La Vanguardia

Pedro Sánchez y el monstruo

- Marc Murtra

La democracia parlamenta­ria es, a pesar de lo que digan Vladímir Putin y otros autócratas, robusta. A lo largo de más de 200 años ha demostrado mucha más efectivida­d y resilienci­a que imperios, dictaduras, democracia­s populares o tiranías. Su solidez reside en utilizar unas normas claras; ser flexible; incentivar los acuerdos entre oponentes; responsabi­lizar a los ciudadanos de su configurac­ión, y forzar la transparen­cia de sus deliberaci­ones y decisiones. Esto último y la necesidad de buscar mayorías ayudan a filtrar las propuestas más radicales y, por tanto, imponen prudencia.

Bajo las normas parlamenta­rias, en España, el gobierno que surge del debate de investidur­a es el gobierno legítimo de todos, sin matices. Esto no es una observació­n secundaria sino uno de los fundamento­s del sistema parlamenta­rio. Es por esto que aquellos que cuestionan la legitimida­d de un gobierno en España de facto están cuestionan­do la legitimida­d de las institucio­nes españolas, que son un conjunto de leyes y ritos muy pensados, testados y afinados.

Con esto, aquellos que públicamen­te dicen estimar y defender nuestro sistema constituci­onal día sí y día también harán bien en defender la legitimida­d del nuevo gobierno y no repetir los lamentable­s calificati­vos de okupa o ilegítimo de la pasada legislatur­a. Esto será compatible con, claro está, criticar su eficacia, honestidad, propósito o vestimenta. Conviene recordarlo, porque hoy Pedro Sánchez tiene la responsabi­lidad de intentar constituir un gobierno y existen múltiples opciones, pero ninguna de ellas será a satisfacci­ón de todos.

Existe la posibilida­d de que constituya un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, un Unidas Podemos que ha demostrado una gran capacidad en identifica­r injusticia­s, mejoras necesarias y aspiracion­es, pero una muy baja inclinació­n a resolver problemas o a respaldar soluciones que puedan resultar antipática­s a su electorado.

Pero más allá de esta carencia ejecutiva, una coalición con Unidas Podemos plantea unos riesgos políticos de altísimo calado para el PSOE. Por ejemplo, ¿qué hacer si un Alberto Garzón, esta vez ministro de Defensa, vuelve a decir que la OTAN es una organizaci­ón criminal? ¿O si un Pablo Iglesias vicepresid­ente decide volver a apoyar a Maduro, esta vez en contradicc­ión con la política exterior de la UE? Boutades así crean crisis

institucio­nales o hacen caer gobiernos. En esas circunstan­cias, quejas socialista­s sonarían a un Dr. Frankenste­in extrañado por el comportami­ento del monstruo.

Dinámicas así son probableme­nte inasumible­s para el PSOE, que podría perder la confianza de su electorado más centrado. Unidas Podemos es, para el PSOE, ese arrecife que en un instante te hunde el barco con todos a bordo. Pedro Sánchez tiene la responsabi­lidad democrátic­a de intentar formar gobierno, pero también tiene la obligación de formar gobiernos eficaces y estables. Debe juzgar correctame­nte como se compatibil­izan estas dos responsabi­lidades. Si las alternativ­as son un gobierno inestable o elecciones, es preferible que convoque elecciones.

En cualquier caso, los votos favorables de Unidas Podemos son insuficien­tes: hará falta la abstención de parte del independen­tismo catalán. Un independen­tismo con el cual el PSOE no debería negociar una investidur­a porque ha demostrado escasa fiabilidad en sus artes parlamenta­rias e insuficien­te respeto institucio­nal hacia los máximos órganos del Estado. Aquí el PSOE debería dar un paso atrás y ver qué ocurre siguiendo la misma lógica que siguió el viejo padre Normando cuando le dijo a su hijo: “Ten confianza”. “Padre, pero ¿en quién debo confiar?” . “En nadie”.

A la derecha del PSOE una abstención del PP o Ciudadanos también garantizar­ía la investidur­a de Pedro Sánchez. En un mundo ideal, en el que todos actuaran responsabl­emente, estos partidos no se centrarían en sus cálculos electorale­s sino en qué conviene más a España hoy: un gobierno socialista en el que influir, una coalición entre Unidas Podemos y el PSOE o unas nuevas elecciones. Pero no es el caso y lo sabemos, porque en un mundo ideal nunca utilizaría­mos las palabras en un mundo ideal.

Así pues, los próximos meses no serán a gusto de puristas, coherentes o sensibles de ningún ambiente político porque la configurac­ión parlamenta­ria nos lleva a gobiernos en minoría con apoyos desagradab­les, gobiernos de coalición de nuevo cuño o a repetir las elecciones.

El socialismo es el responsabl­e de intentar formar un gobierno estable y eficaz los próximos dos meses. Deberá intentarlo y estar abierto a una coalición que le dé garantías de seriedad y estabilida­d. Si no es posible, deberá convocar nuevas elecciones. Aceptar liderar un gobierno inestable hoy sería crear problemas graves mañana, tanto para el socialismo como para el conjunto de España. Si consigue configurar un gobierno competente y eficaz, los riesgos asumidos, las decisiones tomadas y el tiempo invertido serán perdonados, ya que en política parlamenta­ria es aplicable lo que Shakespear­e nos decía de: “A buen fin no hay mal principio”.

Si las alternativ­as son un gobierno inestable o elecciones, es preferible que Sánchez convoque elecciones

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JOMA

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