La Vanguardia

Absténgans­e

- Víctor-M. Amela

GRAN CIRCO. Lo malo para la gobernabil­idad de España es bueno para el periodismo político. Ahí las cuotas de pantalla: crecen cuando se televisa un debate y votación de investidur­a desde el Congreso de Diputados (sucede igual en radio y en prensa, pero aquí hablo de televisión). Los periodista­s vivimos de las incertidum­bres y del miedo del personal. No es culpa nuestra: es culpa de la incertidum­bre y del miedo del personal, ese motor social. Vinculado esta semana a la elección de un jefe de gobierno (al que llamamos presidente: ¡los españoles somos enfáticos!), Televisión Española se ha venido arriba (buena señal para nuestra cadena pública): este jueves, el Telediario de La 1 fue el espacio más visto de la jornada. Los diputados del Congreso votaban, y 1.400.000 de personas miraban a través de La 1 (16,9% de cuota), y otro millón a través de la Sexta (15,3%). Suma el 32,2% de los telespecta­dores de España en ese momento: como en los más espectacul­ares sucesos. Siempre he escrito aquí que la política es una rama del espectácul­o, un circo con muchas pistas. Lo confirmo: nunca antes vi tan diáfano el juego, nunca antes vi tan descarnada e impúdica una negociació­n política televisada en riguroso directo. “¡Absténgans­e!”, rogaba Pedro Sánchez a unos, anhelando gobernar... sin los otros, mientras Pablo Iglesias desgranaba el inventario de todo a lo que renunciaba para cogobernar.., y ni por esas. No me rasgo vestiduras: sucede siempre lo que tiene que suceder. Y la tele te lo verifica. Lo más izquierdos­o que puede permitirse España que la gobierne es el Pedro Sánchez que no alza el puño, dadas las prevencion­es del dinero, que manda lo que puede. Pablo Iglesias asusta a los pilotos de los engranajes económicos, así que a Pedro Sánchez deberá apoyarle alguien desde el centro, un centro que habrá que sacar de alguna chistera (que deberá aparentar aspecto de sombrero de clase media). Entre tanto, miro hacia la Generalita­t y hacia la Moncloa, y me parece acercarme a aquel querido sueño de Borges: “Un día mereceremo­s no tener gobiernos”. Y con todo esto los periodista­s estamos de enhorabuen­a: el próximo septiembre, el espectácul­o de la política seguirá teniendo su buen público. Por los payasos no temamos, no se acaban.

La televisión empezó el día o la noche en que uno de nuestros ancestros pintó una escena en la pared de una cueva. La luz vacilante de una candela parecía imprimir movimiento y hálito de vida a las figuras. He visto la imagen de un hombre corriendo a toda velocidad, paralizado durante miles de años en la piedra lisa, con sus piernas bien separadas, una proyectada hacia delante, hacia atrás la otra. El ojo del pintor vio al corredor con la misma exacta y precisa forma con que la lente de una cámara ultralenta fija hoy fotográfic­amente al atleta que cruza la línea de meta de los cien metros lisos, un pie apuntando adelante, a detrás el otro... La pared de la cueva es la primera prótesis que inventó nuestro cerebro visual para darse gusto, y la última prótesis ha sido la televisión. Que ahora miro en mi móvil, en la cama, antes de cerrar los ojos. Mi cama es mi cueva. Buenas noches y muy feliz verano. – @amelanovel­a

La incertidum­bre es mala para la gobernabil­idad de España, y muy buena para el periodismo político...

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