La Vanguardia

“Occidente necesita nuevos ojos para mirar a África”

Ben Okri, escritor, publica el ensayo ‘Las aguas de la humanidad’

- XAVIER ALDEKOA Barcelona

Ben Okri (Minna, Nigeria, 1959) añora el sol. Afincado en Londres desde hace años, el escritor y poeta nigeriano, ganador más joven de la historia del Man Booker Prize, en 1991, pide cambiar el lugar de la charla con este diario para que los rayos solares le den en la cara. Autor de La carretera hambrienta y Amor peligroso,

una alquimia literaria de realismo y elementos mágicos africanos, Okri acaba de publicar el breve ensayo

Las aguas de la humanidad (CCCB) donde desgrana los desafíos del mundo actual. Durante la conversaci­ón, transita por los libros que le cambiaron la vida, reflexiona sobre la visión occidental de África y cierra los ojos para pensar. Y para disfrutar del sol.

Usted defiende que las lecturas forman la mitad del escritor. ¿Los cuentos misterioso­s que le explicaba su madre o las tardes quitando el polvo a la biblioteca de su padre formaron el otro medio?

Sin duda me ayudaron a ser quien soy, pero también la vida diaria en Nigeria y la historia que viví allí. También las leyendas, los mitos, la tierra, los sueños. Todo eso genera el escritor que llevas dentro.

En Londres vivió en la calle e incluso pasó hambre. ¿Cómo influyó en su escritura?

Antes de ser sintecho, leía y escribía, pero la literatura era algo académico, una especie de lujo. Vivir en la calle simplificó la literatura para mí, pasó a formar parte de mi vida de una forma tan concreta como un banco del parque o una esquina de la calle. En aquella época, no podía permitirme frases lujosas, debía escribir de una forma pura, directa.

Sentía que debía escribir de una forma tan limpia y nítida como el frío del invierno en mi piel por la noche.

Años más tarde, en el metro de camino al trabajo en la BBC, descubre el libro que, según dijo, cambió su vida: El Quijote.

El Quijote es uno de los dos o tres libros que cambiaron mi vida. El primero, sin duda. Cada día leía un poco en el metro y al hacerlo desaparecí­a de este mundo. Lo leí durante dos o tres meses y cuando terminé era una persona diferente. Me hizo ver que la aventura de la vida es una aventura del espíritu, de la imaginació­n. Normalment­e estás en el mundo y lees un libro; con El Quijote es como si mientras estás en el libro, estuvieras leyendo el mundo.

Desde su éxito La carretera hambrienta se tildó su literatura de realismo mágico. ¿Se siente cómodo con esa etiqueta?

El sentido de que la realidad es expansiva es lo más importante que África me ha dado. La realidad es tan limitada como quieras verla o se expande hasta lo máximo de tu capacidad. Es una percepción.

Desde Occidente, ¿condenamos a África a ser una herida?

Occidente necesita nuevos ojos para mirar a África. Los países occidental­es han caído en la extraordin­aria trampa visual de pensar que lo que ellos ven es lo único que existe. Mira a África sólo en sus problemas y la describe como si sólo fuera eso. Es una locura. África es mucho más que su sufrimient­o. Es su imaginació­n, su innovación, su sorpresa, su hospitalid­ad, su sabiduría. Occidente busca evidencias, pero no quiere descubrir secretos.

Denuncia que los editores esperan que los escritores africanos escriban sólo de esclavitud, pobreza. ¿Hay que cambiar la forma de hacer preguntas sobre África? Ese es un buen inicio. El ángulo de las preguntas y el objetivo. Pero ¿cuánta gente lo hace? El titular, la foto... cumplen con el cliché que hay de África desde hace 40 años.

¿Encuentra espacio en sus poemas para los temas más duros?

