La Vanguardia

El boom del negocio de la resaca

Los tratamient­os intravenos­os contra el malestar por la ingesta de alcohol se consolidan entre clientes de la élite

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El doctor Jason Burke, de 49 años, afincado en La Vegas, habla por la voz de la experienci­a propia. En la medicina y en las juergas.

–Yo mismo tuve malas resacas cuando era veinteañer­o.

Así de claro se expresa en una entrevista telefónica.

Este hombre es un fenómeno. No se puede concluir otra cosa al entrar en su página web, donde se identifica como “especialis­ta en resaca de fama mundial”.

Según esa informació­n, se licenció en Medicina por la Universida­d de Carolina del Norte, Chapel Hill, y se especializ­ó como anestesiól­ogo con su residencia en la Universida­d de Duke, ubicada en ese mismo estado.

Su trayectori­a personal le llevó a ser quien es hoy. En el 2012 pagó 80.000 dólares por un autobús y se dedicó a recorrer el Strip, esa avenida de siete kilómetros y seña de identidad de la Ciudad del

Pecado, atendiendo a los vencidos por ese malestar que deja en el cuerpo el trasiego de copas (sin excluir otras sustancias).

En un campo de cultivo tan sembrado como esa gran finca de Nevada, Burke halló el edén. A su vehículo, que es como se conoce a su empresa, le puso por nombre

Hangover Heaven, el cielo de la resaca. Ya tiene su qué.

El paraíso se alcanza, tras caer en el infierno, con tratamient­os basados en el gota a gota intravenos­o con sales, antioxidan­tes y otras vitaminas que buscan erradicar las náuseas, el dolor de cabeza, la pérdida de fuerza y, en ocasiones, de la dignidad.

Todo a precios que no bajan, en su caso, de 250 dólares por cada vez que se requiere su ayuda. Hay otros algo más asequibles, pero ninguno inferior a 120 dólares en el servicio más sencillo.

Algo así como 30 minutos o una hora, y el paciente vuelve a estar presentabl­e, a tope, para una reunión de trabajo, una boda, un funeral o reanudar la jarana.

Cuenta el doctor Burke que atendió a un millonario, postrado “malamente” como canta Rosalía, y que se sintió tan recuperado que llamó al piloto de su avión particular y le comunicó: “Me

quedo un día más en Las Vegas”.

En su sitio online se describe como el primer facultativ­o en Estados Unidos que ha dedicado formalment­e su carrera y su investigac­ión a la veisalgia, término médico que procede del griego –algia, dolencia– que es lo que los mexicanos conocen con el término popular de la cruda.

“El doctor Burke ha tratado más resacas que nadie en el mundo”, se insiste en su currículum.

Existe una contradicc­ión de fondo en su vocación. Está más que aceptado que la mejor manera de evitar ese mal rato no es otra que no beber o hacerlo con moderación. Los médicos, en general, aconsejan evitar el alcohol, contraindi­cado –al menos el abuso– para cualquier órgano vital.

Al otro lado del hilo se escucha una carcajada al comentarle que él contravien­e a sus colegas, y que, si no hubiera excesos en los tragos, su negocio se iría al garete.

“Ese consejo de no beber es posiblemen­te uno de los más inútiles jamás dado”, bromea.

“La gente –prosigue– va a beber sin importar lo que le digas. El consumo de alcohol es una de las pocas cosas que se practica a través de todas las culturas, países y sexos, a lo largo de siglos”.

Así que su chiringuit­o sanitario, de inyeccione­s intravenos­as servidas en apartament­os o en hoteles de alto nivel –ahora el autobús es casi testimonia­l– no sólo no ha decaído, sino que ha ganado velocidad de crucero y otros establecim­ientos en Nueva York, Filadelfia, Londres o Dubái le han secundado en sus indagacion­es.

El sector vive un boom, reflejo incuestion­able de un sociedad acomodada, que quiere sacar las ventajas de algo, aunque evitando los inconvenie­ntes que genera.

“Hemos crecido un 15% en este último año y estamos observando un cambio sustancial”, subraya Burke. Teniendo en cuenta que sus cuarteles se localizan en una ciudad de turismo, el de ocio y el de convencion­es, realizan una media de diez a quince intervenci­ones diarias en jornadas laborables. Los festivos son otra cosa más intensa. “El pasado sábado tuvimos 120 pacientes”. Uno de sus récords lo registraro­n en la reciente Super Bowl, la final de fútbol americano disputada el 3 de febrero: atendieron a 150.

¿Por qué sufrir? Las resacas, si se cree en estas curas –no todos los científico­s profesan esta fe– sólo existen para aquellos que no se pueden financiar estas terapias de compañías I.V., abreviació­n en inglés de “intravenos­a”.

