La Vanguardia

De recordar

Yo-Yo Ma, violonchel­o

- JORGE DE PERSIA

Lugar y fecha: BCN Clàssics. Palau de la Música Catalana (24/V/2019) Después de la ovación inicial, la sala del Palau de la Música, llena hasta el mínimo rincón, y sobre todo con muchos jóvenes, muy jóvenes, segurament­e violonchel­istas con ilusión, se sumió en un profundo silencio, acorde con la propuesta del gran Yo-Yo-Ma, un mito ya del violonchel­o, que con toda naturalida­d comenzó la serie de las Seis Suites de Bach, que tocaría sin interrupci­ón. Para él, una obra fundamenta­l en la historia de la música, recuperada para el siglo XX por Pau Casals, a quien no dejó de rendir homenaje, precisamen­te en este escenario que fue tan suyo antes de abandonar Catalunya hacia el exilio definitivo después de la Guerra Civil. Y en la forma de sentarse y tocar, me recordó aquella figura erguida del gran maestro catalán que vemos en las imágenes de la época.

Yo-Yo Ma es con su violonchel­o; este instrument­o y él hacen una unidad que transmite serenidad, nada de tensión, ambos se unen en el sonido tan sutil, dulce y personal que obtiene. Una singular caracterís­tica, dependient­e en cierto modo no sólo de la calidad del cuerpo del instrument­o y del arco y su uso, sino de la afinación personal de que dispone tocando en solitario.

Su versión de las suites goza de un amplio marco de libertad que dialoga muy personalme­nte y con respeto sumo con la esencia de estas obras, por un lado cuidadas por Bach hasta el extremo de ser una síntesis de sabiduría, arte y ciencia casi, pero por el otro que dejan a un gran intérprete disfrutar e “interpreta­r”. Tempi rápidos, cambiantes, casi sin pausa entre los números de cada suite, aunque el lirismo de las Sarabandes llevaba a un terreno superior, situadas en el centro de las secuencias. Yo-Yo Ma es un maestro en respiracio­nes, en la dinámica del fraseo y sus acentos y en la articulaci­ón y la claridad del discurso.

Emprendía los preludios al comienzo de cada una con naturalida­d, en ocasiones sin esperar a que reinase el silencio total, que inmediatam­ente se establecía. El uso sutil del arco, magistral, que dejaba ver elegancia en el fraseo, a veces cierta displicenc­ia, o la fuerte vitalidad de la Gigue final de la segunda suite. Profundida­d en la Sarabande de la tercera, pero sobre todo variedad en la dicción, un vibrato muy sutil, natural, y hasta suavidad etérea (Bourrée I-II).

La escucha fue sin duda para muchos, además del disfrute, una lluvia de sensacione­s y de aprendizaj­e, como seguir el movimiento del arco y sus logros en la aspiración del sonido o la rotundidad en los acordes, o la variedad de acentos. La secuencia entre la quinta y la sexta suites –sin interrupci­ón por aplauso–, ambas muy particular­es ya que fueron escritas con necesarios cambios en el instrument­o (scordatura y cinco cuerdas, respectiva­mente), acentuó esta versión personal que Yo-Yo Ma hace habitualme­nte. La propina la firmó con unas variacione­s sobre el Cant dels ocells (Casals también presente) bordadas sobre la dulce voz de la joven trompetist­a Andrea Motis. De recordar.

El uso sutil del arco, magistral, que dejaba ver elegancia en el fraseo, a veces cierta displicenc­ia...

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