La Vanguardia

A partir del día siguiente

- Josep Miró i Ardèvol

Con la doble cita electoral de ayer se cierra un ciclo. Escribo sin conocer el resultado y sólo dispongo de los datos que han presentado las encuestas y las tendencias que han dibujado, pero tengo claro que el escenario continuará siendo crítico, y orientado en el sentido que describen las elecciones a la Cambra de Comerç de Barcelona, el no a Iceta y la victoria de Puigdemont, que presupongo.

Nuestro escenario continuará en un conflicto que nos desgasta como sociedad y pasa factura si no se introduce desde la sociedad, lo que incluye a los medios de comunicaci­ón, un sentido de la responsabi­lidad activa muy superior al actual.

¿En qué consiste tal responsabi­lidad? En la aceptación de la diferencia real, es decir, del que discrepa sustancial­mente de tus

puntos de vista. Propiciar esta aceptación es la primera medida. La segunda es promover un debate público, respetuoso con las personas y bien informado, incluido un reflexivo debate técnico cuando sea necesario.

¿Y quién debe procurar todo esto? Ya lo he dicho. Todos los ámbitos de la sociedad: la opinión en los medios de comunicaci­ón, las institucio­nes de la sociedad civil, incluida la propia Iglesia en su marco de referencia católico, la universida­d, los centros escolares de enseñanza postobliga­toria, las asociacion­es de todo tipo. Hay que abrir el camino a la conversaci­ón, como promueve por ejemplo Conversesa­catalunya.cat.

Este debate racional puede basarse en unas reglas prácticas, cuya patente correspond­e a The Economist del 17 de abril, “Sir Roger Scruton and the public square”. Fueron formuladas como método correctivo de las descalific­aciones y exclusione­s que habían sufrido una serie de personas, entre ellas el famoso profesor canadiense Jordan Peterson, pero resultan de perfecta aplicación para nuestro problema.

Las medidas son estas y deberían ser el fundamento de nuestros debates. 1) La libertad de expresión, que incluye la manifestac­ión de opiniones fuertes sobre asuntos controvert­idos. El único límite debe ser la incitación directa a la violencia. 2) Los dos lados del arco político han de ser medidos por el mismo rasero, ninguno de los dos tiene la exclusiva de la verdad. 3) El rechazo de los grupos de presión que pretenden ejercer el veto sobre lo que puede decirse en el espacio público. Y añado un cuarto, el respeto a la persona sin menoscabo de la energía crítica al hecho.

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