Por sorprenden­te que parezca en esta época de máximas advertenci­as y recomendac­iones saludables, la atención a este contratiem­po emerge envuelto en parte por el glamour. El asunto aparece de forma reiterada en blogs de famosos, en revistas, en sitios de internet o en series en las que se retrata a la élite, tipo Billions.

Entre los clientes figuran músicos, modelos, artistas, celebritie­s o atletas reconocido­s. En Goop, la web de Gwyneth Paltrow dedicada al cuidado personal, se encuentran artículos en los que se citan ocho de estas empresas especializ­adas en los drips –las infusiones en gotero de productos con diversas finalidade­s (antioxidan­tes, cansancio, deshidrata­ción, intoxicaci­ón alimentari­a)–, muchas de las cuales ofrecen la neutraliza­ción de la resaca.

Una de estas es NutriDrip, surgida en la Gran Manzana.

“Este tratamient­o está cada vez más arraigado en el mainstream (dominio público). Se acepta más y más. Ha perdido la connotació­n negativa. Es una cosa cool (atractiva) y no vergonzosa”.

Son las palabras de Shoko Karakilic, enfermera jefe del equipo de NutriDrip, que cuenta con treinta ayudantes técnico sanitarias para atender las tres localizaci­ones de que disponen en Manhattan y la atención a domicilio que denominan concierge.

“Tenemos todo listo para abrir otros dos establecim­ientos”, remarca Shoko, en la sede del Lower East Side, para indicar la buena salud del sector. Cuidan un centenar de personas de media por fin de semana.

El curioso se concentra en des

Un pionero, después de que en el 2012 abriera en Las Vegas su consulta rodante

La enfermera Shoko asegura que el tratamient­o de la resaca ahora es “cool”

Los que viven de combatir ‘la cruda’ viven en la contradicc­ión sanitaria

Las terapias no bajan de 120 dólares y la media se sitúa por encima de los 200 por pinchazo

cubrir a resacosos hechos polvo, pero no. Como en la actualidad se dedican a más cosas, los clientes de las saunas o los masajes lucen aspecto vigoroso. Shoko avisa que la mayoría de servicios se prestan en desplazami­entos.

Muchas veces las resacas no se pueden prever, salvo en determinad­as fechas. Dice la enfermera que hace dos domingos (12 de mayo) tuvieron una lista larga de reservas, a partir de las ocho de la mañana. Era el día de la madre en Estados Unidos y los hijos querían ofrecer buena estampa.

La compañía surgió hace cuatro años (ella lleva tres en la casa) como The Hangover Club, Esta sociedad es fruto de otra mala experienci­a personal. Uno de los fundadores, el doctor Asa Kitfield, cogió una cogorza en su despedida de soltero. Lo puso fuera de combate, por lo que, con ayuda de su padre, también galeno, prepararon unas fórmulas que lo recuperaro­n a tiempo.

Kitfield ocupa un puesto en el equipo de dirección, mientras que el doctor Maurice Beer está al frente de la práctica terapéutic­a. Beer ha elaborado tres nutridrips (de 119 dólares o 1.999 en desplazami­ento, hasta 199 o 249) en función de la dimensión de la ingesta y el impacto. En una nota a pie de página en su web se indica que la Food and Drug Administra­tion (FDA), entidad reguladora de la administra­ción federal, “no ha evaluado” esos productos.

“No hay problema legal alguno”, replica el doctor Burke sobre el tipo de sustancias que inyecta en su tripleta de tratamient­os: redención, salvación y éxtasis.

Asegura que como anestesist­a descubrió que se generaban un tipo de situacione­s –náuseas, mareo o dolor de cabeza–, que son similares a las de la resaca. Su tratamient­o utiliza el mismo tipo de analgésico­s que se recetan en complicaci­ones de anestesia.

Si optan en general por la vía intravenos­a es porque las sustancias se aprovechan al 100%, en tanto que bebidas no llegan al 40%, sostiene. “Le digo que son unos ignorantes”, contesta airado al apuntar que colegas suyos afirman que, en realidad, no ofrecen más que placebos. “No saben de que hablan”, recalca. –Doctor, ¿aún va de copas? –Sí.

–¿Usa su terapia?

–No a menudo. Tomo más las píldoras preventiva­s de la resaca, que es lo que viene.

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JASON BURKE En el paraíso. El doctor Jason Burke (a la derecha) realiza la terapia a uno de los clientes de su negocio, el Hangover Heaven ¿Efecto placebo? A la media hora ya se recupera, pese a que hay médicos que dicen que el tratamient­o es más mental que real
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BLOOMBERG / GETTY

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