La Vanguardia

La gran sacudida

Los científico­s vaticinan que California afrontará un seísmo devastador

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Los dos seísmos del 4 y 5 de julio en California, con una magnitud de 6,4 y 7,1 en la escala de Richter, no son más que un recordator­io de que acecha otro gigantesco.

La tierra se convulsion­ó a lo grande en el sur de California la semana pasada. Jacob Margolis supo de inmediato que ese seísmo no era el big one, el que se prevé será la madre de todos los terremotos.

Aunque su casa empezó a tiritar, por su experienci­a entendió que no, que ese no era el monstruo. “No era una sacudida con una fuerza loca”, recalca. Todavía se le espera.

No es una cuestión de mitología o de teorías conspirati­vas tan al uso en Estados Unidos. No, esto va en serio. Es ciencia. Los dos seísmos del 4 y 5 de julio en Ridgecrest, con un nivel del 6,4 y 7,1 en la escala de Ritcher, no son más que un recordator­io de que acecha ese otro gigantesco.

A la sismóloga Lucy Jones se la conoce como Lady Terremoto gracias a su sabiduría cultivada a lo largo de décadas, que se ha reforzado con las pedagógica­s ruedas de prensa realizadas tras los dos recientes movimiento­s telúricos. Jones ha enfatizado en su carrera que sólo es una cuestión de tiempo el que se produzca una convulsión devastador­a que golpee el poblado sur california­no.

Hacía veinte años que no se registraba una actividad semejante. Según Jones, resulta ilusorio imaginar que estas convulsion­es, como regla, suponen un alivio del estrés sísmico. De hecho, estos terremotos incrementa­n el riesgos de futuras vibracione­s.

El que cree de manera firme en ese pronóstico es Margolis, periodista científico especializ­ado en esta materia y vecino del municipio angelino, cerca de la falla de San Andrés, el origen principal de la perenne trepidació­n.

“Estamos hablando de placas tectónicas y hay un 100% de opciones de que habrá un gran terremoto en algún momento que destruirá parte del sur de California”,

PALABRA DE ‘LADY TERREMOTO’ “Las placas tectónicas siguen empujando Los Ángeles hacia San Francisco”

UN CONSEJO EXPERTO Mejor refugiarse debajo de una mesa que en el portal de la vivienda

dice en charla telefónica.

“La tierra se mueve en sus entrañas, no lo podemos parar y no podemos frenar que libere energía en esa fricción”, añade.

“Supongo que existe una remota posibilida­d de que algo mágico suceda o –ironiza– que vengan los alienígena­s y pongan fin a ese juego tectónico. De lo contrario, siempre podemos esperar el big one en esta zona”.

En su reciente libro The big ones: how natural disasters have shaped us (como los desastres naturales nos han configurad­o), la doctora Jones sostiene que “las placas tectónica no se han detenido de repente. Siguen empujando Los Ángeles hacia San Francisco al mismo ritmo que crecen tus uñas, unos 3,8 cm. por cada año”.

Margolis trabaja en la radio pública (KPCC) y es el autor de un podcast que precisamen­te se titula The big one, your survival guide, en el que se dedica a explicar a la audiencia cómo prepararse para sobrevivir a un terremoto potencialm­ente muy destructiv­o.

Uno de sus primeros consejos consiste en acabar con la creencia de que el portal de la vivienda es el mejor refugio. “No es más seguro que cualquier otra parte de la casa”, subraya. Cuenta que ese mito arranca del siglo XIX, cuando el portal era lo único que quedaba en pie de una casa de adobe después de un terremoto.

Al contrario, guarecerse ahí debajo puede ser fatal por algún desprendim­iento. En lugar de ir corriendo a la entrada parece mucho más fiable meterse debajo de una mesa. Aclarado esto, Mar

golis hace la lista de indispensa­bles. Entre otros: un galón de agua (3,7 litros) por persona y día, abastecers­e del doble de comida o de medicinas en caso de enfermedad; tener unos zapatos al lado de la cama para evitar caminar entre cristales rotos; mantener cerca la documentac­ión, indispensa­ble para pedir ayudas; poner los espejos, los cuadros o las esculturas en un sitio que impida que le caigan a uno encima.

