La Vanguardia

UNA SOCIEDAD ENFERMA

- BEATRIZ NAVARRO Smyth County (Virginia). Correspons­al

La be eficencia s la nica es eranza a am one personas excluidas stema sanitario de Estados Unidos.

Cinco de la mañana en el aeropuerto de Mountain Empire, en el corazón de la cordillera de los Apalaches. En medio de la oscuridad, decenas de personas empiezan a salir de los coches aparcados sobre la hierba junto a la pista de aterrizaje. Unos se cubren con mantas. Otros van en chanclas. Con caras de sueño, estiran brazos y piernas mientras apuran un cigarrillo o beben una Coca-Cola para espabilars­e.

Christine y David condujeron tres horas la víspera para estar a tiempo. Donna y Caroline, madre e hija, llegaron las primeras y han dormido en una tienda de campaña delante de la puerta. Detrás de ellas entrarán Barbara y su marido, que camina con ayuda de un andador. Las luces se encienden. Se atisban los primeros movimiento­s dentro. “Es un sitio maravillos­o para venir”, comenta sonriente Barbara.

Llegan en procesión, pero no para coger un avión sino para recibir algo mucho más exótico en Estados Unidos: asistencia médica gratuita. “¿Preparados para que empiece la fiesta? ¿Quién tiene el número uno?”, pregunta con entusiasmo una voluntaria de Remote Area Medica (RAM), la oenegé que el pasado fin de semana convirtió el aeródromo en un hospital de campaña. Un lugar “maravillos­o” para los 38 millones de estadounid­enses que no tienen seguro médico (la cifra lleva dos años subiendo), los 40 millones que tienen uno pero no pueden usarlo porque los copagos son privativos o quienes no pueden permitirse ir al dentista o al oftalmólog­o, no incluidos en los planes básicos.

“¿La última vez que fui al médico? No sabría decirte... Creo que estaba embarazada de mi hijo pequeño, y tiene 11 años”, cuenta Christine, asistente de enfermería con problemas de obesidad. ¿Al dentista? “Hace por lo menos 25 años. Tendría nueve o diez años”. Sus hijos están cubiertos por el seguro público básico, Medicaid, pero ella no tiene nada. No lo pueden pagar. Junto a ella, su marido, David, flaco como un alfiler, asiente cabizbajo. Ganan demasiado para estar en Medicaid, pero demasiado poco para pagarse un seguro. Esta la segunda vez que acuden a una de estas clínicas. “La primera vez fuimos por él, para que le sacaran toda la dentadura. Lo necesitaba con urgencia, pero nos pedían mil dólares y no los teníamos. Su salud ha mejorado mucho desde entonces. Esta vez venimos por mí”, cuenta Christine, señalando su mandíbula dolorida.

Hay familias con niños, jubilados, discapacit­ados, trabajador­es mayores pobres... En total, 607 personas –la mayoría, blancos, votantes republican­os y admiradore­s de Donald Trump– fueron atendidas el pasado fin de semana en Smyth County por voluntario­s de RAM. Fundada en 1985 por el británico Stan Brok, el objetivo original de la oenegé era llevar atención médica a lugares remotos de Centroamér­ica, pero empezaron a recibir tantas peticiones de ayuda de EE.UU. que en 1992 se mudaron a Tennessee.

Desde su creación, han realiza

CLÍNICAS AMBULANTES GRATUITAS Fundada para aliviar la falta de médicos en Centroamér­ica, la oenegé trabaja sobre todo en EE.UU.

TRABAJADOR­ES POBRES Y SIN SEGURO Christine: “¿La última vez que fui al dentista? Hace por lo menos 25 años; tendría nueve o diez años”

PRIORIDADE­S DE LOS VOTANTES

“Como cristiana, para mí es muy importante tener en el poder a alguien que cree en Dios”

REFLEXIONE­S DE UN DENTISTA

“Trump podría hacer América grande de nuevo si hiciera que la sanidad fuera pública y universal”

do más de mil clínicas (el 90%, en EE.UU.) y atendido a casi 800.000 pacientes gracias a la solidarida­d de miles de voluntario­s y donantes. A América Latina van de forma puntual. En EE.UU. la emergencia es cotidiana, y organizan varias clínicas al mes. El 39% de sus usuarios no tiene ninguna cobertura médica.

“Me parece absurdo que los pacientes tengan que pasar la noche en el coche, esperando para ver a un médico porque no tiene acceso habitual o no se lo pueden permitir. Es una desgracia nacional que EE.UU. no tenga una sanidad pública universal”, se indigna el dentista local Neil Hollyfield. “El país más rico del mundo debería ser capaz de dar servicios médicos gratis a todo el mundo. Todos los demás países industrial­izado han resuelto este problema salvo nosotros”, lamenta Hollyfield, responsabl­e de la clínica dental, el servicio más solicitado por los pacientes de RAM. A su alrededor, un ejército de voluntario­s trabaja sin pausa en torno a treinta sillones dentales instalados en un hangar del aeropuerto presidido por la bandera nacional. El color marrón y estilo militar del uniforme de los empleados de RAM (que tiene una plantilla mínima) refuerzan la sensación de emergencia que reina en el recinto.

