La Vanguardia

“Pasan los años; esto sigue”

Roger Federer, ocho veces campeón en Londres, reflexiona acerca de su final de hoy ante Novak Djokovic

- SERGIO HEREDIA

Los periódicos son crueles. Dicen que me estoy poniendo en evidencia ante mí mismo. Agassi no parece saber cuándo retirarse. Tiene casi 29 años Open, Andre Agassi

Andre Agassi nos cuenta más cosas en sus memorias:

“Casi todos los artículos contienen la manida frase: ‘A una edad en que sus colegas ya piensan en la retirada...’”.

(...)

La historia que viene es diametralm­ente distinta. Roger Federer está a punto de cumplir los 38.

Y nadie le quiere fuera, nadie quiere ni imaginárse­lo.

¿El tenis sin Federer? ¿Cómo vamos a soportarlo...? Todos en Wimbledon quieren un último suspiro, un último momento Federer.

Que no se acabe la magia: Federer es un personaje universal.

Habrá un nuevo episodio hoy (15 h, hora española), la final de este Wimbledon, el duelo que le enfrenta al vigente campeón, Novak Djokovic, un tipo cinco años más joven.

Corren las apuestas, que se dividen entre ambos bandos, casi por igual. Otra cosa es el sentimient­o, la voluntad democrátic­a. El público va con Federer.

Es una cuestión de pedigrí, tradición y antimateri­a. David Foster Wallace se decidía a comparar a Federer con Matrix:

“Federer estaba obligado a enviar una pelota por un túnel de cinco centímetro­s y lo ha hecho yendo hacia atrás, sin tiempo para prepararse y sin impulso tras su golpe...”. Federer se confiesa:

–Sé que esto es algo inusual, algo un poco extraño.

Pero aquí continúa: van ya 16 años desde su primer título en Wimbledon. El primero de los ocho que acumula. Y se dice:

–Es extraño. Pasan los años, pero esto sigue.

Djokovic insiste. Continúa llamando a la puerta, reclama su lugar en el atril. La suya es una historia anómala. Suma quince títulos grandes. Lleva meses liderando el circuito, persiguien­do a los otros dos, a Federer (veinte Grand Slam) y a Nadal (18). Ha hecho cosas magníficas durante su carrera, cosas que no han logrado Federer ni Nadal. ¿Por ejemplo? Ha encadenado los cuatro grandes títulos, entre el 2015 y el 2016.

¿Cabe mayor dominio de una disciplina? Apenas se recuerda. Y sin embargo... Djokovic vive en una contradicc­ión. Domina el circuito pero no es el tipo más querido. Tiene un problema: ha llegado tarde a la fiesta de Federer y Nadal, una batalla que había empezado tres o cuatro años antes. Djokovic quiere entrar en la fiesta, hacerse el simpático, ganarse a la gente.

Para que entendamos sus motivos, a veces se explica. Nos cuenta que había vivido la guerra de los Balcanes. Tenía once años cuando la OTAN bombardeab­a Belgrado. Había pasado 78 días escondido allí abajo, tembloroso.

Dice que la experienci­a le había cambiado. Entiende los prejuicios de alguno, de aquellos que interpreta­n que los Balcanes nunca debieran haber ardido, y todo eso le ha hecho esforzarse siempre, tratar de hacerse querer.

–La mayoría de la gente, cuando les decía que éramos de Serbia, se volvía muy cautelosa y prudente acerca de cómo tratarnos –ha contado en alguna ocasión.

Federer no tiene que explicarse, no necesita hacerse querer. Había sido un chico maleducado en su infancia, un romperraqu­etas que llevaba locos a sus padres en Basilea, los mismos que ahora se asoman al palco de la pista central, luciendo la gorra con las iniciales RF, y se marchan deslumbrad­os por las cosas maravillos­as que hace su hijo. Había sido un adolescent­e desordenad­o, desobedien­te y despeinado, con coleta y aspecto chulesco. Tenía talento y le faltaba mentalidad. Eso decían.

Luego apareció Mirka Vavrinec. Era una tenista de bajo vuelo que decidiría colgar la raqueta y ponerse a la sombra del hombre. Se convirtió en su mujer, la madre de sus cuatro hijos, su agente y su asesora de imagen, y entonces Federer había pasado a ser una marca, mucho más que un tenista.

Desde entonces, y van más de quince años, apenas le hemos visto encabritar­se en la pista. Ni romper una raqueta, ni insultar a un rival, ni encararse con un periodista, ni tampoco despreciar a un rival.

Toni Nadal, el tío de Rafael, dice de Federer que es un genio:

–Fue capaz de sacrificar varios años de su carrera para prolongarl­a aún más. Invirtió dos años en modificar su saque y acortar los puntos. Ahora, todo es vértigo en sus partidos. Acorta las jugadas, arriesga todo el tiempo. Y como es tan bueno, falla menos que los otros. Djokovic asiente:

–Para jugadores como Nadal o como yo, que necesitamo­s más tiempo, la velocidad de Federer nos somete a una presión extra, algo con la que tenemos que lidiar.

EL FUTURO

¿El tenis sin el suizo? Todos en Wimbledon quieren un último suspiro, un último ‘momento Federer’

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ADRIAN DENNIS / AFP Roger Federer durante su semifinal ante Rafael Nadal, el viernes en el All England Lawn Tennis Club
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Londres Enviado especial

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