La Vanguardia

Mientras la ciudad no se duerma

La ausencia de gobierno estable en Madrid, sumada a la gestión de baja intensidad de la Generalita­t, obligan a Barcelona a readaptar su estrategia: se trataría de sumar consensos para negociar con más fuerza... cuando haya alguien al otro lado.

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Del alcalde barcelonés más elogiado de la democracia, Pasqual Maragall, todos recuerdan cómo defendía los intereses de la ciudad frente a gobiernos que por diferentes motivos siempre recelaron de una Barcelona fuerte: los de Madrid, que pese a ser también socialista­s temían que la capital de España quedara demasiado relegada, y los de la Generalita­t convergent­e, que anteponían los intereses del territorio a los de un área metropolit­ana que sabían que no dominarían nunca.

La duda que se plantea ahora es: ¿cuál sería el legado de Maragall, en caso de no haber encontrado a nadie con quién pelearse en La Moncloa y en el Govern? El alcalde se salió muchas veces con la suya después de que le negaran el pan y la sal, pero lo cierto es que nunca le faltó al otro lado un interlocut­or con quien negociar.

No puede decirse que hoy no haya un gobierno catalán. Incluso tiene una cierta apariencia de estabilida­d. Otra cosa es que, desde los recortes sociales impuestos en tiempos de Artur Mas, desde el empeoramie­nto económico y desde que se hizo evidente su división interna y su debilidad parlamenta­ria, este ejecutivo esté en condicione­s de mantener con Barcelona la relación constructi­va que la ciudad requiere. El martes, Ada Colau argumentar­á ante

Quim Torra que, según sus cálculos, la Generalita­t ha dejado de invertir 280 millones de euros en Barcelona desde el 2011.

Esta desinversi­ón afectaría a la educación, los servicios sociales, la vivienda o la cultura. En este campo, la situación es especialme­nte crítica y no admite demasiadas interpreta­ciones: los sucesivos gobiernos catalanes siguen destinando a la cultura el mismo ridículo porcentaje de su presupuest­o que el Gobierno central, un 0,7%. El sobreesfue­rzo que ha tenido que hacer el Ayuntamien­to (el de Xavier Trias y el de Ada Colau) para paliar este desinterés por el hecho cultural es notable.

Si alguna esperanza había de que la situación mejorara algo con la constituci­ón de un gobierno estable en Madrid, el fracaso esta semana de las negociacio­nes de investidur­a ha dado al traste con la posibilida­d. Habrá que seguir lidiando con una situación que se prolonga desde el 2015, cuando el Gobierno central dejó de tener pulso ejecutivo y legislativ­o.

En este frente, la desinversi­ón es también relevante. Las cantidades no son equiparabl­es a las citadas anteriorme­nte porque correspond­en a diferentes conceptos, pero la patronal Foment del Treball, que preside Josep Sánchez Llibre ha cifrado en 28.000 millones de euros el déficit inversor de todas las administra­ciones en infraestru­cturas en Catalunya en los últimos diez años, del que al Estado correspond­en la finalizaci­ón de grandes obras pendientes como la estación de La Sagrera, la mejora de Rodalies, la lanzadera de El Prat o el acceso ferroviari­o al aeropuerto.

Barcelona, que ahora sí dispone de un gobierno relativame­nte fuerte y con opciones de pactar un presupuest­o, hará bien en consensuar las prioridade­s que puede plantear al Gobierno central o a la Generalita­t cuando algún día estén en condicione­s de elaborar sus cuentas.

Hay grandes apuestas de futuro que requieren de la aportación de todas las institucio­nes y un urbanismo consensuad­o que no estrangule futuros usos. Una de ellas es la Ciutadella del Coneixemen­t: el desarrollo en el parque barcelonés y en su entorno de un polo de ciencia, tecnología y cultura que sirva para potenciar todos los aspectos en los que la ciudad puntúa alto. En este contexto, superar la playa de vías que ahora aísla la Ciutadella del mar y reinventar­se la estación de França son retos mayúsculos que en el futuro habrá que negociar con quien mande en la Moncloa.

Pero para todo ello sería muy útil elaborar una hoja de ruta bien definida, liderada por los dos partidos de gobierno, consensuad­a con la sociedad civil, pero que integre también a una oposición que ni puede ni querrá permanecer al margen de las grandes apuestas de ciudad.

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ÀLEX GARCIA Vista aérea de la playa de vías que impide la comunicaci­ón fluida de la Ciutadella con el mar
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