La Vanguardia

Diseñando

- Pedro Nueno

Hace unos días falleció con 102 años el famoso arquitecto I. M. Pei. En noviembre de 1994 presenté en un importante acto oficial en Shanghai mi proyecto de lanzar allí una escuela de dirección de empresas. Poco después empecé a impartir allí un programa máster, un programa máster ejecutivo y programas para directivos. No tenía ni un euro y para hacer el máster llegué a un acuerdo con una universida­d de allí para que me dejase utilizar una de sus aulas. Conté con profesores, buenos amigos, interesado­s en China y dispuestos a cobrar muy poco con lo que pudiésemos recaudar con las matrículas de los participan­tes. Para hacer el máster ejecutivo (un máster que hacía en fines de semana para quienes ya tenían más de 10 años de experienci­a profesiona­l), algunas empresas me dejaban salas y los programas cortos para diferentes temas de dirección los hacía en hoteles por allí. Todo funcionó muy bien y no tiene mucho mérito porque en China no había escuelas de dirección de empresas y con el país yendo hacia delante con velocidad era lógico que quienes quisiesen hacer una buena carrera como directivos buscasen la forma de prepararse bien.

En un par de años había ahorrado 250.000 euros y unos colegas chinos me decían que con esto se podrían construir un par de aulas en unos terrenos que nos regaló el Ayuntamien­to de Shanghai. Pero un compañero mío de doctorado en la Harvard Business School era el decano de la Escuela de Dirección de Empresas de la Universida­d de California en Los Ángeles, la Anderson Business School, y me había invitado a un acto allí. En el transcurso de aquella visita me enseñó el nuevo edificio que habían construido para la Anderson Business School, que me pareció excelente, y me dijo que se lo había diseñado el arquitecto chino I. M. Pei, que era famoso por su obra maestra, la pirámide del Louvre. Yo pensé que el día que yo pudiese construir edificios para mi escuela en China lo haría con I. M. Pei.

Cuando exploré la posibilida­d vi que el diseño de la escuela con I. M. Pei me costaría todo lo que tenía ahorrado. No fue nada fácil convencer a mis colegas chinos de gastarnos todo el dinero en el diseño de la escuela pero quizás el que I. M. Pei era chino y famoso me ayudó a conseguirl­o.

I. M. Pei me hizo una maqueta de un campus fantástico. Extraordin­ariamente bien pensado para alojar a los alumnos y participan­tes en programas de una escuela de dirección de empresas. Aquella maqueta fue clave para el desarrollo de la escuela. En los noventa una gran parte de las empresas europeas y americanas establecid­as en China tenían su oficina central en Hong Kong. Yo viajaba con la enorme maqueta a Hong Kong y visitaba con ella a esas empresas explicándo­les el proyecto de llevar todas las actividade­s, máster, máster ejecutivo, programas para directivos, a aquel campus fantástico. El impacto de la maqueta fue increíble y en menos de un año conseguí levantar los fondos para construir aquel campus (unos 15 millones

En un centro de formación, en una empresa o en un hospital, la calidad del diseño del edificio contribuye a la calidad de lo que ocurre dentro

de dólares) y en 1996 pude empezar las obras. En 1999 hicimos la inauguraci­ón oficial.

En nuestro campus de Shanghai también tenemos la pirámide del Louvre en el centro y es un lugar muy especial para tomar un café y hacer networking durante los descansos en los eventos importante­s que realizamos en la escuela a los que asisten cientos de empresario­s. I. M. Pei me había explicado la combinació­n de la cultura europea y la cultura china en su diseño. Yo estoy convencido de que el gran éxito conseguido por la escuela tiene mucho que ver con el diseño de su campus. Como arquitecto técnico e ingeniero industrial que soy y en lo que trabajé antes de hacer el doctorado en dirección de empresas en Harvard y reconverti­rme, siempre he pensado que en un centro de formación, en una empresa o en un hospital, la calidad del diseño de los edificios contribuye a la calidad de lo que ocurre en su interior. Y creo que I. M. Pei pensaba lo mismo, y funcionó.

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