La Vanguardia

El ‘Barry’ pone a examen las mejoras en Nueva Orleans tras el ‘Katrina’

- FRANCESC PEIRÓN

Una estampa inusual. Las imágenes que ofrecían los canales de televisión este sábado del barrio francés de Nueva Orleans eran una invitación a olvidar el ambiente, la superpobla­ción y la música que caracteriz­an ese lugar tan singular. Casi vacío.

Llegaba el huracán Barry yla memoria del Katrina, en el 2005, sigue muy presente. La alcaldesa LaToya Cantrell pidió a los ciudadano que evitaran estar en la calle, una invitación que va en contra de la idiosincra­sia de la ciudad. Pero hay miedo.

El huracán Barry tocó tierra la tarde de ayer cerca de Intracosta­l City, en la costa sudeste de Luisiana, a unos 250 kilómetros de Nueva Orleans, mientras se debilitaba y era rebajado a tormenta tropical, con vientos de 112 kilómetros por hora. La amenaza de la lluvia masiva y torrencial se mantenía sin cambios. “Hay una cantidad impresiona­nte de agua”, afirmó Ken Graham, director del Centro Nacional de Huracanes, mientras mostraba las isobaras en la pantalla de un ordenador.

Justo en ese momento de la entrada en tierra firme, el gobernador John Bel Edwards informó en rueda de prensa de que el cuerpo de guardas costeros había rescatado a once personas en la isla de Jean Charles. Más de 70.000 clientes se quedaron sin suministro eléctrico. Y la cosa iba a más.

Barry supone un peligro para más de tres millones de personas en la zona del golfo. Se esperan desastrosa­s inundacion­es a lo largo de la semana. Esto supone todo un examen para el sistema de prevención que se construyó después del trágico Katrina.

La amenaza es triple: por mar, el cielo y el río. La cantidad de agua que dejan los huracanes o las tormentas tropicales desafía las defensas de contención de las ciudades. Esto es lo que sucedió en el 2005, cuando el incremento del caudal originó un extenso fallo de los diques. El 80% de Nueva Orleans quedó inundado.

El gobernador Edwards aseguró que ninguna de las grandes presas en el río Misisipí habían fallado ni se habían detectado brechas. El máximo responsabl­e del estado insistió en que no había dique alguno que pudiera desbordars­e a causa de la sobrecarga. Sin embargo, el gobernador advirtió que la tormenta no había hecho más que entrar en Luisiana. Otras presas más pequeñas sí se vieron desbordada­s.

La mayoría de los vuelos en el aeropuerto Louis Armstrong fueron cancelados. Las instalacio­nes permanecía­n abiertas, pero no se veía prácticame­nte ni un alma.

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