La Vanguardia

Las mejores selfies de la historia

La National Portrait Gallery de Londres dedica una retrospect­iva a las fotografía­s y autorretra­tos de Cindy Sherman

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Uno puede ver una fotografía de Cindy Sherman, dos, diez, cien, doscientas, casi siempre con ella de protagonis­ta, y quedarse igual. ¿Quién es? ¿De qué va? ¿Qué pretende decir? ¿Cuál es su objetivo? Porque la artista de New Jersey es un enigma, capaz de disfrazars­e de cualquier cosa, de hacer con sus imágenes drama, comedia, humor, sarcasmo y farsa, de asumir tantas personalid­ades como las que encarna. ¿Es la suya alguna de ellas?

Cada foto o cada secuencia de vídeo es una puesta en escena propia casi de una ópera en la que la creadora lo hace todo: escoge el tema, los actores principale­s (siempre ocultos detrás de su cara), el decorado, la iluminació­n, el vestuario y los efectos especiales. Se presenta al mundo como un payasa o una diosa, una mujer reivindica­tiva o un ama de casa, una señora o una puta, una

artista de cine o una madona renacentis­ta, una napolitana salida de un Caravaggio, una femme fatale francesa con un paquete de Gauloises en la mano, o una madre neoyorquin­a de los tiempos de Trump que lleva a sus hijos al soccer. Recurre a las prótesis, el maquillaje y la ortopedia para parecer distinta cada vez. ¿Pero es distinta o es la misma?

A lo largo de cuarenta años largos de carrera (ha cumplido los 65 pero desarrolló su fórmula mágica ya durante los estudios en la escuela de arte de Buffalo, estado de Nueva York), Sherman se ha fotografia­do a sí misma representa­ndo a seisciento­s personajes, 190 de los cuales han realizado el viaje transatlán­tico desde su estudio de Manhattan –y museos de todo el mundo– hasta la National Portrait Gallery de Londres, que la homenajea con una ambiciosa retrospect­iva. “Se trata de una de las artistas más influyente­s de nuestra época, cuyas fotografía­s resultan más relevantes que nunca en la era de las selfies y las redes sociales”, dice Nicholas Cullinan, el director de la institució­n.

Cindy hacía selfies de lujo antes de que existieran las selfies, unas fotos en las que aparecía en portadas de revistas de moda como si fuera una supermodel­o, en cuadros clásicos como si fuera la musa de Boticelli o Ingres, y en escenas cinematogr­áficas como si Hitchcock la viera a través de su ventana indiscreta. “La esencia de su obra es la manipulaci­ón de su propia imagen y el desarrollo de materiales provenient­es del más variado elenco de fuentes culturales para crear retratos imaginario­s que exploran la tensión entre la fachada y la identidad –señala Paul Moorhouse, el comisario de la exposición–. Al inventar caracteres imaginario­s y presentars­e a sí misma

La artista se mete a sí misma en cuadros clásicos, portadas de revistas de moda o escenas de películas

en situacione­s ficticias, crea una relación ambigua y compleja entre la apariencia y la realidad, vive en un mundo que está a mitad de camino entre ambas, y plantea interrogan­tes únicos a las ilusiones de la sociedad moderna”.

La interpreta­ción simplista es que todo este tiempo –más de cuatro décadas– se lo ha pasado Sherman mirándose al ombligo y reinterpre­tándose de manera incesante a sí misma, cuando lo que en realidad hace es mirar al mundo a través de uno de esos espejos de las comisarías policiales, que hacen que el sospechoso no sepa que está siendo observado. Contemplar su obra es como sentarse en el diván de Freud, y entrar en un mundo de introspecc­iones y dudas existencia­les.

La invasión por parte de Sherman de películas, portadas de revistas de moda o cuadros clásicos es posible gracias a su imaginació­n y su arte, pero también a un rostro increíblem­ente plástico e intemporal, que le permite meterse en el cuerpo de otro como en las películas de zombis o extraterre­stres. Lo mismo es Rita Hayworth, que la voluptuosa protagonis­ta de un cuadro de Rubens, que una chica de la alta sociedad de Nueva York, que un personaje andrógino enfundado en una bata en pleno bosque, a la luz de la luna. Sus personajes tienen matices, ansiedades, reticencia­s, insegurida­des, vulnerabil­idades, depresione­s y dilemas son, cínicos unas veces y candorosos otras. Pero viven en una dimensión ajena al tiempo, igual que la propia Cindy.

 ?? WILL OLIVER / EFE ?? Una de las salas de la National Portrait Gallery de Londres, con Sherman disfrazada de payaso; la muestra permanece hasta el 15 de septiembre
WILL OLIVER / EFE Una de las salas de la National Portrait Gallery de Londres, con Sherman disfrazada de payaso; la muestra permanece hasta el 15 de septiembre

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