La Vanguardia

Los secundario­s deciden el poder

- Fernando Ónega

Fue la noche de las sonrisas congeladas y de los pactos nacientes. Se congelaron las sonrisas, porque la evolución del recuento se volvió más favorable al Partido Popular en Madrid, y empezaron a nacer los pactos, porque las mayorías absolutas siguen desapareci­endo y aparecen en escena los secundario­s. De ellos dependen un número indetermin­ado de ayuntamien­tos y varios gobiernos autónomos. Pese a todo, las urnas dejaron dos ganadores: Pedro Sánchez y el independen­tismo. Sánchez revalidó el 28-A y se convierte en el amo. Amo ante todos: ante la derecha, que tiene que dejar de llamarle okupa y otros amables calificati­vos, y ante Podemos, que se dispone a negociar su colaboraci­ón con el gobierno. No todo es de tanto “sentido común” como decía en sus declaracio­nes a la agencia Efe. Ya depende más de la generosida­d y de la necesidad de Sánchez que de sus méritos.

¿Qué ha ocurrido ayer? Que España se ha teñido de rojo, pero de rojo PSOE. Sea porque Pedro Sánchez lo hizo muy bien, porque Pablo Casado no acertó en toda España, o porque se confirma el cambio de ciclo, el Partido Socialista se convirtió en el partido más votado prácticame­nte en todo el país, incluso en feudos tradiciona­les del PP como Galicia y deja a todos sus competidor­es en situación de crisis. Lo único que puede salvar al Partido Popular de una crisis de liderazgo es el buen resultado de Madrid. Bueno, y el de Ciudadanos, que no consiguió el sorpasso. Si lo hubiera conseguido, adiós, Casado.

Pero Ciudadanos, a pesar de no haber conseguido su objetivo, se convierte en partido determinan­te. Puede dar gobiernos municipale­s y autonómico­s a derecha e izquierda. Por poder, podría incluso dar el Ayuntamien­to de Madrid a Manuela Carmena, que ya sería rizar el rizo. Si se inclinase por apoyar al PP, le haría el favor del siglo a Casado, porque le permitiría presumir de gobiernos que numéricame­nte había perdido. La cuestión es el precio que Rivera pueda poner a Sánchez y a Casado.

Ahí reaparece la repetición del pacto a la andaluza, la suma de PP, Ciudadanos y Vox. En algún lugar se puede repetir. ¿Volvemos, por tanto, a los bloques, que habían perdido algo de fuerza? Eso sólo lo podremos decir cuando se cierren los acuerdos. Pero sería, con permiso de Ciudadanos, la consecuenc­ia natural de la ausencia de mayorías absolutas.

Y lo más inquietant­e para el Estado, el independen­tismo. Ayer volvió a demostrar su fortaleza. Se forme la mayoría que se forme en el Ayuntamien­to, se demostró en Barcelona y en las europeas, donde sus líderes, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, obtuvieron escaño. Y con un aviso para los partidario­s de la máxima dureza: la sociedad les da la espalda. Toda una guía política de futuro.

Cs, a pesar de no conseguir su objetivo, puede dar gobiernos municipale­s y autonómico­s a derecha e izquierda

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