Europa nos mira
El incierto desenlace de la investidura afecta al rol de España en la UE
Faltan ocho días para la celebración del debate de investidura y no existe la certeza de que Pedro Sánchez vaya a ser elegido presidente del Gobierno a la primera.
Después de haber buscado afanosamente la abstención de Ciudadanos y de haber solicitado al Partido Popular que contribuya a desbloquear la situación por responsabilidad nacional –cosa que acabó haciendo el PSOE en el 2016, contra de la voluntad de Sánchez, que renunció a su escaño para no tener que abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy–, los socialistas han regresado a la casilla de salida, intentando abrir una difícil negociación con Unidas Podemos, que exige formar parte del Gobierno con un perfil bien visible. UP no se contenta con la fórmula hoy vigente en Portugal, país donde el Partido Socialista gobierna en solitario, con el apoyo parlamentario del Bloco de Esquerda (partido más o menos equivalente a Podemos) y del rocoso Partido Comunista Portugués, que no tienen ningún interés en gobernar al lado de los socialistas.
El PSOE necesita el apoyo de Unidas Podemos para después completar una mayoría parlamentaria con el Partido Nacionalista Vasco, los valencianos de Compromís y los regionalistas cántabros, esperando obtener la abstención de Esquerra Republicana y Bildu. Una geometría difícil, pero no imposible.
La conciliación estratégica entre el PSOE y Unidas Podemos es complicada. El PSOE no está acostumbrado a gobernar en coalición y teme que la alianza con UP escore demasiado al Gobierno, sobre todo si Pablo Iglesias tiene un gran protagonismo en este. Sánchez no quiere un Gobierno bicéfalo, pero teme que una derrota en la votación parlamentaria de julio afecte negativamente al reforzado protagonismo que las elecciones europeas del 26 han dado a España en el tablero europeo. El lunes, el líder socialista moverá ficha.