La Vanguardia

EL BARÇA FRACASA TAMBIÉN EN LA COPA

Los blaugrana abdican de la Copa ante el Valencia y Valverde queda más tocado

- Juan B. Martínez Sevilla

LOS BLAUGRANA CIERRAN LA TEMPORADA EN CRISIS CON UNA DERROTA SIN PALIATIVOS (1-2) ANTE EL VALENCIA

Messi se quedó brazos en jarra y con la mirada perdida. Piqué, con la cabeza gacha. Busquets, derrengado. Lenglet, lloroso. El Barça había muerto en la orilla del área del Valencia tras un ataque de orgullo que llegó tras otra demostraci­ón de incapacida­d. Una reacción furiosa pero insuficien­te tras una primera mitad imperdonab­le, en la línea de la segunda de Anfield. El Barcelona volvió a ser desbordado por fuerza, por intensidad, por deseo y recibió dos goles. Cansado de recibir golpes sin hacer nada y harto de su sonambulis­mo, el Barcelona despertó, pero tampoco sirvió de nada, y abdicó tras cuatro títulos seguidos en este torneo. No hubo doblete y sí doble mazazo y un mantenimie­nto del luto deportivo tras el dolor de Liverpool. No hubo otra Copa y sí otra noche para demostrar que los cambios en el Barcelona han de aplicarse por la vía de la urgencia. Piqué pidió un análisis a pie de césped para un largo verano. Es necesario.

Que el amor propio, lo mínimo que se puede exigir, no tape todas las carencias físicas, mentales y estructura­les del equipo blaugrana, que ganó la Liga por su pasmosa regularida­d, pero que transmite síntomas de preocupaci­ón en muchos futbolista­s. Como un Busquets avejentado, un Coutinho patético, un Rakitic sin piernas, un Sergi Roberto intrascend­ente, un Semedo incapaz, y así se podría seguir. Messi es más que nunca Robinson Crusoe en medio del naufragio y sólo recibió auxilio de un Malcom voluntario­so y de un Piqué barcelonis­ta.

Salvo Leo, todo lo demás en el Barça pasa al diván. Allí queda Valverde, muy tocado tras este durísimo final de curso y que habrá que ver si sigue. Allí está la secretaria técnica, incapaz de encontrar un nueve y un lateral izquierdo suplentes. Allí se encuentra también la directiva, a la que no le debe temblar el pulso. El Valencia se llevó su primer título en once años, y Marcelino estrena su palmarés tras doblegar por primera vez al Barcelona. Sufrió y venció.

La apuesta por el toque tampoco funcionó. Valverde decidió poblar el once de centrocamp­istas. Arthur y Coutinho, que recibieron el alta antes de empezar, eran titulares en detrimento de Vidal y Malcom, y el técnico tuvo que cambiarlo todo al descanso. Buscaba que su conjunto fuera rehabilitá­ndose a través de la pelota, pero lo que les salió a sus hombres, sin alma y mortecinos, fue una posesión inocua.

Delante el Valencia aplicó una táctica de manual. Es decir, abrigarse con dos líneas tupidas y armar contragolp­es. Aunque si el Valencia estuvo cerquita de avanzarse prontísimo fue más por deméritos de Lenglet que por méritos suyos. El francés cometió una pifia en un corte y entregó el balón a Rodrigo. El delantero sorteó a Cillessen y remató a puerta vacía. Pero antes de que el balón entrara, Piqué lo desvió.

El Barcelona se había salvado, pe

UN INICIO EN ESTADO DE SHOCK En la primera mitad el Barcelona mantuvo el modo sonámbulo de Anfield y recibió dos goles

ATAQUE INSUFICIEN­TE

La reacción de orgullo con Messi como único exponente de calidad no sirvió para forzar la prórroga

ro el decorado no cambiaba. Sergi Roberto y Semedo se mostraban torpes. Por su lado llegó el 1-0, un mazazo a la mandíbula de cristal barcelonis­ta, cuyos futbolista­s eran sonámbulos. Un pase en profundida­d llegó a los pies de Gayà, al que no siguió Sergi Roberto y al que tampoco tapó Semedo. El lateral puso un servicio retrasado hacia el corazón del área, por donde penetró Gameiro. El control y el remate del francés fueron inapelable­s. En ese momento la posesión era del 70% para el Barcelona. ¿Para qué?

Ya entraba el agua en el barco barcelonis­ta, más que nunca un Titanic tras chocar con el iceberg en Liverpool y que andaba a la deriva. El barco se hundía, pero la orquesta no tocaba. La impotencia era manifiesta, y a continuaci­ón se produjo el segundo de los de Marcelino. Ahora, por el otro costado. Soler le ganó por piernas a Alba y puso un centro perfecto a la cabeza de Rodrigo, que remachó a la red. Un repaso de la acción también permitió ver que Semedo dejó de perseguir a Gameiro.

Las únicas señales de vida barcelonis­tas hasta el descanso las protagoniz­ó Messi. Su trallazo desde la frontal obligó a Doménech a sacar una mano espectacul­ar. Ahí se pudo reconectar el Barcelona a la final. Como pudo hacerlo en la segunda mitad, también en las botas de Leo Messi, que se topó con el poste.

Para entonces Valverde ya había rectificad­o. En el entreacto ordenó el ingreso de Vidal y Malcom por Semedo y Arthur. El Barça trató de aplicarse con una garra superior (no era difícil) y encerró al Valencia, mientras el público barcelonis­ta animaba. Y más que lo haría cuando su equipo consiguió reducir distancias. Malcom botó un córner y se elevó Lenglet. Su testarazo lo sacó Doménech y rebotó en el palo. Leo aprovechó el rechace y remachó.

Estalló la grada blaugrana con rabia, y se entusiasma­ron sus futbolista­s. El Valencia temblaba, y más teniendo en cuenta que Parejo se había lesionado. Valverde recurría a Aleñá por Rakitic. El Barça empujaba. Su rival resistía aunque Guedes tuvo dos claras, una de ellas con Cillessen yendo a rematar un córner.

El acoso blaugrana no trajo el empate. El ataque de carácter había llegado tarde. En concreto, 18 días tarde. Los que pasaron de la pesadilla de Anfield al sinsabor de ayer. Los cambios deberían ser obligados.

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FINAL DE LA COPA DEL REY
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PAU BARRENA / AFP

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