Absolutame­nte, mi poesía es también de temas profundos o dramáticos. Llevo la luz de la poesía a lo más denso de las situacione­s oscuras. Pero lo que defiendo es que la poesía y las novelas africanas no deben ser sólo sobre temas duros. No deberíamos medir la importanci­a de algo según la densidad del tema. El Quijote no es sobre hambre, la guerra o un genocidio. Es sobre un hombre y su amigo que ven el mundo de otra forma. ¡Eso es todo! Y todo está ahí: la guerra civil, la crueldad humana, la compasión, la amistad. No necesita ser un tema duro. Cervantes miraba al mundo de una forma diferente, quizás porque se hacía preguntas diferentes. Es lo que digo a los escritores africanos: es un error pensar que la importanci­a de tu obra se mide por la dureza de los temas; se mide por la libertad de tu mente y espíritu, por la calidad de tus preguntas, de tu mirada.

Wole Soyinka, Naguib Mahfuz, Nadine Gordimer… ¿A quién estamos dejando de leer en África?

Hay muchos nuevos escritores en África. En Zimbabue hay una nueva tradición de literatura negra. La idea de un escritor africano escribiend­o sobre ciencia ficción o ficción detectives­ca era una locura. De repente, se empieza a tener en cuenta el valor de una mirada africana a cualquier cuestión. Y los escritores africanos se están liberando de las cadenas de lo que supuestame­nte debían escribir y lo que no.

Acaba de adaptar al teatro la obra El extranjero, de Albert Camus. ¿Qué ha encontrado en el autor francés de origen argelino? Amo a Camus, su mente y su escritura. Es profundo y auténtico. Tenemos que respetar la dificultad del mundo, y hoy es muy difícil ser tan claro como Camus. Él perdió amigos por su manera de escribir, por su constante búsqueda de la verdad. Y es lo que necesitamo­s en estos tiempos. Estamos en una época de la posverdad, donde los políticos han sacado la verdad del centro del discurso. Uno de los fracasos del periodismo es dejar que las sensacione­s, lo efectivo o sensaciona­lista, hayan ganado el discurso. Necesitamo­s a Camus, a su espíritu en El extranjero. Es una parábola muy complicada sobre la verdad y la importanci­a de mantenerla en el centro.

En Las aguas de la humanidad

aborda el fracaso moral de Europa en la migración.

La migración es un desafío para la humanidad. Estamos demasiado asustados. Vemos a africanos ahogándose y los gobiernos sólo dicen: “No queremos este problema; siento que ocurra, pero no deberían venir así, deben dejar de venir”. Y ese es el inicio del colapso del sistema moral de una nación. Nuestra primera respuesta debería ser humana y la segunda, encontrar la verdadera causa. ¿Por qué están viniendo? Y qué responsabi­lidad tenemos. La historia de Occidente en África durante los últimos 500 años ha provocado este problema. Debemos cambiar el diálogo entre naciones y la relación perversa entre las naciones poderosas, cada vez más ricas, y las pobres, cada vez más pobres.

La reacción parece ser la contraria. ¿Cómo ve el crecimient­o de las fuerzas de extrema derecha en Europa y el mundo?

Ya hemos estado ahí antes. La extrema derecha es efectiva porque muchos políticos no han conseguido explicar a las clases trabajador­as por qué la situación es la que es. Nadie dice: ellos no son vuestros enemigos. Es una cuestión de justicia. Hay gente que ha sido olvidada.

Usted achaca parte de la culpa a la actual pereza espiritual.

La extrema derecha obtiene sus votantes no sólo de las clases obreras, también de las medias, que lo tienen todo. Muchos son nostálgico­s de un pasado supuestame­nte glorioso. Pereza espiritual es cuando no queremos asumir nuestra responsabi­lidad como seres humanos para ser justos, maduros y asumir la historia. El fascismo se aprovecha de la pereza espiritual, de la ausencia de coraje para asumir tu posición.

REALISMO MÁGICO “El sentido de que la realidad es expansiva es lo más importante que África me ha dado”

‘EL QUIJOTE’ “Lo leí durante dos o tres meses en el metro y cuando terminé era una persona diferente”

EL CLICHÉ “África es mucho más que su sufrimient­o; es su imaginació­n, su innovación, sabiduría”

LA MIGRACIÓN “La historia de Occidente en África en los últimos 500 años ha provocado el problema”

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XAVIER CERVERA “Estamos en una época de la posverdad, donde los políticos han sacado la verdad del centro del discurso”, advierte el escritor nigeriano

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