La Vanguardia

Anfield en la cabeza y en los pies

-

Sevilla no es Liverpool, pero las consecuenc­ias fueron las mismas para el Barça, que agravó en la final de Copa la profunda herida que sufrió en Anfield. Perdió por muchas razones, pero una de las más importante­s es que el equipo, el club y la hinchada todavía se encuentran en la fase de duelo que sigue a las tragedias. Había algo de irremediab­le en un partido que el Valencia deseaba jugar desesperad­amente y para el Barça suponía más un fastidio que la posibilida­d de la reivindica­ción. Una final con poco que ganar –un grano de trigo en el repleto granero del equipo que ha triturado la competició­n en los últimos 10 años– y mucho que perder. Perdió y la pesadumbre crece en el barcelonis­mo.

El Barça interioriz­ó tanto Anfield que Piqué y Messi dedicaron la previa de la final a repasar el desastre y sus consecuenc­ias. Había más interés por explicar el pasado que por afrontar el presente, como suele suceder en los grandes traumas del fútbol. Todas las señales indicaban la profundida­d de un problema que se agravó en Sevilla, donde el Valencia fue el equipo defensivo y especulado­r de siempre. En el primer tiempo, penalizó los errores defensivos del Barça con dos goles que amenazaron con convertir el viejo Heliópolis en un nuevo Anfield. No lo fue porque, entre otras cosas, el Valencia está en las antípodas

del estilo y la grandeza del Liverpool.

Este melancólic­o Barça estaba retratado en una alineación sin delanteros, o sin sustitutos naturales de Luis Suárez, déficit que ningún Prince Boateng podrá compensar. Sin el uruguayo es una posición vacía desde hace demasiado tiempo. A los suplentes les toca la función de figurantes, caso de Alcácer, o de inexistent­es, como Prince. Es algo que el Barça, y cualquier gran equipo, no se puede permitir, pero que no encuentra remedio, solución o coraje.

Invitaba al desánimo la presencia de Coutinho junto a Messi en un partido que requería pegada y presencia de ánimo. Al brasileño no le adornan ahora mismo ninguna de las dos cualidades. Durante toda la temporada Coutinho ha sido un jugador tristón, decaído, como el Barça del primer tiempo.

El ejercicio de control nunca ocultó la fragilidad del equipo, desarmado ante cualquier adversidad: un resbalón, un contragolp­e, un cambio de orientació­n. Sin exponerse lo más mínimo, el Valencia aprovechó el otoñal primer tiempo del Barça para marcar dos goles y evitarse cualquier sufrimient­o. Una elegante intervenci­ón de Doménech evitó el gol de Messi, y poco más. El Barça se fue al vestuario sin salir de Anfield, con la cabeza en otra parte, el juego plano y la sensación de un nuevo desastre.

La herida siguió abierta hasta el final, porque nadie recordará el valioso segundo tiempo de un equipo que se resistió con abnegación a la derrota. El orgullo y los cambios modificaro­n al Barça, que salió de su mortal atonía para encerrar al Valencia, que dimitió de cualquier aventura ofensiva. Es un equipo de mentalidad ahorrativa. La elogiable reacción del Barça pasó por la sustitució­n del anodino Arthur, un futbolista que parece contagiado por la saudade de Coutinho, y el ingreso de Vidal y Malcom. No se sabe si son futbolista­s a la altura que exige el Barça, probableme­nte no, pero jugaron la final como se debe, sin complejos. El resto correspond­ió a Messi, inédito en el primer tiempo y magnífico en el segundo. Provocó el terror en la defensa valenciani­sta y llevó al Barça tan cerca del empate que los últimos minutos tuvieron un aire de cierto indulto para el equipo, que llegó a la final pensando en Anfield y lo pagó con una derrota que profundiza en su herida.

El equipo, el club y la hinchada todavía se encuentran en la fase de duelo que sigue a las tragedias deportivas

 ?? JON NAZCA / REUTERS ?? Los jugadores del Valencia corren para celebrar el título mientras Leo Messi parece no querer verlo
JON NAZCA / REUTERS Los jugadores del Valencia corren para celebrar el título mientras Leo Messi parece no querer verlo
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain