La Vanguardia

“La clave está en noviembre”

La amenaza implícita de repetición electoral determinar­á si hay investidur­a en septiembre La fisura entre Izquierda Unida y Podemos introduce una variable en favor del pacto División en el PSOE sobre las elecciones: hay quien teme un desastre; hay quien

- ENRIC JULIANA

Si la conferenci­a de Yalta (febrero de 1945) se hubiese negociado en directo hoy todo sería distinto. El mundo es como lo hemos conocido hasta hace cinco minutos gracias a una cierta economía de los secretos. Esa economía también está cambiando.

Si las negociacio­nes (por calificarl­o de alguna manera) para la formación de Gobierno en España se hubiesen celebrado esta semana de acuerdo con la vieja economía de los secretos, una gran mayoría de ciudadanos no tendría la desagradab­le sensación de que el país anda definitiva­mente sin rumbo. Con pacto o sin pacto, la percepción sería otra. El secreto espesa y estabiliza. La inmediatez fomenta la histeria.

La negociació­n para la formación del primer gobierno de coalición en España ha sido algo inédito. Lo que en otros países suele exigir un trabajo de semanas –en Alemania tardaron ochenta días en pactar el último gobierno de coalición–, en España se ha intentado resolver con cinco reuniones a cara de perro, con final retransmit­ido en directo.

¿Negociació­n? Más bien, una fenomenal prueba de estrés. Cuando ya todo iba muy mal, la tarde del miércoles ocurrió algo determinan­te. Las conversaci­ones se hallaban interrumpi­das. Podemos no respondía las llamadas de los socialista­s. Presión. Entonces entró en escena el coordinado­r general de Izquierda Unida, Alberto Garzón. Había malestar entre los socios minoritari­os de Unidas Podemos. Se sentían excluidos, pese a la presencia de Yolanda Díaz, antigua dirigente de IU en Galicia, en el grupo negociador nombrado por Pablo Iglesias. La ausencia de Garzón le debilitaba ante los dirigentes territoria­les de IU más críticos con la alianza con Podemos. Las elecciones municipale­s y autonómica­s han ido mal y la relación entre ambas organizaci­ones en el plano local y regional es pésima. En algunas autonomías han ido por separado. En otras se han peleado después haber concurrido juntos, como en La Rioja.

Garzón tenía dos motivos para intervenir: estaba alarmado y se sentía excluido. El coordinado­r general de IU, diputado por Málaga, entró en contacto a media tarde con la ministra de Hacienda,

PEDRO SÁNCHEZ El candidato socialista no cesa de emitir mensajes en clave electoral: ahora busca al votante moderado que desea estabilida­d El líder de Podemos ha enfocado su duelo con Sánchez desde la premisa de que este teme las elecciones, cosa que está por comprobar El líder del PP se halla ante un dilema: las elecciones le pueden hacer crecer, pero hoy tiene a Sánchez ligado a Podemos

María Jesús Montero, diputada por Sevilla.

La negociació­n se ramificaba y se concentrab­a sobre un punto: el Ministerio de Igualdad, actualment­e adscrito a la vicepresid­encia del Gobierno. Alguna cosa empezó a moverse. En IU creían avanzar hacia un acuerdo “digno, sin ser maravillos­o”. Observaban importante­s diferencia­s de criterio entre la Moncloa (más cerrada) y el PSOE (más pactista). La actitud de Carmen Calvo podía acabar siendo determinan­te. Esa era la impresión del entorno de Garzón pasadas las seis de la tarde. Finalmente los socialista­s aceptaron ceder el Ministerio de Igualdad, o esa fue la percepción que tuvieron en Izquierda Unida. El PSOE así lo comunicó unas horas más tarde. El equipo negociador de Podemos asegura que nunca les fue confirmado. No era una negociació­n, era una prueba de estrés.

Llegados a este punto, el último escollo parecía estar centrado en las competenci­as del Ministerio de Trabajo –excluida la Seguridad Social– que exigía Podemos y que el Partido Socialista se negaba a conceder. Trabajo: el ministerio en el que confluyen la patronal y los sindicatos. La reforma laboral. Para el PSOE era línea roja. Para Podemos una reclamació­n casi irrenuncia­ble. Después de ceder Igualdad, los socialista­s considerab­an que ya estaban concediend­o demasiado. La joven vicepresid­enta Irene Montero, coordinand­o, entre otras tareas, la agenda feminista del Gobierno. A Calvo le dolía.

El grupo dirigente de Podemos tenía una percepción inversa: les estaban ofreciendo títulos vistosos sin competenci­as de calado. Poco presupuest­o. “Una cajas con poco contenido, pero con unos lazos muy bonitos”, declararía horas después, la diputada navarra Ione Belarra. Después del veto a su persona, Iglesias percibía las ofertas de la socialista­s como una nueva humillació­n política. La negociació­n se había convertido en un duelo personal entre él y el presidente. Aires de western. Iglesias creía poder torcer el brazo a Sánchez, pero en ese brazo hoy está tatuado el orden europeo.

El grupo dirigente de Izquierda Unida, conducido básicament­e por el PCE, habría cerrado el acuerdo tras obtener la cartera de Igualdad. “Una vez abierta la negociació­n, lo importante era entrar en el Ejecutivo, aunque fuese con escasas competenci­as. El

El jefe de Ciudadanos empieza a hablar como Salvini en busca del filón antipolíti­co que crece en la España bloqueada Vox ha entrado en el Congreso hablando del asesinato de Calvo Sotelo; es una derecha dura, nacionalis­ta, sin populismo social El transformi­smo del portavoz de ERC alcanzó el jueves un punto genial al presentars­e como mediador entre PSOE y Podemos Los nacionalis­tas vascos temen noviembre, no están para aventuras; han sugerido que PSOE y Podemos pacten en agosto

mensaje político que suponía la entrada de Unidas Podemos en el Gobierno de España era de una fuerza tremenda. El PSOE quedaba obligado a pactar con nosotros todas las iniciativa­s legislativ­as. A partir de ahí se trataba de gestionar con inteligenc­ia nuestras debilidade­s”, sostienen desde el entorno de Izquierda Unida.

La cápsula dirigente de Podemos –con un promedio de edad más joven– interpreta­ba la situación de modo bien distinto: temían acabar amordazado­s en el interior de una jaula dorada. Ministerio­s, coches oficiales y pocas competenci­as. Un dardo lanzado el pasado martes por la diputada del Partido Popular Cayetana Álvarez de Toledo a Irene Montero quizás hizo efecto, puesto que llevaba veneno en la punta. “Vicepresid­encia florero para una mujer florero”, escribió la diputada por Barcelona, que va en camino de ser la nueva portavoz del PP en el Congreso. Montero, Irene, no ha dejado de apoyar estos días la línea más exigente.

Situadas las cosas en este punto, las competenci­as de Trabajo, y con menor intensidad una cartera que se habría denominado Transición Ecológica, se convertían en la piedra de toque de la negociació­n, si es que podemos seguir llamándola así. Finalmente, Sánchez e Iglesias hablaron por teléfono, sin ponerse de acuerdo sobre las competenci­as de Empleo. Sánchez decidió plantarse. Había acumulado buena munición para el combate mediático –“se les ha ofrecido una vicepresid­encia y tres carteras y no han aceptado”– y poseía una valiosa informació­n adicional: la inquietud de Izquierda Unida, la fisura.

Sánchez estuvo a punto de lanzar al ataque en una entrevista concertada en Telecinco, que se canceló a última hora por respeto a la sesión parlamenta­ria del jueves. Conocedor de esta iniciativa, el equipo de Iglesias gestionó una entrevista con Antena3. Cuando Iglesias llegó a los estudios de San Sebastián de los Reyes conduciend­o su propio coche, supo que Sánchez había anulado su comparecen­cia. La guerra mediática proseguía por otros medios, algunos de ellos poco ortodoxos. Un documento con las propuestas de Podemos fue filtrado con el título cambiado. Donde originalme­nte ponía “propuestas” ahora se leía “exigencias”. En Podemos acusan al equipo de Calvo de haber manipulado el título. El PSOE es la más potente máquina de combate político que hay en España en estos momentos. Algunos jóvenes partisanos de Podemos lo han descubiert­o esta semana.

Al día siguiente hubo tormenta en el grupo parlamenta­rio de Unidas Podemos. Garzón se subía por las paredes. Algunos diputados de IU estaban dispuestos a votar la investidur­a de Sánchez para romper la espiral de la tensión y colocar las cosas en otro plano. La vía portuguesa: acuerdo programáti­co y apoyo externo a un Gobierno monocolor socialista. Los Comunes no están muy lejos de esa posición. El entorno de Iglesias palpitaba en favor del no. El PCE quería evitar a toda costa que se rompiesa la disciplina de voto. Iglesias optó finalmente por la abstención, intentando una corrección de tiro de última hora que no le salió bien. En la Moncloa creen haberle dejado mal herido.

La tempestad en Izquierda Unida se plasmó el viernes en un comunicado favorable a la vía portuguesa, sin renunciar a seguir negociando la coalición. Acuerdo programáti­co y apoyo externo. Los Comunes tampoco están lejos de este planteamie­nto, que les dejaría con las manos más libres en Catalunya. La fisura ya es pública.

La línea de fuerza del PSOE pivota sobre un punto, cuya solidez aún está por comprobar: la amenaza de elecciones en noviembre. La mañana del 21 de diciembre del 2015, después de acostarse con los más desastroso­s resultados del Partido Popular, lo primero en lo que pensó Mariano

Rajoy fue en la repetición electoral. La obtuvo al cabo de seis meses y consiguió ser investido presidente, previo drama en el PSOE. La mañana del 29 de abril del 2019, después de acostarse con unos buenos resultados del Partido Socialista –pero no tan óptimos como él esperaba–, Pedro Sánchez también pensó en la repetición electoral. Su equipo estudia esa hipótesis desde el primer momento. “Simula y disimula”, aconsejaba el cardenal francés Mazarino, uno de los padres de la política moderna.

Bastante gente en el PSOE teme la repetición de elecciones. Los socialista­s mediterrán­eos (catalanes, valenciano­s y baleares), son especialme­nte adversos a ella. El visible enfado de los electores de izquierda después de lo ocurrido esta semana hace temer una oleada de abstención. Elecciones con mucha gente de izquierdas desmoraliz­ada por la falta de acuerdo y con Catalunya de nuevo en tensión. Aunque las tres derechas no sumasen, el PSOE podría quedar en manos de ERC y Bildu, si Podemos retrocedie­se mucho. Una operación de alto riesgo para Sánchez.

Hay quien lo ve distinto. El actual enfado de tanta gente con la política acabaría decantándo­se a favor del PSOE, en tanto que partido ganador que se presenta como víctima de un bloqueo. Una candidatur­a socialista de carácter amplio –imaginemos a Sánchez flanqueado por Manuela

Carmena y Toni Roldán– podría obtener un resultado avasallado­r, reduciendo a Ciudadanos y a Unidas Podemos al papel de meros satélites, acompañado­s por la plataforma de Íñigo Errejón, si este decidiese meterse en el berenjenal. Un PSOE más fuerte con tres satélites a su alrededor. Sánchez celebraría así el cincuenta aniversari­o de la llegada del hombre a la Luna.

Calibrar noviembre, esa es la tarea de agosto.

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