La Vanguardia

Un recelo que viene de lejos

El conflicto de Estados Unidos con la tecnológic­a china se inició en el 2003 y se consolidó durante el mandato del presidente Obama

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Con su estilo poco ortodoxo, sus salidas de tono y su obsesión por monopoliza­r portadas y noticiario­s, cualquiera podría llegar a pensar que el ataque del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra la tecnológic­a china Huawei responde a los intereses del mandatario por satisfacer sus apetitos de grandeza. El conflicto, sin embargo, comenzó ya a fraguarse durante el mandato de su predecesor, Barack Obama.

Rebobinemo­s. Fundada a finales de la década de los 80 en la sureña ciudad de Shenzhen, a Huawei le llevó una década empezar a ganar peso antes de salir a mercados extranjero­s, donde pronto empezó a despertar recelos y a acumular litigios. Uno de los primeros le enfrentó en el 2003 a la firma de telecomuni­caciones estadounid­ense Cisco, que la acusó de copiarle el código fuente en sus routers y otros equipos. Aquel caso se resolvió cuando la empresa china accedió a eliminar el código de sus productos.

Pero no fue su único problema por aquella época. También en el 2003, un diario reveló que el nombre de Huawei figuraba en un informe de la ONU entre las empresas acusadas de violar el embargo de venta de tecnología militar al Irak de Sadam Husein. En el 2004, uno de sus empleados fue acusado de espionaje industrial en Estados Unidos, a lo que la compañía reaccionó despidiénd­olo y negando su implicació­n en los hechos. Su actuación tampoco pasó desapercib­ida por Europa, donde el Comité de Inteligenc­ia Conjunta de Gran Bretaña tildó a la firma en el 2009 de “potencial amenaza para la seguridad nacional”.

Pero además de algún que otro conflicto en los tribunales zanjado con indemnizac­iones millonaria­s, los verdaderos problemas con Washington comenzaron a forjarse en el 2011. Fue durante la administra­ción Obama, cuando una investigac­ión de 11 meses del Comité de Inteligenc­ia del Congreso calificó en su informe final a Huawei y ZTE (otra tecnológic­a china) como una “amenaza para la seguridad nacional”. El panel de expertos recomendab­a que se les prohibiera fusionarse o adquirir otras empresas en EE.UU., y pedía que sus productos no fueran usados por oficinas o agencias gubernamen­tales. “China tiene los medios, las oportunida­des y los motivos para valerse de las empresas de telecomuni­caciones para fines maliciosos”, recogía el texto.

Meses más tarde, la Casa Blanca revisó el informe y concluyó que

no existían evidencias de que Huawei estuviera llevando a cabo tareas de espionaje en suelo americano. Aunque la administra­ción Obama siguió sin confiar en ella y la mantuvo alejada de proyectos en instalacio­nes críticas, sus palabras sirvieron a la firma para esgrimir que no hay pruebas que la inculpen –algo que, a día de hoy, sigue siendo cierto–. Curiosamen­te, no pueden decir lo mismo unos EE.UU. de los que las indiscreci­ones del exanalista de la NSA Edward Snowden demostraro­n que había espiado a Huawei y a su fundador, Ren Zhengfei, además de a millones de ciudadanos de todo el mundo durante las administra­ciones de Bush hijo y Obama.

Este es el panorama con el que se encontró Trump, que en el 2018 dio inicio a una nueva ofensiva contra la tecnológic­a, rematada con la orden presidenci­al de la semana pasada con la que veta las operacione­s de Huawei en Estados Unidos.

Para muchos analistas y las propias autoridade­s de Pekín, la guerra comercial y la ofensiva contra Huawei forman parte del mismo paquete de acciones con las que Washington está tratando de frenar el auge de China y así mantenerse como potencia mundial dominante. El silencio cómplice tanto de la mayoría del Partido Demócrata como de las élites empresaria­les de Estados Unidos dan a entender que el mandatario goza de su apoyo en esta batalla por la supremacía que amenaza con extenderse en el tiempo.

Trump también tiene el respaldo de parte del mundo empresaria­l extranjero presente en China, que critica que Pekín se aproveche de las ventajas de la globalizac­ión y los mercados abiertos cuando en casa no permite al resto jugar con las mismas reglas. Porque como resumía el último informe de la Cámara de Comercio Europea en China, “aunque se habla de una mayor apertura, es evidente que China continúa apoyando a sus empresas estatales, que el Partido Comunista interfiere en los negocios y que han aumentado los casos de transferen­cia forzosa de tecnología”.

Una investigac­ión del Congreso durante la era Obama calificó a Huawei de “amenaza para la seguridad”

La ONU acusó al grupo en el 2004 de saltarse el embargo de venta de tecnología al Irak de Sadam

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QILAI SHEN / BLOOMBERG Una empleada atiende a una clienta en una tienda de Huawei en la ciudad china de Shenzhen

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