El pasado día 5 a él le cogió en la cama, leyendo, justo a su esposa. Lo más preocupant­e fue que el niño, en la otra habitación, empezó a llorar. La madre lo calmó.

“Me hallaba algo nervioso, una reacción normal al ver que todo se mueve alrededor. Pero racionalic­e que las habitacion­es son seguras, que no me debía preocupar de que la casa colapsara al estar reforzada. Entendí que estaríamos bien, que los temblores se acabarían. Es un proceso de pensamient­o pese a la adrenalina”.

Aunque “no hay una garantía absoluta” , comenta que “prepararte ha de hacerte sentir que estás equipado y esto te da confianza en que todo saldrá bien”.

Tal vez por su experienci­a, Margolis suena tajante. “Un terremoto me da mucho menos miedo que el cambio climático”. Si bien el impacto de un seísmo se puede aminorar, no ve una salida igual al calentamie­nto global que, pronostica, hará inhabitabl­e buena parte del sur de California, sea por altas temperatur­as o por la subida del mar. “Esto es más terrorífic­o que un terremoto”.

Y eso que, al margen de esta última experienci­a en que hubo pocos daños y, en apariencia, ninguna víctima mortal, Margolis residía a escasos quince kilómetros del epicentro de la sacudida que en 1994 dejó 57 muertos en Northridge. Su edificio se mantuvo en pie para hubo un par que se hundieron y causaron 16 óbitos.

Kenneth O’Dell, presidente del la Structural Engineers Associatio­n del sur de California, recuerda que edificios como esos que se hundieron –antiguos de poca altura y un aparcamien­to debajo– todavía son muy comunes.

“Estas estructura se encuentran en riesgo de colapsar en caso de un gran terremoto”, advierte. O’Dell indica que el trágico sismo de hace 25 años permitió identifica­r el peligro de este tipo de inmuebles. “Se ha de requerir que sean reforzados”, insiste.

“No pretendo crear miedo –reitera–, el miedo paraliza. Lo que quiero es que los ciudadanos tengan conocimien­to, sean consciente­s de que el peligro es real y que existe una solución”.

Ante la perspectiv­a del big one, O’Dell avisa de que no se debe hacer una mala lectura del movimiento telúrico de la semana pasada. “Este tipo de edificios ha resistido un gran terremoto en Ridgecrest. Pero sería incorrecto decir que también van a soportar uno enorme, se llame como se llame, la próxima vez”, apostilla.

Es una de las cosas sorprenden­tes. Los ingenieros han analizado el impacto de este último seísmo en las estructura­s y han detectado pocos daños.

A pesar del susto de 1994, Margolis no dejó de vivir cerca de la falla, como si nada. “Soy de Los Angeles, mi familia es de aquí, y siempre hay algo que se mueve”.

Sin atisbo de pánico, concluye que “el big one está viniendo”.

LA REACCIÓN SORPRESA

A los ingenieros les sorprende el poco impacto en los edificios del último sismo

NO CAER EN LA COMPLACENC­IA Un experto indica que si ahora no han caído inmuebles, esto puede suceder la próxima vez

 ?? SUPOMARIO TAMA / GETTY ?? Una grieta después de dos grandes temblores en Ridgecrest (California), en una imagen tomada el pasado domingo 7 de julio
SUPOMARIO TAMA / GETTY Una grieta después de dos grandes temblores en Ridgecrest (California), en una imagen tomada el pasado domingo 7 de julio
 ?? UNA MARIO TAMA / GETTY ?? Una mujer duerme a la puerta de la casa de sus padres, que quedó inhabitabl­e tras el seísmo de magnitud 7,1 en Trona, el 8 de julio
UNA MARIO TAMA / GETTY Una mujer duerme a la puerta de la casa de sus padres, que quedó inhabitabl­e tras el seísmo de magnitud 7,1 en Trona, el 8 de julio

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