La Vanguardia

¡Me van a oír los del Ibex 35!

- Joaquín Luna

Desde que se creó el Ibex 35 en 1992, no gano para disgustos. Me he divorciado, desconfío de mi cuñado, no llego a fin de mes, sufro porque el oso Goiat no encuentra pareja estable y estoy convencido de que mis dos abuelas turolenses falleciero­n por el Ibex 35 y la edad, por este orden.

El Ibex 35 es malo, muy malo. Casi tanto como los judeomason­es, los árbitros del colegio tinerfeño y los simpatizan­tes de la Trilateral, gente toda ella sin la cual mis fracasos biográfico­s sólo serían achacables a las faldas, la mala cabeza y lo piernas que puede llegar a ser uno.

De un tiempo a esta parte, la maldad tiene nombre y se llama Ibex 35. –¿Qué te ha pasado, cariño?

–Es que cuando me viene a la mente el índice, me ofusco. ¿Cómo puede existir gente así en el mundo?

El otro día, a plena luz del día y en la Diagonal, un grupo de ciudadanos estaban dándole una tunda a una joven muy mona que apenas podía decir “¡socorro!”. Me acerqué por si podía ayudar en algo y un señor muy indignado creyó que trataba de colarme.

Sin grandes empresas, España iría mejor y todos podríamos vivir de la pachorra y nuestros ahorros

–¡Oiga! Llevo diez minutos aquí y aún no he podido darle ni un gancho al hígado de la joven.

Al parecer, era la cuñada de un ejecutivo del Ibex 35 que estaba rehaciendo su vida después de un divorcio sonado en Valdepeñas. Llamé a mis amigos para que se vinieran y calculo que nos juntamos 28 agresores, entre administra­tivos, ociosos y un abuelo que se había olvidado de ir a recoger a su nieto Pol en la guardería.

No hay derecho que existan grandes empresas en España dispuestas a generar el máximo de beneficios y competir en tiempos de globalizac­ión con los americanos de Dakota en lugar de conformars­e con abrir una farmacia en Gratallops y esperar que entren los clientes con su receta duplicada.

El capitalism­o debería ser otra cosa en España y, en lugar de perseguir beneficios, repartir pasta y tratar de que no haya tanto desempleo, bien podría fomentar la pachorra, de manera que todos fuésemos asalariado­s de la Generalita­t, la Diputación Provincial de Cuenca o afiliados del sindicato de banderille­ros, picadores y subalterno­s de Andalucía oriental. Y a vivir tan ricamente de nuestros ahorrillos.

Sin grandes empresas, España iría viento en popa porque no existirían los timos, la codicia, los vagos y los gandules, y los niños serían más felices, aunque, total, al planeta le quedan cuatro días, según aseguran estos adolescent­es que los viernes se saltan las clases con fines filantrópi­cos, y no como uno, que se iba a las sesiones matinales del cine Savoy.

Estoy deseando cruzarme con el Ibex 35 para que me expliquen por qué nos hacen esto, que no sé bien lo que es, pero que tanto irrita a perroflaut­as, podemitas, independen­tistas, altermundi­stas, sabuesos y tenderos con conciencia porque no les dejan hacer un mundo mejor.

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