El estado de salud general de estos pacientes es similar o peor al que encuentran en los países más pobres de Centroamér­ica, relatan varios especialis­tas. “Aquí tienen la dentadura en peor estado porque beben más refrescos y tienen más hipertensi­ón, porque la gente no camina, y allí sí”, afirma Kate Brennan, profesora de Enfermería de la Universida­d de Radford (Carolina del Norte). Tampoco pueden pagarse alimentos que aliviarían sus problemas de diabetes. “Es más barato ir al Mc Donald’s que comprar fruta y verdura. Por los mismos 20 dólares tienes muchas más calorías”.

El alto consumo de azúcar y la falta de higiene bucal y de flúor en breza y oportunida­des perdidas”.

La actividad en la clínica es frenética. Las avionetas aterrizan a pocos metros del centro de registro, donde los pacientes eligen entre los servicios dentales y de visión, se les mide la tensión y el azúcar y se les ofrece un chequeo médico general. Por falta de tiempo y recursos, es habitual extraer dientes para cortar de raíz las infeccione­s en lugar de curarlas. No son raros casos como el de David, de extraccion­es de toda la dentadura. Un día quizás recibirá una postiza gratis y podrá sonreír sin miedo, como Barbara.

Muchos se irán con un par de gafas nuevas. Algunos, con un aparato para oír mejor. Otros que padecen problemas pulmonares, frecuentes en la zona, y están incapacita­dos para trabajar pero no lo saben se llevarán un certificad­o que les permitirá solicitar ayudas sociales. Y mientras esperan su turno, podrán hacer un cursillo para aprender a administra­r Naxalone, el antídoto contra las sobredosis de opiáceos.

“No era consciente de la necesidad que había”, comenta un voluntario del laboratori­o de lentes. “Venir aquí realmente abrió mis ojos. El sufrimient­o de esta gente es realmente triste”, añade el estudiante. Los pacientes comparten su diagnóstic­o. “Es una situación muy triste”, “esto no debería ser así”, dicen. Pero sus reflexione­s no pueden ser más diferentes que las de los médicos y voluntario­s que los van a atender gratis.

“Ojalá Trump sea reelegido. Ha militar. Los otros países ya no se meten con nosotros y, si lo hacen, respondemo­s rápido”, ríe. Otros pacientes, como tantos estadounid­enses, no votan: “No sirve para nada. Voté hace 10 años [a Obama] y nada cambió”, dice una mujer que estuvo 20 años sin cobertura médica y ahora se beneficia del Obamacare, la ampliación del seguro básico público que Trump quiere eliminar.

“Por desgracia tenemos un presidente terrible que sólo se preocupa por sí mismo, pero mucha gente le votó y hemos de aceptarlo. A muchos estadounid­enses sólo les importa cómo van las bolsas y no las necesidade­s de los demás”, lamenta D’Angelo. “Es difícil de entender que sean tan pobres y no dejen de votar a un partido que no hace más que erosionar la pequeña red de ayuda que podría salvarlos”, se apena Hollyfield. “Ayer había aquí un paciente con una gorra de Trump. Le dije que estaría bien que el presidente viniera a ver esto en lugar de irse a su mansión de Mar-a-Lago. Realmente podría hacer América grande de nuevo si hiciera que la sanidad fuera pública y universal”.

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 ?? BEATRIZ NAVARRO ?? La única esperanza Unas 600 personas hicieron cola el pasado fin de semana y pasaron la noche en el coche para recibir atención médica, sobre todo dental, en una clínica ambulante de la oenegé Remote Area Medical instalada en un aeropuerto de los Apalaches
BEATRIZ NAVARRO La única esperanza Unas 600 personas hicieron cola el pasado fin de semana y pasaron la noche en el coche para recibir atención médica, sobre todo dental, en una clínica ambulante de la oenegé Remote Area Medical instalada en un aeropuerto de los Apalaches
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El 30% de los pacientes de las clínicas de esta oenegé son trabajador­es pobres, familias que tienen demasiados ingresos para estar cubiertos por el seguro público para pobres, Medicaid, pero ganan demasiado poco para pagar un plan privado
BEATRIZ NAVARRO Trabajador­es precarios El 30% de los pacientes de las clínicas de esta oenegé son trabajador­es pobres, familias que tienen demasiados ingresos para estar cubiertos por el seguro público para pobres, Medicaid, pero ganan demasiado poco para pagar un plan privado

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