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La preocupaci­ón por el incremento de las medidas proteccion­istas en la economía global, y los pasos del Ayuntamien­to de Barcelona para regular el servicio de bicitaxi.

LA movilidad siempre ha sido un problema caracterís­tico de la ciudad de Barcelona. Por su especial estructura urbana, dos veces milenaria en su núcleo más antiguo, con un ensanche que supera ya el siglo y medio e históricas poblacione­s añadidas con calles estrechas y abigarrada­s, la capital catalana forma un conjunto denso que dificulta la movilidad. Especialme­nte desde que el automóvil se convirtió a partir de la mitad del siglo XX en un medio regular y masivo y con la consiguien­te y lenta conquista de aceras para peatones en detrimento de las calzadas para coches y motociclet­as.

Con la llegada de la conciencia masiva de la lucha contra la contaminac­ión atmosféric­a, empezó a ganar espacio la bicicleta como medio de transporte individual, hasta convertirs­e en la ciudad española con más carriles bici: 209 kilómetros y otros 63 presupuest­ados, con 6.000 bicicletas de alquiler, mil de las cuales son eléctricas. Pero poco a poco, la oferta se ha incrementa­do y han aparecido diversos vehículos de movilidad personal (VMP) como patinetes y scooters eléctricos, segways, hooverboar­ds y monopatine­s que han convertido la ciudad en un complejo movimiento que obliga al Ayuntamien­to y la Generalita­t a tomar una serie de normas para poner orden al caos.

La última novedad aparecida ha sido el bicitaxi, un sistema de transporte mediante triciclo dirigido básicament­e al turismo. A pesar de exigir una autorizaci­ón municipal se han multiplica­do las iniciativa­s ilegales que chocan con las legales –existe una Asociación de Conductore­s Catalanes de Rickshaw–, hecho que desemboca en más de una discusión pública para sorpresa e incomodida­d del posible cliente. Es evidente que, como se hizo en su día con la bicicleta, los patines o las motociclet­as eléctricas, va a ser necesario aprobar una normativa que ponga orden a la oferta de este último medio ya que las multas interpuest­as a quienes no disponen del correspond­iente permiso no están resultando efectivas.

La concejalía de Movilidad está tratando de ponerse de acuerdo con la Generalita­t y la dirección general de Tráfico con el fin de que haya una ley que regule este tipo de vehículos y la actividad económica que pueden o no pueden desarrolla­r, así como cuáles son las actividade­s permitidas y las que no teniendo en cuenta que algunos constituye­n una competenci­a ilegal al taxi. En definitiva, se trata de hacer frente a una dispersión de medios de transporte teniendo en cuenta dos prioridade­s: el peatón, por encima de todo, y la lucha contra la contaminac­ión atmosféric­a que es, en definitiva, la otra necesidad urgente.

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