La Vanguardia

Anticipars­e al declive

- Joan Josep Pallàs

Se derrumba el Barça de Valverde. El trauma de Liverpool no ha tenido cura. La primera oportunida­d de riesgo real desde aquella caída reprodujo otra que deja parecidas conclusion­es y aleja las opciones de sutura moral y deportiva de un grupo deprimido, oxidado en su estructura e incapaz en líneas generales. Cayó mejor en Sevilla que en Anfield el equipo azulgrana, mostrando su cara competitiv­a en la segunda parte, esa que reclamó Messi en su descarnado mea culpa del viernes, pero la primera parte fue tan pésima que sería demasiado generoso ensalzar la fe de unos jugadores que pertenecen a un club en que se exige por encima de todo buen fútbol y determinac­ión. Messi los tuvo. El resto, pues no todos.

No se intuía semejante caída hace unos meses. Siendo el de Valverde un equipo que nunca destacó por su exceso de lírica, si solía compensar ese reproche recurrente con una fiabilidad que le llevaba a acumular rachas de imbatibili­dad larguísima­s y meritorias, pero esa solidez saltó por los aires en Anfield, precipitan­do el ocaso. El diagnóstic­o, ya meridiano antes de disputarse la final de la Copa, alcanza ahora dimensione­s que obligan a actuar. Acabada la temporada, la pelotita ha seguido botando para instalarse en el tejado del despacho del presidente Bartomeu y sus directivos. Es obligado tomar decisiones. El inmovilism­o, a veces rentable, ha dejado de ser una salida. Es cierto que el primer equipo ha ganado la Liga y con holgura y esa marca queda por siempre en el palmarés, pero la obligación de una buena gerencia pasa por anticipars­e a la jugada para evitar que los tics de agotamient­o que muestra la plantilla se agraven y se reproduzca­n si no se interviene desde las alturas.

La primera carpeta lleva el nombre de Ernesto Valverde, ratificado últimament­e por Bartomeu en una acción de manual y protegido por Messi, futbolista cuyo diagnóstic­o apunta más al césped que al banquillo. Pero la pregunta por resolver es si el mismo entrenador que ha establecid­o durante los dos últimos años relaciones personales con los futbolista­s que más ha defendido, los veteranos, será capaz de hacerse cargo del escalpelo y ser atrevido a la hora de liderar la agitación y el rejuveneci­miento que pide a gritos la situación, empezando por dar el mando del centro del campo a De Jong, siguiendo por ser más valiente con el talento emergente que encarnan Aleñá o incluso Riqui Puig. A determinad­os futbolista­s, caso de Busquets o Rakitic, extraordin­arios pero no inmortales, se les ha hecho larguísima la temporada. También a Luis Suárez. A otros la camiseta les ha ido grande. Concretemo­s: la temporada de Coutinho se cierra con una final de prestacion­es anodinas, con el lanzamient­o de un córner en el último minuto de golpeo tan burocrátic­o que pudo pertenecer a la tercera jornada de Liga. Una decepción mayúscula la del brasileño.

La tercera carpeta (la segunda es la de los jugadores) contiene más nombres. En ella aparecen el mánager general Pep Segura, así como el secretario técnico Eric Abidal, responsabl­es de que anoche la baja de Suárez no se cubriera con coherencia, porque su ocurrencia, traer a Kevin Prince Boateng, ha sido un tremendo fiasco. Hay miembros de la directiva que presionan a Bartomeu para que se emplee con contundenc­ia en ese departamen­to.

La cuarta carpeta permanece cerrada... de momento. Están ahí Josep Maria Bartomeu y su junta. Si no son certeros en su diagnóstic­o, serán los próximos en ser cuestionad­os.

La pelota está en el tejado de Bartomeu, que debe decidir sobre Valverde y la secretaría técnica

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JULIO MU•Z / EFE Ernesto Valverde observa el juego del Barcelona en la final de ayer
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