TORMENTA PERFECTA SOBRE EL PRAT
La lluvia torrencial en Barcelona y la huelga colapsan el aeropuerto
Ha quedado demostrado que las aerolíneas y los gestores del aeropuerto pueden tener todo preparado para hacer frente a una huelga pero contra la climatología bien poco pueden hacer. Un fuerte aguacero concentrado en apenas media hora complicó las cosas mucho más que la huelga del personal de tierra de Iberia convocada para todo el fin de semana. El paro de los trabajadores estaba teniendo escasa incidencia hasta el instante en el que aparecieron unos negros nubarrones y obligaron a paralizar tanto los despegues como los aterrizajes.
Los más de 40 litros por metro cuadrado de lluvia acumulada en sólo 30 minutos acompañada de fuertes rachas de viento dejaron al aeropuerto sin poder operar entre las 12.50 h y las 13.20 h. En el momento de la tormenta se tuvieron que desviar dos vuelos a Girona y a Reus pero los principales problemas llegaron después. Cuando el temporal amainó se dio prioridad al aterrizaje de los aviones que estaban esperando en el aire y la planificación de la jornada se desmontó por completo. Por si no les quedaba clara la razón a los pasajeros que esperaban la salida de su vuelo, las goteras hicieron acto de presencia en diferentes puntos de la terminal 1 del aeropuerto, que acaba de cumplir diez años. El agua caía como si de una cascada se tratara y encharcó por completo el suelo precisamente en la zona más cercana a los mostradores de atención al cliente de Vueling, donde el personal de limpieza iba achicando el agua a la vez que la cola de pasajeros afectados por la lluvia iba creciendo.
Los efectos de esa media hora de lluvia con las pistas impracticables se notaron de verdad durante el resto de la jornada. A medida que avanzaba la tarde se acumulaban los vuelos retrasados en las pantallas de información y llegó un momento en el que eran la excepción aquellos que despegaban cuando tocaba. Las demoras superaban los 60 minutos de media, aunque hubo pasajeros que sufrieron retrasos de dos, tres y hasta cinco horas. En las llegadas la cosa fue algo mejor, aunque en este caso sí que se notaban algo más los efectos de la huelga de personal de tierra en el tiempo que tardaban en salir las maletas. El escenario podría haber sido peor si no fuese por los 62 vuelos (48 de ellos de Vueling, la principal aerolínea de El Prat) que ya habían sido cancelados previamente para mitigar los efectos de la huelga y que permitieron recomponer con algo más de ligereza el apretado horario de salidas y llegadas de uno de los momentos del año con mayor número de pasajeros.
A los vuelos cancelados de antemano por la huelga hay que sumarles una treintena más por la lluvia, 14 de ellos de Vueling, que suspendió trayectos de ida y vuelta a San Sebastián, Eivissa, Mahó, Niza, Jerez, Palma y París. En los casos que fue posible se les ofreció a los afectados realizar el trayecto en autobús mientras que el resto se recolocaron en vuelos de las horas posteriores.
EL DESENCADENANTE
El aeropuerto dejó de operar por completo durante media hora por la intensa tormenta
LOS EFECTOS
Pocos pasajeros consiguieron librarse de retrasos que superaban los 60 minutos de media
Mientras la lluvia no se espera que haga acto de presencia hoy, sí que continuará haciéndolo la huelga de personal de tierra de Iberia. En principio están garantizados todos los vuelos a las islas y los vuelos intercontinentales de más de cinco horas. Del resto de destinos se han cancelado 73 vuelos previstos para este domingo, 64 de ellos de Vueling. Con la anulación previa de aquellos vuelos que no podrán operar con normalidad, la compañía se ha anticipado a los posibles problemas, ha recolocado a los afectados y ha evitado así la imagen de gente que se queda en tierra sin poder volar.
Pese a ello, ayer hubo quien fue al aeropuerto a buscar alternativas. Era el caso de Laura Savio, que optó por presentarse en El Prat de todos modos porque tenía que dejar el hotel. “Hablar con Iberia por teléfono fue imposible”, se quejaba Savio. Tras reclamar en el mostrador correspondiente, finalmente pudo volar a Madrid aunque haciendo escala en Mallorca. Peor suerte corrió Anne Nouchik, una turista canadiense que no estaba al tanto de la protesta laboral. “Me voy a perder un tour organizado que había contratado en la capital, podría llegar en tren ¿pero quién me lo paga?”, se preguntaba mientras reclamaba hablar con algún supervisor en el mostrador de atención al cliente de Iberia. A diferencia de la lluvia torrencial concentrada en media hora, las quejas de afectados por la huelga fueron un goteo constante.
El paro del personal de Iberia, que presta servicio a una veintena de compañías, ayer tuvo un seguimiento del 80% según José Ramírez de UGT y del 17,5% según la empresa. Sea una u otra la cifra, vistos los efectos que tuvo antes de que la lluvia hiciese acto de presencia, no se espera que hoy comporte retrasos más allá de algunas maletas que tarden un poco más de la cuenta en salir.
El conflicto en la empresa sigue abierto y no se descartan nuevos paros en el futuro. El lunes se reunirá el comité de empresa para decidir futuras movilizaciones que podrían tener lugar en agosto. Los sindicatos critican que la mitad de la plantilla está formada por trabajadores eventuales y piden a Iberia que los hagan fijos. Era un compromiso que, según UGT, la empresa había asumido el año pasado y que ahora no está manteniendo, de ahí la ruptura de las negociaciones la noche del viernes. Las demandas afectan a unos 400 trabajadores, además de otros 162 que tienen un contrato a tiempo parcial. “Iberia no ha formulado ninguna propuesta”, dijo Ramírez. El conseller de Territori, Damià Calvet, también criticó que la empresa fuese a la mediación “con las manos en los bolsillos” e hizo un llamamiento a retomar las negociaciones esta misma semana para evitar nuevas jornadas de huelga.
Haya más paros del personal de tierra de Iberia o no, lo que ya está convocado de momento es una huelga del personal de los controles de seguridad para el viernes 9 de agosto. De materializarse podría repetirse el último gran caos vivido por el aeropuerto, el del verano del 2017, con largas colas para acceder a las puertas de embarque durante varios días provocaron la pérdida de vuelos a miles de pasajeros.