El pesquero en el que murieron más de 700 personas ahogadas en el 2015 llevaba años en un limbo legal, pero ahora es arte en la Bienal de Venecia
sin precedentes para recuperar los restos a 370 metros de profundidad, el barco sin nombre fue reflotado en junio del 2016 y trasladado a la base de la OTAN de Augusta, en la provincia siciliana de Siracusa. Carlotta Sami, portavoz de Acnur en Italia, fue a verlo en julio con Alejandro González Iñárritu, que quería colaborar en un proyecto para darle una segunda vida que nunca vio la luz. “No lo olvidaré nunca”, promete. “Los bomberos ya habían retirado los cuerpos, que estaban siendo examinados por un equipo de forenses, pero se sentía todavía el olor. Es importante que esté en la Bienal. Espero que las personas que lo visiten se interroguen”.
El equipo forense que analizó los cuerpos estaba formado por jóvenes italianos liderados por Cristina Cattaneo, quien hace unos meses publicó Naufraghi senza volto (Náufragos sin rostro), un libro donde relata su experiencia poniendo nombre a los cadáveres anónimos del Mediterráneo que ha conmovido hasta al papa Francisco. De los más de 600 de los que se ha ocupado, ha logrado dar dignidad a una cuarentena. El caso más conmovedor es el del adolescente maliense que murió en el pesquero. Recuperaron 528 cuerpos de este naufragio, pero ninguno ha podido ser devuelto a sus familias. El chico de Mali era de los más jóvenes, tenía apenas catorce años. “Mientras tocaba la chaqueta, noté algo duro y cuadrado”, escribe Cattaneo. Se encontró con un pequeño papel plegado. Al abrirlo, Bulletin scolaire ,y,en una columna, mathématiques, sciences physiques... Eran las notas de un adolescente que había pensado que su esfuerzo en el colegio era algo tan valioso que le abriría las puertas a alguna escuela europea.
Había muchos proyectos por delante para los restos. La idea del exprimer ministro era llevarlos a Bruselas, pero abandonó el gobierno y se quedó en nada. En Augusta han permanecido tres años hasta que Büchel y su equipo los transportaron por mar a Venecia, donde se quedarán durante toda la Bienal, hasta noviembre. Luego, los planes son que regresen a Augusta como monumento colectivo sobre la migración. Es posible que desde la organización artística, sin embargo, quieran que el proyecto tenga una mayor duración y quizás hacer algún tipo de tour europeo.
El traslado a Venecia no ha estado exento de complicaciones. El barco se encuentra en un limbo legal. Está bajo la custodia del Ministerio de Defensa italiano, pero no quedaba claro si pertenecía a Cultura, al Consejo de Ministros o a otras instituciones italianas. Intervino para ayudar el asesor para Cultura de Sicilia, Sebastiano Tusa, fallecido en el terrible avión Boeing 737 siniestrado en marzo en Etiopía. Su muerte fue otro gran revés para el proyecto. Un día antes de volar, Tusa informó a las autoridades, entre ellos el director general del departamento, Sergio Alessandro, quien se encargó de terminar las gestiones. “Lo que conseguimos fue dejar claro que el proyecto tenía continuidad, que volvería a Sicilia”, recuerda. “Al final era simple: una obra de arte con destino y retorno”.
El resto de la historia del naufragio es conocido. Las autoridades italianas iniciaron una investigación que concluyó con una condena de 18 años de prisión al tunecino Mohamed Alì Malek, de 27 años, el traficante que pilotaba el barco, y cinco para Mahmud Bikhit, sirio y de 25 años, considerado el ayudante y copiloto. Los 28 supervivientes ahora viven en varias ciudades italianas, y otros llegaron a Francia. Y, mientras en Venecia el testigo de la muerte es arte, Italia sigue hablando de inmigración día sí y día también. Con la mano férrea de Matteo Salvini, los puertos están cerrados y llegan menos inmigrantes, pero la ruta es mucho más letal. En el 2015 de cada mil que lo lograban morían 19. Ahora son 293.