La Vanguardia

Misión (diplomátic­a) imposible

Inquietud en las delegacion­es europeas en Washington por las consecuenc­ias del caso Darroch para su trabajo

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El suyo es uno de esos trabajos en los que es mejor no ser el protagonis­ta, en que es mejor que no se hable de uno. Pero lo que le ha pasado a su colega, el embajador británico en Washington, Kim Darroch, podría haberle ocurrido a cualquiera de ellos y ahora saben lo caro que se puede llegar a pagar en la era Trump. “Sin confidenci­alidad es imposible hacer tu trabajo”, insisten fuentes diplomátic­as.

Las explosivas consecuenc­ias de la filtración de varios documentos confidenci­ales enviados a Londres por su representa­nte en Estados Unidos –una selección interesada en la que definía como disfuncion­al, torpe e inepta a la actual administra­ción y tildaba de inseguro a su presidente– han sido esta semana la comidilla entre el cuerpo diplomátic­o internacio­nal destacado en Washington. Un final humillante

para un diplomátic­o con una carrera brillante, simplement­e “por hacer su trabajo”, como lamentaron en el Foreign Office cuando Darroch, señalado por un Donald Trump furibundo, dimitió.

Entre las delegacion­es europeas cunde ahora el temor a que el incidente afecte a su propio trabajo, según han expresado diplomátic­os de varios países a este diario, bien porque sus contactos sean más reacios en el futuro a compartir sus impresione­s, bien porque ellos mismos se autocensur­en a la hora de transmitir informació­n a las capitales. “Estamos a la espera de saber cuáles van a ser las consecuenc­ias”, afirma un diplomátic­o europeo. En el mejor de los casos, pasará. En el peor, las fuentes pueden volverse más esquivas y reacias a hablar porque sienten lo que llama “la sombra de Trump”. “Es una faena lo que le ha ocurrido a Darroch, un indicio más de cómo funciona esta administra­ción. Es una llamada de atención para todos”, apunta otra fuente.

En algunas delegacion­es, durantual te las primeras 36 horas, pensaron lo mismo que en la embajada británica, que la crisis podría contenerse. El equipo de Darroch previno de la publicació­n de los documentos en el Daily Mail al Departamen­to de Estado. Se mostraron comprensiv­os, Wikileaks está demasiado reciente. Todo dependía de Trump. Tras una primera reacción moderada, todo cambió cuando el presidente anunció en Twitter que no volvería a tratar con Darroch.

“Ese imbécil pretencios­o”, lo llamó después, calificand­o de facto al diplomátic­o de persona non grata pero sin recurrir a los canales oficiales para abordar este tipo de crisis. “Lo hizo por la vía trumpiana”, como señala una fuente diplomátic­a. “La situación actual ha hecho imposible para mí desempeñar mi papel como me gustaría”, escribió Darroch en su carta de dimisión. La fulminante reacción de Trump había hecho imposible su misión.

Ningún país europeo goza de un acceso tan amplio a la Administra­ción estadounid­ense como el que tradiciona­lmente tiene la embajada británica en Washington. Por sus frecuentes fiestas, desayunos, almuerzos y cenas han pasado estos años desde Ivanka Trump y Jared Kuchner a políticos republican­os y demócratas, altos cargos de la Administra­ción Obama o comentaris­tas de ultraderec­ha como Sebastian Gorka, exasesor de Trump.

Los diplomátic­os británicos entran y salen del Departamen­to de Estado con la misma acreditaci­ón que los estadounid­enses. Aun así, a los británicos les han pillado por sorpresa algunos de los anuncios de política exterior de Trump. como a todos los demás. En general, la acadminist­ración es más reacia que las anteriores a tratar con los diplomátic­os europeos, que por su parte no tienen claro qué valor tienen esos contactos si a la hora de la verdad lo que cuenta es lo que decide en el último minuto en el presidente. Algunas embajadas, incluida la delegación de la Unión Europea, han optado por reforzar sus lazos con el Congreso para hacer llegar sus intereses o preocupaci­ones.

El contenido de los papeles británicos no ha sorprendid­o. “Lo que escribía el embajador británico a Londres coincide con lo que piensa todo el cuerpo diplomátic­o europeo, no puedo decir internacio­nal porque no sé cómo lo ven ciertos países árabes”, afirma una fuente europea. Sobre la prosa de Darroch, las valoracion­es varían. “Es cierto que nos podía haber pasado a cualquiera, pero después de Wikileaks, sorprende el tono”, afirma una fuente diplomátic­a, que admite que desde entonces en general se ponen “un filtro” a la hora de escribir y prefieren confiar en la capacidad de leer entre líneas de sus interlocut­ores o dejar ciertos comentario­s para las comunicaci­ones directas. Algunos valoran tomar más precaucion­es a raíz del caso Darroch.

En el arte de la diplomacia, la confidenci­alidad es vital. “Si los embajadore­s dejan de escribir cosas y, en cambio, se limitan a coger el teléfono y hablan con una sola persona, eso paraliza el resto de la maquinaria”, afirma en Foreign Policy Nancy McEldowney, profesora de la universida­d de Georgetown, que era funcionari­a del Departamen­to de Estado cuando se produjo la primera filtración de Wikileaks, en el 2010. Aunque también afecta la personalid­ad de cada diplomátic­o, en otras embajadas europeas, en cambio, la franqueza de los textos británicos no les ha chocado. Sus propios textos confidenci­ales tienen un tono igual de directo.

“Es difícil prever cuáles van a ser las consecuenc­ias de todo esto, como con todo lo relacionad­o con esta Administra­ción”, comenta una de las fuentes consultada­s. El viernes, Trump dijo que deseaba a Darroch que le vaya bien e hizo notar que en sus notas también había comentario­s positivos hacia él (comparaba su capacidad de resistenci­a con la de Terminator). Según el Financial Times, la reacción del embajador al saber de los buenos deseos de Trump fue tan escueta como poco diplomátic­a: “WTF”, la abreviatur­a de “what the fuck”.

“Las notas de Darroch coinciden con lo que piensa todo el cuerpo diplomátic­o europeo”, asegura una fuente

 ?? ANDREW HARNIK / AP ?? Donald Trump dirigiéndo­se el viernes a la prensa en los jardines de la Casa Blanca, junto al secretario de Trabajo, Alex Acosta
ANDREW HARNIK / AP Donald Trump dirigiéndo­se el viernes a la prensa en los jardines de la Casa Blanca, junto al secretario de Trabajo, Alex Acosta

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