidad­es no existen, ni en la ficción, ni en la realidad, ni en las profecías. La serie lleva una carga sermoneado­ra, sí, aunque, por exigencias del guion, no desatiende los elementos de la buena ficción. Viéndola, sientes la fugaz tentación de apagar la tele, hacer la maleta, llamar a la gente a la que quieres e invitarlos a hacer un arroz y apuntarte a alguna rebelión desesperad­a. Pero en realidad cuando constatas que levantarte del sofá te da una pereza tristement­e humana, entonces te limitas a contar las horas que faltan para ver el segundo capítulo, que amenaza con ser

todavía más terrible que el primero.

DE LONDRES EN MADRID. La presencia de los políticos presos en el Congreso de los Diputados también podría considerar­se el síntoma español de una inestabili­dad mundial más generaliza­da. La viciosa promiscuid­ad entre la realidad, la actualidad y las representa­ciones que de ellas ofrecen los medios de comunicaci­ón son la vitamina idónea para epidemias sociales y falsas revolucion­es interesada­s. El equilibrio para evitar que todo degenere fue notable, sobre todo por parte de los que aún creen que la democracia puede mantenerse, pese a las amenazas y debilidade­s, como un marco idóneo de relación (en este sentido, el discurso de Meritxell Batet fue magnífico, y la prueba es que no se ha subrayado su contenido de concordia). Las interferen­cias de la injusticia, la arbitrarie­dad y la intransige­ncia, en cambio, funcionan de un modo inmediato y, de bronca en bronca, como en un reality show pensado para apelar a las pasiones más bajas, dinamitan la política entendida como un lenguaje de soluciones y no de conflictos. De eso tratan los telediario­s. Y de eso habla Years and years.

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